Quiero ser el tío Panchito de mis seguidores mexicanos: Francis Ford Coppola
Morelia, 22 de octubre. El proverbial Francis Ford Coppola se mueve lento, como si cada uno de sus movimientos fuera pensado, no automático; como si quisiera ahorrar energía.
Empieza la conversación con este medio, y en español dice: “Bienvenido”; precisa: “Llámame Panchito, porque si en Italia soy Giuseppe, en México soy Paquito o Panchito”. Francis Ford Coppola se encuentra en Morelia para presentar su reciente cinta, Megalópolis, en la edición 22 del Festival Internacional de cine de esta ciudad, trabajo que te dice en sí mismo cómo hacerlo. Eso quería: que me dijera cómo filmarlo, para disfrutarlo yo también.
Muchos en el mundo consideran que Coppola es un dios cinematográfico porque en sus obras ha creado universos para que millones de personas de varias generaciones los habiten.
Humilde, el realizador considera al respecto: “No lo había pensado de esa forma. Siento que también soy uno de esos habitantes en esos mundos. Más que creador, soy un ingrediente en esos universos. Megalópolis te dice en sí misma cómo hacerla y eso deseaba, que me indicara cómo hacerla para disfrutarla, así que no me siento como un dios, sino como primo de los espectadores en un universo creativo donde todos estamos juntos”.
Antes de iniciar la charla, el director fija la mirada en la sudadera de quien esto escribe, descubre el puño gonzo del periodista Hunter S. Thompson y dice: “El símbolo de Hunter. Él era un escritor salvaje. Siempre fue demasiado para todos y para toda mi generación”.
Amable, con la claridad que da la edad y, por supuesto, llamarse Francis Ford Coppola, responde al momento creativo en que está: “Me encuentro muy bien, pero me siento triste porque acabo de perder a mi esposa, mi compañera durante 70 años, y no puedo preguntarle qué debo hacer. Era mi mejor amiga y siempre recurría a ella cuando tenía dudas”.
“Estar en Morelia es una maravilla. México es un país que conozco mucho, que he estudiado. Me gusta la poesía de Sor Juana, el arte mexicano. ¡La historia de México es una de las más fantásticas del mundo! ¡Amo México!”.
En la mente del estadounidense sólo habita una voz, él no distingue la creativa de la de la cotidiana. “No tengo voces separadas en la cabeza; siempre me habla la misma. A veces la de mi cabeza me regaña; por ejemplo, a la hora de cenar me dice ‘No comas tanta tortilla porque vas a engordar’, pero también me da recomendaciones: ‘Tienes que leer ese otro libro’”.
Esbozando una leve sonrisa, con un dejo de sorna, agrega: “Todas las voces que habitan mi cabeza son una sola”. Agrega: “Desde hace mucho tiempo mis sueños son filmar una película por la cual no tenga que preocuparme, y he rodado más en mis sueños que en la realidad”.
El acercamiento y alejamiento que hace en cada una de sus historias es lo que le dicta que ya concluyó una. “Es cuando comienzo hacer otra, ése es el momento en que me doy cuenta de que terminé la anterior”.
En retrospectiva sobre sus obras, dice: “Todas mis películas son una forma de amor. Las cosas esenciales están hechas con amor, desde la fundación de una nación hasta la relación entre dos personas”.
Comparte: “Cuando era niño, mi extraordinario hermano mayor, guapo y brillante, y mi hermana, igual de maravillosa, decían que yo únicamente era afectuoso, que esa era mi característica. El talento y la belleza les tocó a ellos, a mí sólo ser amoroso”.
Al meditar sobre cuál de sus películas es su favorita, dice: “De alguna forma, de todas, mi favorita fue la segunda parte de El Padrino, porque tuve el control creativo absoluto. Fue una cinta muy grande y muy complicada, pero no había nadie que estuviera enloqueciéndome con estupideces. Filmarla fue un deleite. La rodamos en Las Vegas, Sicilia, República Dominicana, Hollywood… por todos lados y salió muy bien”.
Acerca de lo que significa pararse en cualquier parte del mundo y ser reconocido, para el cineasta “es lo mismo. Voy a contar la historia de Francis Ford Coppola. Ese hermano mayor del que hablé, que era una maravilla, también fue mi ídolo, fue muy cariñoso conmigo. Desde siempre escribió de una manera formidable; yo tenía cinco años, y él firmaba como August Floyd Coppola. Siempre quise ser una versión junior de él, porque no me consideraba tan listo como August. Si él era novelista, yo sería escritor de guiones teatrales; si él iba a ser doctor yo sería oftalmólogo, o sea la versión chica de August. Cuando empecé a escribir firmé como Francis Ford Coppola y él me hizo un archivo en un viejo folder que tenía mis iniciales para guardar mis escritos”.
“Pero como la primera parte de El Padrino tuvo mucho éxito me hizo tan famoso que él y no podía llamarse August Ford Coppola porque parecía que me estaba imitando, cuando yo era quien seguía sus pasos. Así que sólo soy un imitador de mi hermano”.
Al despedirse, el cineasta que hoy fue condecorado con el Premio a la Excelencia Artística en el certamen moreliano y con la medalla Filmoteca de la UNAM, manda un saludo a todos sus seguidores en el país.
“Quiero ser el tío Panchito de todos mis fanáticos mexicanos, aunque sean muy jóvenes”, asienta.