Ken Salazar y el buen momento bilateral
El embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, expresó que debe tenerse un “respeto absoluto a la soberanía de México y a la estrategia de seguridad impulsada por el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador”.
Incluso, cuando se le preguntó por los graves episodios de violencia que tuvieron lugar la semana pasada en varios puntos de Jalisco, Guanajuato, Chihuahua y Baja California, Salazar reconoció la preocupación de su gobierno y el hecho de que la inseguridad también afecta a sus conciudadanos radicados en nuestro país, pero resaltó el entendimiento y el compromiso de colaboración con las autoridades mexicanas.
En una apreciación que no pudo sentar bien entre la derecha local, manifestó que los buenos niveles de seguridad que se tienen en Aguascalientes, con cuyo gobernador sostuvo un encuentro, se explican en parte por la coordinación existente con el gobierno federal.
Rara vez las declaraciones de un representante estadunidense resultan insólitas en un sentido positivo, pero éste es el caso con lo dicho ayer por el diplomático.
Si es extraordinario que Washington se abstenga de emitir “recomendaciones” o directamente tratar de imponer políticas a otras naciones, lo es más que este apego a la legalidad internacional y las buenas maneras se dé en el ámbito de la seguridad, el cual ha sido durante décadas su caballo de batalla para entrometerse en los asuntos de toda Latinoamérica.
Aunque voceros de la oposición mediática han pretendido individualizar el buen momento de la relación bilateral en el vínculo personal del embajador Salazar con el presidente López Obrador, está claro que el oriundo de Colorado no hace declaraciones públicas a título propio, sino a nombre de un gobierno y en representación de una postura oficial.
Esta postura puede variar en el futuro, pero debe reconocerse que en la actualidad conlleva el pleno reconocimiento a las potestades mexicanas, e indica el éxito de la Cuarta Transformación al reformular la política exterior en un sentido que recupera lo mejor de la tradición diplomática nacional.
Y según se ve, en Washington se empieza a tomar nota de la convicción soberanista mexicana y comienza a abrirse paso la idea de que los desafíos comunes se pueden llevar a buen término siempre y cuando se mantenga un irrestricto respeto a nuestra independencia y autodeterminación.