publicidad
Información General

La cúpula política estadunidense, entre problemas geriátricos y de credibilidad

Por: David Brooks y Jim Cason / La Jornada

Nueva York y Washington, 8 de noviembre.- A un año de la elección presidencial, un candidato con 91 cargos criminales en su contra, incluyendo algunos relacionados con un intento de golpe de Estado y que además ha sido declarado culpable de violación sexual, está empatado o le está ganando en los sondeos al presidente de Estados Unidos.

Un intenso debate sobre las razones por las cuales el ex presidente Donald Trump no sólo es el favorito para obtener la nominación presidencial de un Partido Republicano que se ha subordinado a él, sino que por ahora podría derrotar al presidente demócrata Joe Biden, ya abruma el ámbito político-electoral un año antes de la próxima elección.

Tal vez el factor clave en esta contienda es que las encuestas y entrevistas con votantes registran una creciente falta de confianza en el sistema político de este país, así como dudas profundas sobre las capacidades del elenco de candidatos que quieren dirigir a este superpoder.

Una portada de The New Yorker de hace unas semanas intenta capturar parte de este escenario con un dibujo de los dos principales contendientes presidenciales y los líderes del Poder Legislativo, todos empujando sus caminadoras en lo que titula «la carrera electoral».

También te puede interesar: Trump, genio o imbécil, es de nuevo el republicano favorito

La contienda presidencial estadunidense está encabezada por un mandatario de 80 años, y un ex presidente de 77 (Trump fue la persona más vieja en ser electa para un primer periodo en la Casa Blanca, hasta que Biden le ganó). El liderazgo en el Congreso también es de la tercera edad: el líder republicano del Senado, Mitch McConnell, de 81 años y quien literalmente se ha quedado congelado ante las cámaras en varios momentos recientes, competía con la hasta hace poco líder demócrata de la cámara baja Nancy Pelosi, de 83. Y la figura nacional progresista más destacada, el senador Bernie Sanders, tiene 82 años; algunos han indicado que el elenco es parecido al de la Unión Soviética a fines de los 70 y principios de los 80 con Brezhnev.

La preocupación por la condición física y mental del presidente Biden, quien a veces se confunde al bajar de un podio (se le olvidó el saludo de mano a Lula, por ejemplo) y que de repente habla incongruencias, se ha vuelto tema electoral –algo incesantemente usado por sus contrincante y alarmando a sus simpatizantes. Según sondeos recientes, más de 70 por ciento de los encuestados expresó que Biden ya está demasiado viejo para ser efectivo otros cuatro años en la Casa Blanca.

Su contrincante republicano Trump, quien también de repente exhibe problemas de agilidad mental al expresarse, provoca, aunque mucho menos, preocupación por su edad entre los votantes (alrededor de 51 por ciento cree que es demasiado viejo, según una encuesta de la agencia de noticias Ap). Sin embargo, por alguna razón poco lógica, sus simpatizantes le siguen perdonando tanto su estado mental relacionado con su edad, como el hecho de que enfrenta cuatro acusaciones criminales que incorporan un total de 91 cargos legales por delitos graves.

Riesgo de deterioro de las instituciones

Pero más allá de sus edades, la cúpula estadunidense enfrenta una crisis de confianza pública que podría llevar a un mayor deterioro de las instituciones y procesos políticos estadunidenses, los cuales aún no se han recuperado de un intento de golpe de Estado por Trump en enero de 2021, ni de el asalto diario por el ex presidente sobre la credibilidad del sistema político.

Trump no ha dejado de insistir en sus argumentos falsos de que fue derrotado en su intento de reelección por maniobras ilícitas de los demócratas, incluyendo fraude, todo no sólo sin pruebas sino mientras él y sus cómplices son enjuiciados por mentir sobre ese asunto. Más aún, ha decidido atacar a sus contrincantes con etiquetas nostálgicas de la guerra fría, incluyendo el centrista demócrata Biden, acusándolos de ser “radicales: nuestra otrora bella república se está transformando en una dictadura marxista de hojalata donde el régimen de Joe Corrupto (Biden) está empleando al Poder Judicial no sólo contra un ex presidente… sino contra los ciudadanos… es un acto de interferencia electoral”, afirmó poco después de ser interrogado en el banquillo de los acusados en el juicio que enfrenta por fraude empresarial en Nueva York esta semana.

Por ahora, ni los 91 cargos criminales ni el hecho que fue declarado culpable de violación sexual en un juicio civil, que pagó para silenciar a una estrella de cine pornográfico, ni que fue investigado tanto por el Congreso como por las autoridades judiciales por su papel en promover un intento de golpe de Estado, ni que ha mentido sobre la elección entre tantas otras cosas, y tampoco su edad, han descarrilado la campaña de Trump, que sigue muy por adelante de otros aspirantes republicanos para la nominación de su partido, y lo tiene empatado o hasta superando a Biden en los sondeos nacionales.

Todo lo contrario ocurre con los demócratas, quienes a pesar de haber superado las consecuencias económicas y sociales de la pandemia, gozar de indicadores macroeconómicos positivos y de restablecer cierto orden y decoro en la operación del Ejecutivo después de la peligrosamente infantil estancia de su antecesor, su líder sigue a la defensiva. La aparente incapacidad del equipo de Biden de generar el apoyo y entusiasmo necesarios para impulsar su relección está preocupando a los estrategas y políticos, y eso ya es parte del debate público aun antes de que arranque en serio la elección.

Apenas 16% confían en el gobierno federal

Mientras tanto, el público estadunidense está harto de la política. Según un sondeo reciente de Pew Research Center, sólo 4 por ciento creen que el sistema político está funcionando muy bien, y 63 por ciento no tienen confianza en el futuro del sistema; sólo 16 por ciento sienten confianza en el gobierno federal, y seis de cada 10 expresan insatisfacción con los candidatos que se ofrecen; 65 por ciento dicen estar hartos y cansados cuando piensan en la política y 55 por ciento manifiestan estar enojados.

Eso explica, en parte, la atracción de Trump para muchos votantes, quienes escuchan su mensaje de que él está desafiando el establish-ment y que por ello ha sido perseguido judicialmente. Pero también indica un peligro mayor para los demócratas de que ese fastidio con toda la clase política no necesariamente se traduce en un voto para Trump y sus aliados, sino que podría llevar a que sectores claves sencillamente no voten.

Este es el escenario político en el cual arranca la contienda para determinar quiénes estarán al mando del país más poderoso del mundo.

Related Posts