Migración y alimentación: desafíos de salud en el camino hacia un nuevo hogar
Familias migrantes acampan entre los dos muros fronterizos en espera de ser recibidas por autoridades estadunidenses. Foto Omar Martínez / archivo
Por Mildren Porchas Quijada, Roxana Ruiz Valenzuela, Ietza Bojórquez | Voces de El Colef
La migración internacional es un fenómeno global que involucra a millones de personas en todo el mundo. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en el año 2020, aproximadamente el 3.6% de la población mundial, equivalente a 281 millones de migrantes, emprendió migraciones internacionales (OIM, 2021). Estas migraciones se deben a una variedad de razones, como problemas económicos, sociales, políticos, violencia y desastres naturales en los países de origen (Morris y Wrathall, 2009; CEPAL, 2021).
A pesar de que los migrantes abandonan sus hogares en busca de mejores oportunidades y para escapar de situaciones difíciles, se enfrentan a numerosas barreras durante su trayecto y en la búsqueda de asilo.
Entre estas barreras se encuentran la violencia psicológica, física y/o sexual, falta de asesoría legal, acceso limitado a la salud y la inseguridad alimentaria (Deschak et al., 2022; Infante et al., 2020; Servan-Mori et al., 2014). Respecto a esta última, en el caso de las personas migrantes en tránsito por México es particularmente preocupante el tema, ya que se ha reportado que estos experimentan dificultades para acceder a alimentos adecuados y que alrededor del 74% de los migrantes se encuentran en algún nivel de inseguridad alimentaria, yendo desde solo tener un tiempo de comida al día hasta no tener nada que comer en uno o varios periodos de 24 horas (Aragón Gama et al., 2020). De acuerdo con datos de las Encestas de Migración en las Fronteras de México (EMIF) (www.colef.mx/emif), en 2019 el 33.9% de los migrantes guatemaltecos devueltos a ese país por las autoridades migratorias mexicanas, había experimentado falta de alimentos durante su trayecto por México.
En las ciudades de la frontera norte de México, decenas de miles de personas migrantes permanecen varadas por largos periodos, a la espera de poder llegar a su destino final en Estados Unidos. Durante este tiempo, es posible que muchas de estas personas experimenten inseguridad alimentaria. En Tijuana, las organizaciones de la sociedad civil son fundamentales para subsanar este problema, ya que proporcionan apoyo alimentario tanto a las personas que permanecen en albergues como a otras a través de comedores, donación de despensas y otras estrategias.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), en su informe “los desafíos de la migración y los albergues como oasis: encuesta nacional de personas migrantes en tránsito por México” hace referencia a estos albergues como espacios en los que los migrantes pueden hacer una pausa en su viaje sintiéndose seguros y atendidos. Sin embargo, la falta de recursos en los albergues les dificulta en ocasiones ofrecer una alimentación suficiente y equilibrada ya que las donaciones suelen estar compuestas principalmente por cereales y leguminosas, con pocas frutas, verduras y proteínas de origen animal (CNDH, 2018).
Esta situación puede resultar en daños a la salud, desde desórdenes estomacales hasta cuestiones a mediano plazo como el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas. Otro aspecto que puede aumentar el riesgo cardiovascular en los migrantes, especialmente aquellos que permaneces por la situación de estancia prolongada, es el sedentarismo que experimentan en los albergues mientras esperan una resolución a su proceso migratorio (Rosenbaum et al., 2015). Aunque se trata de temas importantes, son poco abogados por quienes trabajan en los temas de migración y salud en México,
En una investigación que se encuentra en curso, realizada por las autoras en un albergue en la ciudad de Tijuana, Baja California, se indagó acerca del consumo de alimentos, así como de la actividad física que las personas migrantes adultas realizaban. Se pudo observar que los principales alimentos consumidos son carbohidratos refinados o industrializados como el arroz blanco, galletas, papas fritas, pan dulce, etc., frijoles refritos, tortilla de maíz y refrescos. Al igual que lo observado por la CNDH, el consumo de frutas y verduras fue prácticamente nulo. Por su parte más 60 % de los migrantes tenía una actividad física baja o no realizaba ninguna. Estos hallazgos son preocupantes, sobre todo si consideramos que algunos de estos migrantes permanecen hasta un año o más dentro de estos albergues, por lo que se trata de una situación que podría tener consecuencias en su salud más allá de lo inmediato.
En conclusión, la migración internacional plantea desafíos en salud significativos, tanto durante el trayecto como en los albergues o comunidades donde las personas migrantes se establecen temporalmente. La inseguridad alimentaria, la alimentación inadecuada y la falta de actividad física son fenómenos preocupantes que afectan la salud y el bienestar de esta población vulnerable. Es fundamental abordar estos desafíos y garantizar el acceso a una alimentación adecuada y equilibrada para los migrantes, así como promover el acceso a una dieta saludable y la actividad física en cantidad adecuada.