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Región

A los migrantes en El Chaparral los mantiene la esperanza de que EU los “deje pasar”

Por: Alejandro Aldán/ La Jornada Baja California

Tijuana, 14 de junio.- Marisela y su familia llevan alrededor de 4 meses en el campamento de El Chaparral. Viajaron desde Honduras hace dos años con la esperanza de que el gobierno estadounidense les brindaría asilo político. Hoy, en la explanada que normalmente lleva a una puerta de acceso al país vecino -cerrada por la pandemia-  sus hijos y ella son parte del panorama de casas de campaña, niños jugando, baños públicos y una comunidad de migrantes, alrededor de mil 500, que deambulan en el cruce fronterizo. 

El campamento empezó a instalarse una noche, en la víspera de la toma de posesión del presidente Biden, en enero pasado. Muchos migrantes van y vienen de los albergues a la explanada. La larga espera y las dificultades para cruzar a Estados Unidos los han obligado a integrarse al mercado laboral en México de manera intermitente como vendedores ambulantes. 

Con el sentimiento a flor de piel, que se cuela por su voz entrecortada, Marisela, repite una historia muchas veces escuchada, pero a ella contarla la desborda porque es la suya. 

Está buscando una mejor condición de vida para sus hijos, entre ellos una niña de 9 años que padece hipotiroidismo congénito con secuelas de discapacidad intelectual y retraso del crecimiento; “por eso mismo hemos venido sufriendo (su esposo y tres hijos), por ella estamos aquí”, apuntó.

“Está bien difícil la situación en Honduras por falta de empleo, por eso de las pandillas, por eso mismo uno viene huyendo de allá. Por la pobreza, porque no hay dinero ni trabajo, por eso uno se viene para acá a México”. 

En su espera indefinida para recibir asilo político en Estados Unidos, los migrantes en Tijuana han optado por realizar actividades laborales informales, como vender productos en el cruce fronterizo entre México y Estados Unidos.

De acuerdo con los datos de las Encuestas sobre Migración en las Fronteras de México (Emif), durante 2019, los migrantes en México han realizado actividades laborales relacionadas con el sector agropecuario (51.9 por ciento), al comercio (18.1 por ciento) y a la prestación de servicios domésticos (6.1 por ciento).

Marisela y su familia llevan dos años en México tratando de cruzar a Estados Unidos, así que para mantenerse han fabricado flores en plumas y lapiceros, que su esposo e hijos venden en la garita de San Ysidro. Sin embargo, en ocasiones la policía no los deja, les exige conseguir un permiso para poder vender productos en las calles.

“Por lo mismo de la economía, no nos dejan trabajar, y uno como va a generar ingresos sin trabajar. Mi esposo siempre hace la fuerza, pero no los dejan vender en la línea. Hay gente de buen corazón cuando los miran vendiendo le dan 5 dólares”.

Para que las personas en contexto de movilidad puedan laborar formalmente en México, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) detalló que los migrantes tienen que solicitar el otorgamiento de la “Tarjeta de Visitante por Razones Humanitarias”, la cual les permite desplazarse con libertad, así como acceder a oportunidades de empleo en el territorio nacional.

De acuerdo con información del Instituto Nacional de Migración (INM), en 2019, se tuvo registro de 11 mil 997 solicitudes para obtener la “Tarjeta de Visitante por Razones Humanitarias”, de las cuales, 2 mil 827 de las solicitudes fueron de niñas, niños y adolescentes y 9 mil 170 de mayores de 18 años.

Los migrantes del campamento El Chaparral, en gran medida, han podido cubrir sus necesidades básicas gracias a las donaciones realizadas por miembros de la sociedad, asociaciones civiles y grupos religiosos.

Al respecto, Marisela precisó que en el campamento hay una cocina que les proporciona comida gratuita, y que grupos religiosos se encargan de llevar pañales, ropa y zapatos para las familias que pernoctan en el cruce fronterizo.

Por su parte, Edgar Adonis, migrante hondureño, dijo que las casas de campaña en las que viven se las regalaron y especificó que los inicios del campamento fueron difíciles, ya que para entrar al baño tenían que pagar 15 pesos de entrada y de 50 a 80 pesos para poder bañarse. Pero actualmente les fueron instalados baños de uso gratuito.

En cuanto a la atención médica, la mujer hondureña explicó que su hija de 9 años tiene que tomar medicamentos, los cuales no ha conseguido por falta de dinero: 

“Siempre vienen los de los derechos humanos (CNDH), a veces se ponen a platicar con las personas de las necesidades que tienen, pero no ha habido resolución de nada. Igual yo hace como dos meses y medio llené una encuesta, que es una encuesta supuestamente de la ACNUR (La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), la llené y me llamaron para verificar todo lo que yo puse en la encuesta.”

“La encuesta es para plantear uno su caso de porque andamos aquí y si hay personas que necesitan atención médica, y sí, yo les dije que mi nena necesitaba atención médica por su problema. Estoy esperando a ver si me dan una respuesta”.

A cuatro meses de que fue instalado el campamento, los migrantes mantienen la esperanza de recibir asilo político en Estados Unidos. Porfirio, migrante de El Chaparral, mencionó que llegó “buscando una vida mejor, porque allá, en nuestro país (Honduras) no hay nada, no hay trabajo, la economía, todo, y pues aquí buscando algo, como dicen, el sueño americano de uno”.

  • Hoy, en la explanada que lleva a una puerta de acceso a Estados Unidos, el panorama es de casas de campaña, niños jugando, baños públicos y una comunidad de migrantes. Foto Sandra Muñoz

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