publicidad
Opinión

El último lector | Sendero de luz a la morada de los suicidas / Rael Salvador

Por: Rael Salvador

Rubén Rivera exhuma poesía de los territorios de la muerte: esboza –con el estilete del verso, en los duros anales de las despedidas– la vulnerabilidad siempre transitoria de toda realidad; ofrece nombres –Maiakovski, Berryman, Nerval, Cela, Pavese, Acuña, Cuesta, Plath, Pizarnik…–, hojas decisivas, quebrantamientos en el suelo de las letras y entrega un silencio de palabras mínimas.

Para tomar los frutos de sus chispas, no necesita sacudir el relámpago de la biografía, pero sí su belleza, esa perra centelleante que no vacila en ofrecer dentelladas a quien se atreve a echar mano de los hijos de la memoria.

Retentiva a la gloria de la desesperanza y el desaliento. Homenaje, más que peritaje: porque toda memoria es un hocico de luz donde aún bailan el eco y las sombras de los recuerdos.

Suicidarse es saber retirarse a tiempo.

“Sendero de suicidas”, Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2021, del conocido poeta Rubén Rivera (Guasave, Sinaloa, 1962), fue elegido por unanimidad –entre cerca de trescientos trabajos concursantes–, destacando su construcción unitaria (en cuanto al abordaje del tema), pero sobre todo “por el tono y la tensión que mantiene en cada uno de sus poemas. (…) Un monumento a la vida al poetizar sobre la muerte”.

El criterio del jurado –integrado por los poetas e investigadores Silvia Tomasa Rivera, Baudelio Camarillo e Israel Ramírez– apela al lenguaje directo, la brevedad y concentración de cada poema que, al mantener una atmósfera sostenida, “consiguen  sintetizar y trascender la impresión trágica de los instantes previos al suicidio de los personajes abordados”.

El más prestigioso premio de poesía del país, “El Aguascalientes”, desde su fundación, en 1968, es un acontecimiento editorial de mayor importancia para la Historia de la Literatura Mexicana, galardón que ha recaído en poetas de la talla de Juan Bañuelos, José Emilio Pacheco, Elsa Cross, Myriam Moscona Elías Nandino, Óscar Oliva, Eduardo Lizalde, Elena Jordana, Coral Bracho, Efraín Bartolomé, Miguel Ángel Flores, Francisco Hernández, Fabio Morábito, por sólo nombrar una desordenada remesa de primer orden… 

Como sabemos, el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes “es tributario de una noble y perdurable tradición”, ya que en su primera etapa, por cerca de cuatro décadas (de 1931 a 1967) fue conocido con el nombre de “Juegos Florales Aguascalientes”, certamen que rápidamente adquirió presencia nacional y extranjera, “debido a la calidad de poemas y autores que fue reconociendo” –ofrendando riqueza a la literatura de habla hispana–, hasta llegar, en esta su larga travesía de perdurabilidad y décadas, a distinguir al poeta Rubén Rivera por su templado libro “Sendero de suicidas”.

He leído con entusiasmo los anteriores trabajos del poeta premiado –“Caravana de sombras”, “Al fuego de la panga”, “Flores y relámpagos” o “Fulgor del regreso”–, que identifico, siembre vívido de entusiasmo –o bebido a la salud de la vida, que viene siendo lo mismo–, los atributos y la claridad que encaminan a la encrucijada de la lectura y, como una mosca vieja, voy paladeando de a poco la miel de la morfina poética, esa luz blanca que se complace en lo dulce y en lo irritable, en lo trascedente y lo inmutable, en la dicotomía que sólo versos impares, inigualables, logran conciliar.  

Imperio de musgo y escafandra –versión del abandono de la vida a fuerza de voluntad, que Rivera especifica en diez disecciones de grupos afines: bala, agua, soga, gas, veneno, barbitúricos, anhídrido de carbono, raíles, vacío y diversos–, imperio que asciende, como descarga de apariciones en los cruces de camino, en estos senderos de suicidas…      

raelart@hotmail.com

Related Posts