El último lector | San José Agustín, forever
“Sin visible deterioro, el escritor José Agustín —y su espermático estilo— narra acuciosamente las desventuras de presidentes que, como todos sabemos, ya pasado el sexenio, siempre pintan para presidiarios”.
Con estas palabras, en la sala Bodegas de Santo Tomás, iniciaba la presentación del autor de “Tragicomedia Mexicana”: 1, 2 y 3 —la vida en México de 1940 a 1995—, quién “en un acto de inherente honestidad, no confunde las elecciones con la democracia, el miedo con la precaución, ni la televisión con la realidad”.
Eran años de innegable compromiso social, y en ese tiempo, 1997, publicaba mis escritos en una columna llamada “Luna láser” en el semanario “Siete Días” que, en la ciudad de Mexicali, coordinaba Sergio Haro Cordero (1957-2017). Gracias al periodista Arturo López Juan, el documento se publicó en “El Universal”, medio donde López Juan tenía la corresponsalía de Baja California. La fotografía que aquí se muestran, autoría de Enrique Botello, aborda a José Agustín en la sala de usos múltiples de Extensión Universitaria (UABC), horas antes de la presentación nocturna.
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“Tragicomedia mexicana”
«Título mejor no puede estampar esta trilogía de José Agustín: “Tragicomedia mexicana”. Nominación endemoniadamente envidiable, como sólo uno envidiaría al payaso que, desde la pista del Circo de “La Diaria Jodienda”, observando deleitado las mágicas piernas, realizando lentas tijeritas, de la bella mujer barbuda.
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Sin visible deterioro, el escritor José Agustín —y su espermático estilo— narra acuciosamente las desventuras de Presidentes que, como todos sabemos, ya pasado el sexenio, siempre pintan para Presidiarios —o, en su analfabeto defecto, para conferencistas—. Intelectuales de trama y palafrenero, de Letras Libres, Vuelta y sin retorno, unos de dictadura y otros de “dictablanda”, como lo son los de nuestra clase política que, en evidente pugna entre lo que discursan y lo que la realidad nos evidencia, desparraman su luenga intelectualidad en las páginas de oro de la gloriosa Historia Nacional, y no hay bronca, sólo entre ellos: Octavio Paz contra Gregorio Selser, Enrique Krauze contra Carlos Fuentes, Paco Taibo II contra Fernando del Paso, etc., etc. Funcionarios de alto nivel y baja moral, que entre su lástima hipócrita y su depredación despreciable ya sólo despiertan la franca carcajada, para desvelarnos la ingrata alegría de sobrevivirle a nuestro México, querido y lindo o lindo y querido, que ya no se sabe.
Le entras a José Agustín, levantas cabeza y observas atónito el lujo de miserias que permitiste, a ti y a los tuyos, sin saber cómo, cuándo, ni por qué… y en un estorboso momento de reflexión —lapSub Marcus (Herbert) — te cae el veinte como desde el vientre de una gaviota y lo único sano que puedes hacer es tú también cagarte de la risa…
Y no es para menos. Las babosadas, trágicas y presidenciables, en su gran mayoría, para desgracia nuestra, muy cristianamente nos “alto-representan”. Y esa coincidencia democrática, también llamada consciencia cómica, no nos puede engañar, porque la realidad como única verdad nunca nos miente, así lo diga Feli-pillo electoral, insistentemente por la TV, o en “La Comadre”, por la estación de radio ensenadense… Y de la prensa, mejor ni hablar.
Conocer las “Tragicomedias” de José Agustín es un acto inherente a la honestidad, sobre todo para no confundir las elecciones con la democracia, al miedo con la precaución, ni a la televisión con la realidad.
En las sociedades de consumo, como más mal que bien, lo es México, todo se reconsume. Tanto se consume lo políticamente incorrecto como poéticamente inoleoducto, indesusado, inimpactable…
Sr. Homero Aridjis: la historia oficial de la gran familia mexicana, pletórica de inexactitudes intencionadas y exaltaciones ociosas, hace voto incasto para linchar a los máximos exponentes del “cronismo” mexicano, como lo es Carlos Monsiváis, seguido Elena Poniatowska y encumbrando a José Agustín, y con sus cabezas en el gran plato de plata de la burguesía “sangrilazuli”, mostrarnos la Visa en la Tele para apaciguar nuestras ansias rebeldes de atentados trasnochados.
Un México que no tolera perder por perder el poder, pero que está abierto, como rana en clase, a la invasión… ¡Qué digo!: la “inversión extranjera”. Un México patas arriba, donde las derrotas nos estimulan y los triunfos nos desalientan. Envidiosos, como la chingada, estamos siempre copiando las vilezas burocráticas y aplicándolas a nuestro entorno: familia, escuela, trabajo o cualquier pendejo paraisito que nos haya deparado el destino, agradeciendo nuestro “yupismo” Azteca.
Desacercarse a la obra de José Agustín y tomar partido rojiverde, blanquiazul, negriblondi, en la Historia Oficial, es como si uno fuera a lavarse —y esto no es ningún albur— la cabeza por dentro en el torrente fresco que debería ser toda memoria histórica y encontrase sólo un pinchurriento chorrito culero…
En cambio, acercarse a la obra de José Agustín, sobre todo a las “Tragicomedias”, es darse un requetechapuzón de los más desnudos, que uno sale de esas aguas como el “buey” del comercial de los jabones mágicos “que te devuelven a la vida”, como algunas buenas drogas, y entonces te avientas, no sabes ni cómo, cuatro palos de vuelta entera en el “partido” de la noche.
José Agustín, y esta cascada de justas revelaciones, nos evidencia que el ejercicio de la observancia crítica, aunado al de la escritura certera, suele tener, la más de las veces, resultados incómodos para aquellas buenas almas, de Dios y el Partido, que promulgan el deterioro irresponsable en una Nación…
Y como un barco en medio de la tormentón económico, la propuesta de José Agustín lucha —hoy por hoy— por reivindicar la ruta sacando a las ratas por fuera de borda, aunque sea de una manera tan confortable y a la mano como lo es el libro, sin olvidar que éste es un arma casi única en contra de la ignorancia y la idiotez.
Porque como bien dijo Ernesto Sábato: “El escritor debe ser testigo insobornable de su tiempo, con coraje para decir la verdad y levantarse contra el oficialismo que, enceguecido por sus intereses, pierde de vista la sacralidad de la persona humana”.
Es por eso que José Agustín y sus “Tragicomedias Mexicanas”, no pueden ponerse del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen…»
Por todo y por siempre, San José Agustín…
raelart@hotmail.com