Acteal marcó la mirada del fotógrafo Paolo Gasparini
Madrid. El fotógrafo Paolo Gasparini ha documentado la historia de América Latina durante seis décadas; desde la esperanza que supuso el movimiento revolucionario en Cuba hasta la fragilidad de la vida en las favelas de Brasil o en los barrios de El Salvador, Guatemala o México.
Con su mirada ha intentado contar algo de forma crítica, con una visión alejada del folclor, pues, sostiene: “La fotografía está en las ideas, es ideología”.
La Fundación Mapfre de Madrid expone una amplia retrospectiva de su trabajo, en la que se muestra la evolución de esas urbes mutantes que ha visitado: Caracas, La Habana, Sao Paolo y Ciudad de México.
Gasparini nació en Gorizia, Italia, en 1934, pero con 20 años y aterrado ante la idea de tener que hacer el servicio militar en su país emigró a Venezuela. Ahí vivía su hermano, quien se había convertido en arquitecto; fue donde descubrió que la fotografía era una herramienta singular para profundizar en una región que le impactó por sus profundas desigualdades e injusticias.
Gasparini nunca volvió a Italia y se dedicó a viajar por el mundo, sobre todo por América Latina, para documentar esa evolución silenciosa, tangible y radical.
Paolo Gasparini: Campo de imágenes reúne 300 obras, entre las que se incluyen gráficas de sus proyectos más importantes, sobre todo de la vida en Venezuela, su trabajo de varios años en Cuba –donde vivió más de cinco años a finales de la década de los años 60– y del que se convirtió, en 1972, en un libro fundamental para entender la región: Para verte mejor, América Latina, considerado uno de los fotolibros más importantes en la historia de la fotografía.
En la presentación de la exposición, Gasparini explicó a La Jornada que “la fotografía está en las ideas. Es idea, es ideología, y, por tanto, al final se utiliza cualquier técnica que venga bien. La imagen siempre está en la cabeza o más bien el discurso que uno quiere hacer a través de las imágenes. Por eso el fotolibro es el elemento, junto con el audiovisual, con el que siempre encontré la mejor manera para profundizar en esas ideas”.
Gasparini contó que uno de los momentos más importantes de su vida fue un viaje que hizo a Chiapas a raíz de la matanza de Acteal: “Me marcó para siempre en mi vida como fotógrafo. En México, en Chiapas, unos paramilitares mataron en una iglesia a 45 campesinos, con mujeres embarazadas, en Acteal.
“Una semana después de la masacre había una misa en homenaje a los muertos y fui para sacar fotografías; no trabajaba para ninguna organización, sólo estaba en México porque realizaba un libro con Juan Villoro, El suplicante. Y fue Sergio Pitol, escritor y amigo, quien por teléfono me dijo lo que había pasado en Acteal, y me sugirió que me fuera para allá, porque era algo que había que dejar documentado.
“Yo estaba hasta el norte de México, pero me fui de inmediato a Chiapas y llegué ahí un 31 de diciembre, el día de la misa. Cuando llegué al lugar, sobre todo las mujeres me miraban serias, no agresivas, pero sí preocupadas.
“Una señora me preguntó por qué estaba sacando fotografías. Le expliqué que estaba haciendo un libro, ya que un suceso tan doloroso como ese había que documentarlo. La señora me dijo que debería saber que estaban conviviendo con los muertos y que hiciera buen uso de esas fotografías. Esa fue la lección más grande que he tenido como fotógrafo: que haga buen uso de las imágenes que tomo.”
Gaspirini reconoció que una de las experiencias más gratas como fotógrafo fue en Cuba, en los años 60, ya que “se podía vivir la gran adhesión a todos los niveles con los acontecimientos políticos de la época; había una gran simbiosis en la convivencia social, política y cultural en Cuba”.
María Wills, curadora de la muestra, explicó que “las fotografías de Gasparini reflexionan sobre los efectos de décadas de migraciones en los siglos XX y XXI. Generaciones marcadas por exilios voluntarios y forzados nos hacen pensar sobre la ambivalencia de la identidad”.
La exposición se podrá ver en Madrid hasta el 28 de agosto.
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