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Cultura

Annie Pardo: no hay país que progrese sin conocimiento

Por: Alondra Flores Soto

Ciudad de México, 21 de mayo.-Annie Pardo Cemo, bióloga mexicana galardonada con el Premio Nacional de Ciencias 2022 por sus contribuciones a la biomedicina, expresa con fuerte convicción: “la importancia de la investigación es ir creando una tradición en el país, porque sin investigación no avanzamos”.

En entrevista con La Jornada, en medio de la alegría por el reconocimiento, considera que tenemos poco desarrollo científico, entonces hay que impulsarlo fuertemente debido a que no hay país que progrese sin conocimiento y sin que se den condiciones para innovar.

En su biblioteca con estantes repletos y fotografías con la historia familiar, así fluyó la conversación matutina en la casa de la científica de 82 años, mientras el sol se filtraba por la ventana y un libro a la espera sobre la mesa: Ciencia y vida se lee en el título en la portada, que bien podría definir la entrevista con la profesora emérita, quien por más de medio siglo se ha dedicado al conocimiento de las células a la par de la docencia en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

“Aunque ya tardíamente a mi edad, el hecho de ganarme este premio, habiendo hecho investigación toda mi vida en una facultad, también es otro logro, porque si analizas gran parte de los premios nacionales que la universidad ha obtenido, la mayoría pertenecen a institutos porque ahí están dedicados a la investigación, mientras que en la facultad estamos dedicados a la docencia y la investigación”, celebra estudiosa, quien nació en 1941 en la Ciudad de México.

Es una de los cuatro estudiosos que fueron reconocidos con el Premio Nacional como se dio a conocer en el Diario Oficial de la Federación, en reconocimiento a sus aportes al desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación, junto a Edda Lydia Sciutto Conde, Roberto Escudero Derat y Gustavo Mora Aguilera.

“Hacer investigación es la manera de aprender a preguntar. Uno estudia ciencia y pues muchas veces da la impresión de que ya está todo dicho, ¿quién va superar a Einstein, a Darwin, a Watson y Crick?, pero lo importante en la educación con los jóvenes es que aprendan a preguntar el por qué de las cosas. Y claro, como cada vez conocemos más y sabemos más, eso abre nuevas preguntas.

“Creo que ahora me gusta más la carrera de biología que cuando estudié, porque tengo tantas preguntas, me van a faltar años para entender algunos de los fenómenos que actualmente se están estudiando”, habla con emoción al ver cómo se han formado sus estudiantes y colegas más jóvenes, “ahora aprendemos de ellos. A estas alturas de mi vida me puedo quedar tranquila en que hay generaciones adelante que van a continuar, han aprendido y que tienen sus propios impulsos.”

La científica destaca la importancia de hacer difusión sobre qué es la ciencia y sus aportaciones. “Y a los jóvenes decirles ‘no hay nada que no puedan hacer. Si les gusta algo, insistan’. La obligación del Estado es que tengan un lugar a dónde ir. A las mujeres, más que nada, por favor no se limiten a las tareas tradicionales que la sociedad les impone”.

En su propia biografía de ciencia y vida se agrega un capítulo especial sobre sus convicciones por la izquierda. “A la UNAM no sólo le debo haber aprendido biología y a aportar conocimiento, sino le debo aprender a volantear, a pintar camiones, a participar en manifestaciones”, expresa la egresada de la Facultad de Ciencias, donde afirma adquirió conciencia social y política, pues era una facultad muy politizada. “Ahí se conjuntaron una serie de cosas, marcó mi personalidad y mi vida”, rememora.

“Siempre tuve inquietudes, pero donde formé mi aspecto ideológico fue en la UNAM. Cuando estudié ocurría el movimiento ferrocarrilero, el del magisterio, la lucha por la defensa de Cuba. Estábamos en la calle los estudiantes, protestando y aprendiendo.”

Un momento difícil en su carrera, aún muy joven, fueron las consecuencias de involucrarse en el movimiento estudiantil de 1968. La bióloga participó en la Coalición de Profesores de Enseñanza Media y Superior como representante de ciencias biológicas, al final del conflicto, cuando “reprimieron el movimiento”, le quitaron la plaza para dar clases y la beca en el Instituto Politécnico Nacional, ya casi por concluir su posgrado en bioquímica. “Despedida por órdenes superiores” fue lo que consignaron al momento de su cese. “Me quedé con el posgrado suspendido y sin trabajo”.

Entonces regresó a la UNAM, pero no le reconocieron sus créditos, “tuve que empezar desde querido lector”, hacer su maestría y doctorado nuevamente desde cero, “de manera que hacer el posgrado a mí me llevó 10 años o más”. Fue el lugar donde desarrolló su carrera, “eso de alguna manera marcó mi línea de investigación”, pues en su alma mater fue el encuentro con Ruy Pérez Tamayo, médico y divulgador de la ciencia, quien fue su tutor de tesis y la inició en los estudios de patología experimental, así como el estudio de la fibrosis.

“Son cosas serendípicas”, reflexiona, pues quien sabe cuál hubiera sido el rumbo de seguir en el Poli. “Hay circunstancias en la vida que a uno lo van enfrentando a nuevos retos, no hay más que aprender de ellos.

“Siempre me había gustado la parte de la biología que tenía más que ver con la investigación biomédica, que con los recursos naturales. La biología celular, la molecular, la bioquímica siempre fueron más cercanos a mis temas de interés”, narra sobre este periodo de su formación que marcó el resto de su vida.

“Me enfrenté a dos cosas. Claro, al hecho de ser mujer, pero además al hecho de ser de izquierda”,manifiesta.

A casi 65 años de iniciar sus estudios reconoce que como científica mujer se tienen más obstáculos a vencer que un compañero varón. En la carrera de biología había más mujeres que hombres, pero la mayoría abandonaba desde el primer año. “En esas épocas, en las carreras en las que había mujeres, pocas terminaban. Ya en la maestría y doctorado se veían cada vez menos. Las mujeres estamos enfrentadas a la limitación biológica de que tienes una época en la vida en la que quieres tener hijos y no puedes postergarlo. Sobre todo, una vez que terminabas, las oportunidades de trabajo eran mucho menores”.

Colaboración con el INER

En el laboratorio, uno de los temas fundamentales de la doctora Annie Pardo son las enfermedades pulmonares fibrosantes, es decir, las que causan inflamación y cicatrices en este órgano que nos permite respirar. Son muchas las que existen, como el EPOC, las provocadas por estar expuesto al silicio o al asbesto, y hasta las producidas por los antígenos de palomas, como son las plumas y el excremento.

El interés de la doctora Pardo por cultivar células de lesiones fibróticas la llevó a una estancia en San Luis, Misuri. A su regreso, ya integrada a la Facultad de Ciencias, buscó a quienes trabajaban con enfermedad humana para tener muestras de biopsias para cultivar en el laboratorio. Así desde hace más de 35 años mantiene una colaboración con el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), con investigación, modelos experimentales y cultivo de tejidos. Hace una década se fundó la unidad de biopatología Ciencias-INER. Aprenden mutuamente y de manera multidisciplinaria.

La pandemia de covid fue un momento en que la fibrosis apareció entre los enfermos. En ese tiempo de la cumbre de la crisis la universidad prácticamente cerró sus instalaciones, sin poder entrar al laboratorio y el INER se dedicó por completo a la atención de pacientes. La investigación se detuvo, pero ahora aprenden sobre cómo enfrentar las secuelas, “como nosotros estudiamos fibrosis, es decir, el resultado final de muchos padecimientos intersticiales del pulmón, estamos interesados en entender si esto es una causa de fibrosis a largo plazo”.

La científica, que dudosamente personifica su edad octogenaria, habla con gusto por su saber, al que le ha dedicado casi toda la vida. Su curiosidad por saciar las preguntas no las hizo aislada en un laboratorio, sino al lado de la formación de numerosas generaciones que han pasado por la facultad de Ciencias.

“¿Por qué decidió estudiar biología?”, se le cuestiona y responde: “En nuestra educación en México uno tiene que tomar decisiones demasiado temprano”. En su caso, entró a la universidad a los 16 años, obligada a elegir, no podía estudiar arquitectura o diseño porque sabía sus limitaciones. “Me gustaba filosofía o medicina. Tuve buenos maestros de biología en la prepa, eso es lo que a uno finalmente lo va definiendo”.

La vocación por la enseñanza inició al igual que la formación universitaria. “Empecé dando clases desde que estaba en la facultad, daba laboratorio en la Prepa 2. He dado clases en secundaria, preparatoria, licenciatura y posgrado. Nada más me falta la primaria. Pero he abarcado los distintos niveles y toda mi vida he dado clases, siempre, siempre. Trabajo en una facultad y, eso ha sido una gran batalla que se ha ganado, antes estaban dedicadas nada más a la docencia, la investigación se hacía en los institutos. Es fundamental desde los primeros años que los estudiantes ya se involucren en la investigación y los maestros entusiasman hacia eso”, observa.

“Tenemos la fortuna de que hay muchos jóvenes, debemos dar la oportunidad a todos ellos, que no se queden sin lugar para la universidad. Nuestro país es muy desigual.”

Un mensaje de WhatsApp de una amiga fue la forma en que se enteró que había sido reconocida con el Premio Nacional de Ciencias. Ya llevaba varios meses a la espera, pues la convocatoria cerró desde el año pasado. Primero fue la sorpresa y el gusto. La noticia no se hizo esperar en el chat familiar, donde abundaron las felicitaciones de sus seis nietos y sus tres hijos, Julio, Adriana y Claudia, ésta última la jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Un abundante ramillete carmesí de rosas luce como testimonio de la felicitación familiar en la sala de la casa de Annie Pardo.

“Le digo a Claudia: ‘ya me siento como tú porque fui a un evento y te estaban sacando fotos por todos lados. Tuve mis minutos de gloria’”, bromeó con su hija.

Su aprendizaje de los movimientos sociales también fueron heredados a las siguientes generaciones. “No había duda aquí, esta era una casa de izquierda”. Relata que desde chiquitos discutían temas del periódico, las asambleas en la facultad de Ciencias, la situación en Latinoamérica. “Claro, Claudia fortaleció, desarrolló y engrandeció todo esto, ella sí con una militancia mucho más activa y no se diga ahora, en estos momentos de un intento de transformar a este país, que ha sido el gobierno de Andrés Manuel, ella ha sido una pieza muy importante en la Ciudad de México.

“Siempre pienso: si hubiera tenido un hijo de derecha, lo hubiera querido igual, ni modo. Pero la verdad hubiera sido un problema en las comidas familiares”, ríe. Enseguida agrega: “he sido afortunada y mis hijos son un motivo de orgullo. Los tres son maravillosos en sus propias disciplinas y características.

“Ahora, Claudia, evidentemente está en una posición que podría ser la primera Presidenta de México. Se dice fácil, pero ha sido producto de un trabajo arduo, constante, dedicación. Es realmente admirable el esfuerzo, energía, pasión y conocimiento que ella le dedica a su actividad, ahora como jefa de Gobierno, antes como delegada de Tlalpan y a su carrera científica. Creo que sí tiene altas posibilidades de ser la Presidenta de México.

“Claudia cree en la ciencia. Sabe que para el progreso de este país no podemos prescindir de la innovación, de la ciencia y que entonces en esa medida es importante seguir fortaleciendo”.

Lanza enfática, amorosa: “Sin regateos, es un orgullo Claudia”.

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