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En Glasgow, más de 150 mil repudian las eternas promesas de líderes mundiales

Por: Armando G. Tejeda.

Glasgow. Las calles de Glasgow se convirtieron en una fiesta en medio de la tragedia. Ni la intensa lluvia, ni las fuertes ráfagas de viento, ni el intenso frío evitaron que más de 150 mil personas recorrieran la capital escocesa para gritar alto y claro que exigen “justicia climática”, que la quieren “ya” y que están cansados de las “eternas promesas” de los líderes mundiales. “El sistema actual fomenta la desigualdad, la pobreza, la explotación y la muerte de la naturaleza, por eso nosotros, la gente de la calle, el pueblo, las comunidades indígenas de todo el mundo, estamos pidiendo que acabe de una vez la era de la injusticia”, resumió al final de la manifestación Asad Rehman, vocero de la coalición COP26.

Glasgow se convirtió en el epicentro de las movilizaciones contra el calentamiento global, ya que a sólo unos metros de donde la gente gritaba y bailaba por una transformación radical del sistema, se reunían los que decidirán el futuro del mundo en la sede oficial de la Cumbre de Naciones Unidas para el Cambio Climático (COP26).

El Centro de Convenciones de Glasgow, donde se celebra el encuentro, estaba protegido por un amplio dispositivo de seguridad, pero la protesta pasó a unas cinco calles. Cada vez que los contingentes transitaban cerca de aquel inconfundible edificio de cúpula gris, le dedicaban una sonora rechifla: una muestra más de la profunda separación entre los despachos oficiales y el sentir de la calle, de los pueblos.

Protestas en todo el mundo

Si en Glasgow salieron a la calle 150 mil personas, se calcula que en otras ciudades de Reino Unido, sobre todo en Londres, lo hicieron otras 400 mil; a las que se suman los millones que lo hicieron en 200 protestas en todo el mundo para exigir cambios en la política climática global, que urgen para evitar el desastre total en el planeta.

El viernes, jóvenes y niños tomaron las calles, pero esta vez tocó al resto de la sociedad, con un mar de diversidad que inundó las calles de Glasgow, que por un día fue lo más parecido a una radiografía en pequeño del mundo. Estaban los indígenas amazónicos, andinos, de las montañas agrestes del Chile mapuche, de las selvas de Ecuador, Perú, Costa Rica y Panamá.

Además, estaban los tibetanos que reclaman su autonomía y dejar de pertenecer a la “tiranía” de China, los representantes de las comunidades indígenas de Asia, sobre todo de Filipinas, Indonesia y Corea, donde también se está sufriendo con severidad el cambio climático y la violencia por el control de los yacimientos de carbón.

También estaban los indios casi exterminados de Estados Unidos y Canadá, los representantes de los pueblos en resistencia y de los movimientos obreros de países europeos como la propia Escocia, Francia, Bélgica, Italia, Alemania, Holanda, Dinamarca, Suecia y Noruega, entre otros. Y, por supuesto, una nutrida representación de los países más oprimidos y explotados de África, que exigían un nuevo orden mundial que expulse para siempre el racismo y la colonización.

México también estaba muy presente, con una aguerrida delegación de mujeres indígenas y de defensoras de la tierra, que no sólo entonaron las consignas que se han convertido en la seña de identidad de esta COP26, sino que también proclamaron a los cuatro vientos sus exigencias. Que se sepa que Samir Flores fue asesinado por defender la tierra como ha ocurrido con tantos más y “sigue ocurriendo”; que están en contra de los megaproyectos que destrozarán sus territorios, como la construcción de hidroeléctricas o el Tren Maya; que “están hartos, cansados, de las promesas” y que exigen “respeto a sus territorios” y que se les considere los “guardianes del bosque y la naturaleza”.

Armonía y diversidad

En la protesta, siempre en un ambiente festivo a pesar de la intensa lluvia y que se prolongó más de cinco horas, también había muchas delegaciones que llegaron de Escocia y Reino Unido; desde la comunidad vegana, los que trabajan por la recuperación de los océanos y la fauna marina; los que están trabajando por reconstruir los bosques y reforestarlos; los que han formado colonias casi independientes en las que se aboga por una nueva forma de vida, menos contaminante y menos consumista.

También había unas 500 personas del movimiento independentista escocés, que exigían en sus consignas “independencia ya”. Y el colectivo que cerró la protesta: unas mil personas en bicicleta, muchos de ellos habían viajado desde otros puntos de Escocia y el resto de Europa para mostrar que la bicicleta es el vehículo del futuro, el más sostenible y el más sano.

En ese universo de sensibilidad, de orígenes y de luchas se insistió en un mensaje, que explicaba también esa comunión y armonía en medio de tanta diversidad: “Ahora estamos unidos. Los pueblos del mundo nos hemos unido, sabemos qué es la solidaridad, nos hemos entrelazado y nuestro propósito es exigir a nuestros líderes políticos que aborden la crisis climática como lo que es, una crisis. Que actúen de una maldita vez. Que se llegue a un nuevo acuerdo climático global que nos dé esperanza para seguir, pero nos dé fuerza para seguir luchando”. El vocero de la Coalición COP26 –que representa a los movimientos sociales y territoriales presentes en Glasgow–, Rehman, denunció lo mismo que ya habían hecho en los últimos días líderes indígenas, ecologistas, jóvenes y hasta algunos delegados de los países más pobres, que la “COP26 pasará a la historia como la Cumbre más excluyente y discriminadora de la historia».

“Estos días, lo que hemos visto en Glasgow es un recinto acordonado en el que sólo se han escuchado las voces de los políticos y los poderosos. La sociedad civil y las comunidades indígenas han sido silenciados, por eso necesitamos elevar el volumen y reclamar cambios tangibles, como la desinversión en combustibles fósiles y un nuevo acuerdo climático global”.

E insistió en una advertencia: “Que sepan los poderosos que estamos juntos porque tenemos esperanza. Que nuestra unión nos hace más fuertes. Que esto no es el final, sino sólo el principio de una lucha sin tregua”.

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