El tema de los desaparecidos en Chile no está sanado
Santiago, 5 de septiembre.- Tantos años transcurridos, tantas lágrimas derramadas, cuánto empeño en la búsqueda incesante, agotadora y frustrante… y aunque hablan con la tristeza de siempre, también con la fortaleza que las impulsa a encontrar a sus familiares, a los mil 200 desaparecidos cuyos restos se desconoce dónde están.
El 50 aniversario del inicio de sus horrores las alcanza en un ambiente que se ha teñido de rancio, cuando la derecha, casi por completo, no ha vacilado en instalar un relativismo que busca justificar el golpe de 1973.
“El tema de los desaparecidos no está sanado, en los 50 años transcurridos no se ha sabido nada, siguen en la incertidumbre los familiares. Hay un momento en el país que no puedo entender, me parece que tenemos una derecha no fascista, sino muy fascista, que tiene que ver con el negacionismo acerca de lo que fue la dictadura cívico militar durante 17 años; hay una defensoría respecto de lo que significó y un apoyo a ese momento tan fascista que vivió este país con los atropellos más inhumanos”, sostiene Gaby Rivera Sánchez, presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD).
Acerca de por qué se busca hasta con desparpajo justificar la ruptura institucional y el derrocamiento de Salvador Allende –se niega, por ejemplo, que hubo embarazadas que fueron torturadas y asesinadas, hechos que están documentados–, Rivera dice que “cada quien cumple un papel; nosotros, el de seguir exigiéndole al Estado que no puede transar en la búsqueda de los ciudadanos que un día los tomaron y los hicieron desaparecer. En el Parlamento hay personajes dispuestos a mentir y pasar por sobre la hija de un detenido desaparecido o de la esposa de un ejecutado político, es lo más perverso que se puede ver en un diputado de la nación. Esas acciones son de negacionismo acerca de lo que realmente pasó, pero el país que no tiene memoria no podrá seguir avanzando para que estos hechos nunca más ocurran”.
–El presidente Gabriel Boric anunciará un grupo de trabajo para establecer dónde están los restos de los desaparecidos y las circunstancias en que fueron asesinados. ¿Qué espera de este nuevo intento de establecer una verdad histórica?
–Los gobiernos nunca tuvieron la voluntad política para enfrentar el tema de los detenidos desaparecidos ni la tortura permanente que esto significa. Si ahora el presidente dice que vamos a buscarlos porque a todos nos hacen falta, esa frase lo hace amigable a nuestra causa. Nosotros trabajamos en una propuesta que ha sido incluida en ese plan de búsqueda, eso nos hace parte de este proceso. No sólo los queremos encontrar; también conocer el día que los toman, quiénes, cómo y por qué, todo ese proceso desde el día uno hasta que los entierran, el país debe saber lo que pasó con cada uno de ellos.
–¿Qué rol considera deben tener en este proceso las fuerzas armadas para que sea exitoso?
–Primero, terminar con el pacto de silencio que tienen. Los 50 años han pasado para ellos y para nosotras, nuestras mamás han ido falleciendo sin saber que pasó con sus familiares. Y ellos (los secuestradores, encubridores, torturadores y homicidas) también se están muriendo con esa verdad que saben, que la tienen, no nos cabe duda que las fuerzas armadas tienen la información, ellos saben qué hicieron con cada uno de ellos.
“Los archivos de las fuerzas armadas deben ser abiertos porque ese pacto de silencio de no sé cuántos años más. ¿Nosotras vamos a seguir luchando solas? Esa es la pregunta a la sociedad y al Estado, si tuvieron todas las facilidades para desaparecer a nuestros familiares, el mismo Estado debe hacer todo para encontrar la verdad de cada uno de ellos.
“Después de 50 años, las expectativas pueden ser muy altas, también muy pequeñas, pero están; siempre prefiero esperar menos a tener una expectativa muy grande, porque nos va a doler mucho más. Hay que pasar a lo concreto, encontrar a cada uno de nuestros familiares y a indicar todo el camino que recorrieron hasta el final.”
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–En torno a los 50 años hubo una discusión acerca del sentido de la conmemoración y hubo este discurso de dejar atrás el pasado. ¿Cómo considera que se ha resuelto?
–Quien quiera que se sienta demócrata y que quiera consolidar la democracia, no puede decir que para ciertas cosas el golpe de Estado fue malo y que para otras no lo fue tanto. Esas mediocridades no pueden ser, hay miles de chilenas y chilenos que no sabemos qué ha pasado con ellos. Por tanto, no es una búsqueda sólo de los familiares, debe ser de la sociedad completa y también desde el Estado, debe ser permanente, no puede ser que tenga un ciclo.
–¿Qué edad tenía usted en el golpe; qué recuerda, cómo lo vivió?
–Catorce años. Mi memoria debe ir más atrás, cuando vi a mis padres felices porque logran que el compañero presidente, así se le decía, fuera elegido por el pueblo, creo que eso años fueron los más felices de toda la familia que era muy aclamada para luego disolverse, cuando se llevaron a mi papá. Ese momento lo he recordado con tanto cariño toda mi vida y no puedo dejar de decir que nuestros familiares desaparecidos y ejecutados fueron parte de ese proceso de la Unidad Popular (UP), a ellos los asesinan y los desaparecen porque eran militantes de la UP, que estaba construyendo un sueño para Chile. Eso creo significó la UP y ese sueño se rompió el 11 de septiembre de la forma más macabra, con la ejecución y desaparición de miles de chilenos, partiendo muchos al exilio. México fue uno de los países que acogió a muchos y eso es un agradecimiento desde nosotras.
–La detención de su papá, Juan Luis Rivera Matus, en 1975, ¿cómo se entera y cómo asume que nunca más supieron de él?
–Yo era muy chica, éramos una familia muy unida, la mamá, el papá y siete hermanos vivos (uno había fallecido siendo bebé); mi papá era dirigente sindical, militante del Partido Comunista, y sabíamos que por eso lo buscaban; logramos que se pudiera ocultar pero llegó la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional) y lo detuvo en su trabajo…; son recuerdos tremendos, tengo la sensación de que fue ayer… yo llego del colegio, me bajo del bus, cruzo a mi casa y veo que la puerta estaba abierta de par en par y me digo que algo muy grave pasó. Ha sido el momento más difícil de entender; primero mi mamá destrozada, unos gritos de dolor profundo, creo que nunca más la escuché llorar de esa forma, ella tenía 42 años y se quedaba sola con siete hijos.
“Creo que fue el momento más duro porque no entendíamos si íbamos a lograr verlo o si se iba a salvar, ya había compañeros que llevaban uno o dos años desaparecidos, uno pensaba que no iba a pasar eso con nuestro papá. Así se fueron dando las cosas y en la medida del tiempo fuimos, no sé si aceptando, entendiendo que lo más probable era que no haya resistido porque se iba sabiendo cuáles eran las torturas, era muy difícil salir con vida, algunos sí sobrevivieron, pero la gran mayoría en esa época no sobrevivió, no volvió.
“Lo más valorable es que nuestras ‘viejas’ hayan salido desde el primer día, con los cojones digo yo, primero a preguntar por nuestros familiares todos los días y después a organizarse porque iban a poder hacer más cosas que buscar cada una por su cuenta, eso ha sido un balde de fortaleza a cada una de las compañeras que llevaban uno o dos años en esta búsqueda.”