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Cultura

Homenaje a Villa en su pueblo natal

Por: Emir Olivares Alonso / La Jornada

San Juan del Río, Dgo, 21 de julio.- Un disparo rugió en honor del general Francisco Villa en el centenario de su asesinato. Fue una salva de fusilería disparada por elementos del Heroico Colegio Militar para rendir homenaje al hombre que “se negó a ser esclavo” desde la misma tierra que hace 145 años lo vio nacer.

El presidente Andrés Manuel López Obrador encabezó el acto para conmemorar los 100 años de que ocho hombres emboscados lograron lo que no pudo ni el ejército estadunidense: matar al legendario revolucionario en Parral, Chihuahua. El mandatario rindió honores al líder de la División del Norte al depositar una ofrenda floral y montar una guardia al pie de su efigie.

El hombre nacido bajo el nombre de José Doroteo Arango Arámbula abandonó el seno familiar cuando apenas tenía 16 años, para convertirse en una leyenda en medio de las sierras de Durango y Chihuahua: un Robin Hood a lo mexicano.

Ese hombre que había roto su destino –no permanecer en la esclavitud que en aquella época significaba el nacer como hijo de peones– se volvió 16 años más tarde un revolucionario, que a la postre trascendería en la historia.

Espíritu rebelde

“La historia es mejor que la leyenda. Ese hombre que no quiso ser esclavo se convirtió en revolucionario en 1910”, delineó el historiador Pedro Salmerón, orador principal en la ceremonia.

El espíritu del histórico rebelde está vigente entre la población duranguense. Unas decenas de ellos se apersonaron a las afueras de la ex hacienda La Coyotada, donde se mantiene la casita en la que nació el pequeño que se convertiría en Pancho Villa. Ahí hay ahora un museo de sitio.

Algunos de los presentes en realidad pretendían manifestarse. En un principio se les negó el acceso, exigían respuesta ante diversas injusticias que dijeron padecer. Al llegar al lugar, fue el propio López Obrador quien instruyó que se les permitiera el ingreso para que atestiguaran el acto.

El mandatario tuvo que ordenar el paso de Francisco Villa Campa, nieto del general, y de su familia, pues los militares también les negaban el acceso.

Durante el homenaje en San Juan del Río, Durango, López Obrador entregó al secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, un revólver calibre .38 especial, marca Eibar, que perteneció a Madero. Foto Luis Castillo / La Jornada



En medio de la intervención del orador principal, una niña vestida de adelita saltó hasta el templete donde se encontraba el jefe del Ejecutivo y los funcionarios que lo acompañaban. La pequeña le entregó un papel con una petición de unos hombres caracterizados de villistas, que se encontraban entre los manifestantes.

López Obrador leyó el mensaje y no pudo contener una ligera sonrisa. Fijó su mirada en el punto donde los villistas se apostaron y, contundente, negó con una seña de su índice. “¡Relección, relección!”, lanzaron los villistas, apenas a unos metros de distancia, y la ceremonia continuó.

Villa y Madero

Salmerón hizo un apretado recuento de pasajes de la vida de Villa, como su alianza con Francisco I. Madero, aquel hombre que llamó a tomar las armas contra Porfirio Díaz. “Todo parecía estar en contra de ese encuentro. ¿Qué tenían en común el perfumado vegetariano que nació en sábanas de seda con el criador de gallos finos que dormía al raso, con la silla de montar como almohada y el sarape como cobija? Tenían en común el amor a la patria y a los pobres”.

La historia recuerda que, al entrar triunfantes hacia el Zócalo los ejércitos de Villa y de Emiliano Zapata, el primero acuñó un nuevo nombre a la hasta entonces avenida Plateros. El duranguense se subió a una escalera y colocó una placa con el nuevo nombre –“Avenida Francisco I. Madero”– en honor de su amigo, que un año antes había sido asesinado y traicionado por Victoriano Huerta.

Durante el acto un gesto simbólico honró esa amistad. López Obrador entregó al secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, un revólver calibre .38 especial, marca Eibar, que perteneció a Madero y que se presume había regalado a Villa tras la primera etapa del movimiento revolucionario.

El arma estaba en Cuba, fue devuelta recientemente a México y quedará como parte del patrimonio nacional, bajo resguardo de la Defensa, en el Museo Histórico de la Revolución con sede en Chihuahua.

La lección de Columbus

Salmerón no podía dejar fuera el ataque del ejército villista a Columbus en marzo de 1916, lo que provocó la furia del gobierno estadunidense, que empeñó, sin éxito, todos los medios para atrapar al general revolucionario.

“El fracaso de la expedición punitiva fue uno de los temas que hizo que los altos mandos políticos y militares de Estados Unidos entendieran, en los años siguientes, que a Estados Unidos bajo ninguna circunstancia le conviene invadir México. Que nunca, no hay forma de que lo hagan, no les conviene y aunque sólo sea por eso debemos recordar la memoria de Pancho Villa.”

Salmerón citó a Adolfo Gilly, cuando se refirió a la División del Norte como “una de las mayores hazañas históricas mexicanas. Su organización fue el punto de viraje en la guerra campesina y en la Revolución. Las masas del norte del país y las que se sumaron en su avance, la organizaron de la nada y contra todos. Le dieron su tremendo empuje, alzaron a uno de sus propias filas, Francisco Villa, como el mayor jefe militar de la Revolución. Barrieron en el camino con cuanto se les puso por delante”.

El gobernador de Durango, Esteban Villegas Villarreal, surgido de la alianza PRI-PAN, oriundo de San Juan del Río, destacó que, desde su infancia, escuchaba la leyenda de que unas bolas amarillas que se posaban sobre los cables de luz de la comunidad representaban la visita de algún presidente a esta tierra.

“A mí nunca me tocó ver a ninguno y creo que, igual que yo, es un sueño para muchos que, después de más de 40 años, pueda estar una vez más un presidente de la República, que entiende de la historia, que entiende de la lucha y que siempre ve por las personas más necesitadas: el presidente Andrés Manuel López Obrador. Gracias, Presidente, gracias por estar aquí.”

La ceremonia no podía cerrar de otra manera y, como lo hacían los efectivos de la División del Norte, los presentes corearon: “¡Viva Villa! ¡Viva Zapata! ¡Viva México!”

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