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Cultura

Analizan la vigencia de Pancho Villa como expresión popular del anhelo de justicia

Por: Reyes Martínez Torrijos / La Jornada

El revolucionario Francisco Villa fue el tema central de una velada en la que cuatro de los historiadores que mejor conocen “al héroe, mito y ser humano” examinaron la forma en que éste marcó la gesta armada de principios del siglo pasado, así como su permanencia “en el imaginario de un pueblo que lo reconoce como expresión de sus aspiraciones de justicia”.

La noche de este jueves, los “villistas de corazón” Paco Ignacio Taibo II, Pedro Salmerón, Felipe Ávila y Jesús Vargas desarrollaron el conversatorio Francisco Villa: El revolucionario del pueblo en el patio del Museo de Arte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP). En el lugar estuvieron presentes siete descendientes del Centauro del Norte.

Durante dos horas y media abordaron con detalle temas como las etapas de vida de Villa; la economía y la estructura inédita de la División del Norte como un ejército del pueblo; la vinculación profunda entre el zapatismo y el villismo, y el asesinato del revolucionario chihuahuense. Concluyó con una ronda de preguntas del público.

Taibo II, director del Fondo del Cultura Económica, sostuvo que los historiadores presentes revisaron una enorme cantidad de fuentes para entender al villismo, pues “está teñido de versiones por todos lados (…) Villa era dicharachero, platicador, hombre de anécdota corta, de sentarse en la hoguera y dar una versión. Y como él, todo el villismo. El norte estaba teñido de hazaña, realidad, anécdota, doble anécdota y mito. No es fácil desentrañar este riquísimo material”.

El autor de la monumental biografía Pancho Villa explicó: “Lo que hicimos nosotros y (Friedrich) Katz fue devolver al villismo a una sensación de realidad. Compararlo con el hecho, traerlo al contacto, a la vida y leerlo con contexto. Monógamo, sí, pero lo explicamos. También cómo el compadrazgo es la estructura básica en la vida de un bandolero. Borracho, no”.

En torno al cuerpo militar que dirigió Villa, Taibo II explicó su enormidad: 30 mil hombres en línea de combate y una cantidad igual en la retaguardia; 60 trenes en su época de apogeo, ya que sin ferrocarril no hay División del Norte.

“El problema es que la historia formal trató el villismo simplificando, eliminando información. No profundizando. Cuando Pedro (Salmerón) dice ‘máquina de guerra’, hay que repensarla y darle la dimensión que tiene.”

Momentos antes, Adriana Castillo Román, directora Hacienda es Patrimonio Cultural, destacó la exposición de los descubrimientos que la investigación histórica, que aún no concluye, ha desarrollado sobre el dirigente de la División del Norte y el proyecto social que sostenía.

Hizo hincapié en la foto que se exhibió durante la charla, que muestra a un Villa llorando frente a la tumba de Francisco I. Madero.

El grupo armado, “expresión de las masas”

En su turno, Pedro Salmerón parafraseó a Adolfo Gilly, quien describió a la División del Norte como una de las grandes hazañas históricas de México. Fue “el ejército revolucionario más potente de la historia de América”, dijo el historiador en la charla.

Sin embargo, opinó que esa organización militar no fue construida por un hombre, sino que surgió como “una expresión de las masas que toman la historia en sus propias manos. Decenas de miles de hombres entraron por la puerta grande de la historia, apoyados de cientos de miles de mujeres y hombres que los visten, alimentan, pagan y apoyan”.

El autor de varios libros sobre la Revolución Mexicana explicó que la División del Norte tuvo como antecedente la guardia nacional del liberalismo clásico mexicano, que se organizó a partir de vecinos de un pueblo o compañeros de la fábrica. “Esa forma se mantuvo en la práctica de los pueblos del Norte y la retomaron los revolucionarios cuando se hartaron de la dictadura y el latifundio, para volverse a lanzar a la lucha”.

En su alocución, Felipe Ávila, titular del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, rechazó la idea de que “la revolución popular representada por Villa y Zapata perdió la guerra contra los constitucionalistas porque eran ejércitos campesinos y sin un proyecto de nación.

“El villismo y el zapatismo representan la revolución popular más profunda, más radical y de más larga data en la historia de México. Hicieron una gran transformación política, económica, social y cultural en las regiones que dominaron y estaban construyendo un Estado revolucionario.

“Por eso el pueblo mexicano los recuerda con cariño, sobre todo el pueblo trabajador que se identifica con ellos, que se siente parte de su misma lucha y los utiliza como ejemplo para ir resolviendo los graves problemas de hoy. Siguen vigentes.”

Recordó que ambos movimientos armados estuvieron muy cerca de ganar la contienda revolucionaria; sin embargo, “factores circunstanciales, económicos, de logística, que tienen que ver con las regiones que controlaba cada ejército fueron los que decidieron que el triunfo fuera del constitucionalismo y no de la alianza entre Villa y Zapata”.

Jesús Vargas, especialista en Francisco Villa, desarrolló una breve semblanza del héroe revolucionario, dividida en tres etapas: de 1878 a 1894, cuando vivió con su familia; de 1894 y hasta 1910, cuando tuvo una vida bandolera. “Estas dos etapas podrían haber pasado desapercibidas para México, de no ser porque en 1910 se unió a la Revolución Mexicana, hasta 1920”.

El escritor afirmó que cuando Villa se hizo revolucionario ya tenía una idea muy clara de lo que quería hacer en el país. Concluyó con el tema del asesinato de Villa, en junio de 1923, y lanzó el reto a los historiadores villistas actuales y a los que vienen a que expliquen “cómo intervino el gobierno de Álvaro Obregón en la muerte de Villa”.

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