Astillero | Alatorre y Salinas Pliego
Televisión Azteca ha vuelto a poner sobre la mesa de análisis el papel ético y social que juegan ese tipo de empresas que operan mediante concesiones del Estado mexicano.
Mediante una campaña escandalosa, abiertamente amarillista, desequilibrada en términos periodísticos y rozando los linderos de la provocación política, la empresa de la que es accionista mayoritario Ricardo Salinas Pliego ha dado un salto al pasado. Un referente sería el senador estadunidense Joseph McCarthy (1908-1957), que desplegó una histérica, feroz e injusta cruzada anticomunista, a tal grado que ese tipo de conductas son conocidas como macartistas.
El conductor del principal programa informativo de TV Azteca, Javier Alatorre, alertó del peligro proveniente del “virus comunista: su resurgimiento está en la educación comunista que la Secretaría de Educación Pública busca imponer a las niñas y a los niños de México (…) Estamos ante una conspiración fraguada por comunistas, por comunistas trasnochados”. En otros segmentos de la programación de esa televisora se reprodujo la misma alarma ante “el peligro comunista”.
El propio accionista mayoritario, Salinas Pliego, tuiteó ayer: “Ya van a llorar los malparidøs de izquierda porque no vamos a dejar que destruyan al país, los mugrosos tienen miedo porque ya se van y no hay nada más peligroso que una bestia arrinconada y a punto de morir. A las ratas les duele que las exhiban, así que por favor no vayan a hacer tendencia #EducacionComunista”.
La Operación McCarthy-Azteca va contra los libros de texto gratuitos y contra funcionarios específicos, como Marx Arriaga, director de Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública, y Luciano Concheiro, subsecretario de la misma SEP. Arriaga, en especial, mantiene una postura de infantilismo “revolucionario” que añade gasolina y fuego a la pradera. Protagónico, protegido desde instancias superiores a las de la secretaria Leticia Ramírez, Marx tuiteó ayer: “El tema del libro de texto ocupó ayer 11 primeras planas, amenazaron con nueve años de prisión. Por la NEM (Nueva Escuela Mexicana), por los libros, por la reivindicación del maestro, no doy nueve años, doy la vida. Vengan por ella, pero eso sí, no me van a encontrar arrodillado… ¡me encontrarán trabajando!” El “manifiesto” fue acompañado de un dibujo del emblemático guerrillero Genaro Vázquez Rojas con la leyenda “Lograr la liberación de México y una patria nueva o morir por ella”.
Pero, más allá de ese blanco fácil de subordinados, los disparos concertados de Azteca van contra el Presidente de la República, al que supuestamente asesora Salinas Pliego a título de un comité empresarial creado para tales efectos. En momentos de tensión política en ascenso, el “asesor” golpea a la administración saliente, se coloca del lado de derecha y ultraderecha que ya están usando el tema para “venezolizar” el escenario electoral y cobra facturas o adelanta deseadas cartas de negociación con Palacio Nacional, que no ha cedido en el proceso del cobro justo de adeudos de las empresas del Grupo Salinas.
Hay antecedentes de esos arrebatos televisivos contra gobiernos progresistas. El 7 de junio de 1999 fue asesinado el conductor de programas de humor Paco Stanley afuera de un restaurante del sur de la Ciudad de México, luego de salir de Televisión Azteca. En aquella ocasión hubo arengas, proclamas y advertencias, que no periodismo, a cargo de los mismos Javier Alatorre y Salinas Pliego y, recuérdese, Lilly Téllez sufriría un “atentado” de utilería para dar más fuerza a la argumentación en “defensa de la libertad de expresión” y contra la violencia que “no detenían” los culpables indirectos predeterminados, el jefe de Gobierno, Cuauhtémoc Cárdenas, y el procurador capitalino de justicia Samuel del Villar. Tiempo después, el caso Stanley sería explicable en función de otros factores densos, pero no los políticos. ¡Hasta mañana!
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