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Cultura

Botero, un pintor comprometido con su época

Por: Jorge Enrique Botero / La Jornada

Bogotá, 15 de septiembre.- “Se fue en paz, murió tranquilamente”, contó esta mañana Lina Botero a medios locales que informaban sobre las muerte de su padre, el pintor Fernando Botero ocurrida en su casa del principado de Mónaco a los 91 años de edad a causa de una pulmonía.

Prolífico, polémico y mundialmente conocido por su particular estilo en el que predominaron los grandes volúmenes, Botero hizo parte de un fulgurante grupo de artistas e intelectuales colombianos nacidos en la década del 30 del siglo pasado, al lado de Gabriel García Márquez, Alejandro Obregón, Álvaro Mutis, Álvaro Cepeda y David Manzur, entre otros.

Nacido en la ciudad de Medellín, Botero viajó muy joven a México país que siempre consideró fundamental en su formación artística, antes de atravesar el Atlántico para instalarse en Europa donde vivió y trabajó hasta su muerte. Pietrasanta, un pequeño pueblo en la costa norte de la Toscana italiana, se convirtió en su refugio creativo, donde incorporó la escultura a su monumental obra, expuesta en centenares de museos, así como en parques y avenidas de las principales ciudades del mundo.

Pese a la distancia geográfica, Botero siempre mantuvo relación con Colombia, cuya trágica historia de violencia reflejó en cuadros y esculturas, a veces con una crudeza que despertaba rechazo entre las élites tradicionales, tambien retratadas por el maestro con un decidido tono caricaturesco.

La serie de Fernando Botero sobre la violencia en Colombia, en la que desfilan decenas de ataúdes por callejuelas de pueblos perdidos y cadáveres de hombres que viajan sobre el lomo de los ríos con gallinazos encima, dejaron huella indeleble en el imaginario de los colombianos y -de paso- respondieron a quienes consideraban que el pintor no sólo se había olvidado de sus raíces sino que se había dedicado a acumular fortuna.

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El pintor siempre expresó su admiración por artistas que, como Pablo Picasso, abordaron en su trabajo los hechos trascendentales de su época y, coherente con ello, pintó una escalofriante secuencia de ochenta pinturas sobre las torturas a las que fueron sometidos los prisioneros de la cárcel de Abú Ghraib (Irak) por parte de soldados estadunidenses en 2003.

“Ha muerto Fernando Botero, el pintor de nuestras tradiciones y defectos, el pintor de nuestras virtudes. El pintor de nuestra violencia y de la paz. De la paloma mil veces desechada y mil veces puesta en su trono”, escribió el presidente Gustavo Petro tras enterarse del fallecimiento del maestro.

La alusión del jefe de Estado a las palomas se refiere una gigantesca escultura de Botero expuesta en un parque de la ciudad de Medellín que lleva el nombre del pintor, y que ha sido objeto de ataques vandálicos derivados de la polarización política en la que siempre vive Colombia.

Entre la multitud de entrevistas sobre el pintor que han poblado los programas radiales de esta mañana en Colombia, sobresalen las alusiones a la generosidad que tuvo Botero hacia el sector de las artes y la cultura del país, al que donó una buena parte de las obras de decenas de artistas clásicos y contemporáneos, actualmente expuestas en el Museo Botero de esta capital.

Según su hija Lina, la salud del maestro comenzó a deteriorarse tras la muerte de su tercera esposa, la también artista Sophia Vari, de orígen griego, ocurrida en mayo de este año.

Botero deja tres hijos: Fernando, quien estuvo involucrado en un grave escándalo político derivado del ingreso de millones de dólares del narcotráfico a la campaña presidencial del candidato Ernesto Samper en 1994; Lina, actriz y curadora, y Juan Carlos, escritor y columnista de diarios locales.

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