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Opinión

Astillero | Ni infarto ni problema cardiaco

Por: Julio Hernández López

Aun cuando es amplia la colección de desbarres que han cometido los opositores a Andrés Manuel López Obrador, el más reciente es particularmente notable, por la carga de odio descontrolado y de fabulación mezquina que pusieron en juego para tratar de generar una percepción de ingobernabilidad en el país a partir del “presunto infarto” al Presidente de la República, lo que desde el domingo los llevó a hilvanar una sarta de mentiras extremas, signo claro de desesperación política y electoral.

A partir del banderazo de salida en falso que significó la mentirosa nota del Diario de Yucatán, titulada “AMLO sufre presunto infarto en Mérida”, insanas pasiones se dispararon en una parte de quienes quisieran que un golpe de muerte se convirtiera en golpe de suerte para ellos y así pudieran ganarle al proyecto llamado Cuarta Transformación lo que perdieron en las urnas en 2018 y lo que se ve difícil que recuperen en 2024.

La acumulación de mentiras, exageraciones y vileza contra el presidente López Obrador representa ya un lastre y estigma para esos opositores, que esparcieron versiones de muerte, invalidez y desahucio contra el tabasqueño, quien ayer apareció en video durante 18 minutos, caminando por Palacio Nacional y con su narrativa habitual, sin signo alguno de haber perdido lucidez: los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud, parafraseó el mandatario con jiribilla literaria y, con recurrencia a lo popular, a la barriada, deslizó una anécdota de un personaje apodado el Charrasca, que había renunciado a cumplir con un reto a duelo, pero también había pedido que le dijeran a su contraparte que lo diera por muerto y se fuera a la…

López Obrador detalló lo sucedido esa mañana de domingo reciente. Negó haber perdido el conocimiento, pero sí aceptó haber tenido un “váguido”, la forma popular de referirse al vahído (desvanecimiento, turbación breve del sentido por alguna indisposición: diccionario de la RAE): “Se me bajó de repente la presión y estando en una reunión (…) pues como que me quedé dormido, fue una especie de váguido, hablando coloquialmente, y llegaron de inmediato los médicos y me atendieron, no perdí el conocimiento; sí tuve esa situación de desmayo transitorio por la baja de presión”.

El incidente pudo haber quedado en lo que era, un desvanecimiento, pero el Diario de Yucatán lo escaló a la categoría de “presunto infarto” o “problema cardiaco”, y con esa “prueba periodística” se desató una campaña, ahora puesta en su dimensión de ridiculez mendaz, que exigía, al estilo de los secuestradores, una “prueba de vida” del Presidente.

No está de más insistir en la mentira fundacional del diario yucateco antes mencionado: sustentó su nota en el señalamiento de un presunto infarto que no existió. El periodismo, en su vertiente de notas informativas y reportajes, no se construye a partir de suposiciones o inferencias, sino de hechos probados, confirmados, que en el caso del supuesto infarto no lo fueron, como aquí y en emisiones de Internet se ha explicado con precisión (https://bit.ly/3AzARDW).

La propuesta presidencial de reforma minera quedó entrampada entre la Cámara de Diputados, donde sufrió una sustancial rasurada en temas claves, como la duración de las concesiones, y el Senado, donde se pretende darle largas hoy, con el pretexto de “escuchar a todas las partes” y mandarla a discusión y votación en septiembre próximo, cuando el futurismo electoral impedirá avanzar en temas difíciles como este.

Los obstáculos a un verdadero avance del interés popular en los temas mineros provienen del ámbito legislativo morenista (se menciona a Ricardo Monreal) e incluso del secretario Adán Augusto López Hernández, según lo manifestado ayer por Beatriz Olivera, del colectivo Cambiémosla Ya, quien señaló la abierta influencia de los cabilderos de las grandes fortunas mineras (https://bit.ly/41WyCGu). ¡Hasta mañana!

Twitter: @julioastillero

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