La última y nos vamos: la despedida presidencial
Ciudad de México, 30 de septiembre. A las afueras de Palacio Nacional la fila de reporteros esperando pasar es casi tan grande como el número de ciudadanos presentes solo para despedirse de Andrés Manuel López Obrador. Entre la multitud de reporteros y ciudadanos algunos vendedores aprovechan para empezar su día, y mientras algunos de los representantes de los medios de comunicación se agrupan para comprar el primer (pero definitivamente no el último) café del día, uno de ellos se pregunta «¿habrá soñado con este día el presidente?».
Esa es una pregunta difícil de responder. En la política mexicana se dice que aquel que dice que no sueña con la banda presidencial está mintiendo o es tonto, pero no hay en la jerga política una frase que encapsule el final de un mandato. La silla presidencial (embrujada o no) sigue siendo el deseo de muchos, aun si pocos de ellos pueden descifrar el peso que representa el liderar un país.
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¿Pero quién soñaría con el final de su mandato? López Obrador nunca ha sido recatado a la hora de recordar, tanto a sus aliados como a sus adversarios, que el veredicto final sobre las decisiones que tomó en este sexenio que termina lo tendrá la historia y que él no es en realidad el final de su movimiento.
«Le voy a entregar la banda a una humanista (…) Es difícil que se encuentre en la historia una transición como la que estamos viviendo. En lo personal me siento muy satisfecho con el trato de la Presidenta (Claudia Sheinbaum Pardo) hacia mí, un trato de respeto, hasta el final, porque cualquier otro acomplejado, lo primero que hubiera hecho habría sido negarme, o empezar con indirectas a cuestionar lo que hemos conseguido entre todos, para diferenciarse, pintar su raya, o con golpes espectaculares», asegura López Obrador en los primeros minutos de su última conferencia mañanera.
Cuando entra en el Salón Tesorería de Palacio Nacional, algunos periodistas lo reciben a gritos de «Es un honor estar con Obrador», y los otros los silencian con chiflidos. Un microcosmos de la relación que ha mantenido el Presidente con la prensa, no solo durante su tiempo en el mandato, sino durante toda su carrera política, que de acuerdo con él llega a su final el 1 de octubre, cerrando un ciclo histórico y un episodio más en el complejo transitar político de México.
La conferencia y las redes
Antes de despedirse oficialmente, en su conferencia mañanera mil 438 López Obrador hace un recuento de su impacto en la Presidencia y en el país, un último “¡hurra!” a sus seis años de gobierno, contabilizado con datos y cifras de diversos organismos, acentuados con gráficas, que a minutos de ser expuestas ya están siendo discutidas y desmentidas en redes sociales, el otro gran aspecto del tiempo que Andrés Manuel López Obrador estuvo en la Presidencia.
El mandato del tabasqueño no se puede entender si se excluye a las redes sociales y a los personajes que la habitan. Para la vieja guardia del periodismo estos nuevos personajes son quimeras, pastiches de ideas y propuestas de forma, pero con poco o nada de fondo.
El grito más común en la conferencia es “¡bajen sus celulares!”. Son los fotógrafos, que se pelean espacio con las cámaras portátiles de los casi 100 reporteros presentes en el evento. Todos quieren la mejor imagen del presidente firmando las reformas a la Guardia Nacional y a los derechos de las comunidades indígenas, pero entre celulares, selfie sticks y tripiés, no todos alcanzan la imagen deseada.
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Entre el centenar de reporteros están aquellos que aún trabajan para los medios tradicionales, personas con décadas de experiencia que han tenido que migrar a plataformas digitales por necesidad, y aquellos que iniciaron sus carreras con poco más que un teléfono celular.
Fue mediante estos personajes y sus transmisiones mañaneras que López Obrador no solo ahondó su relación con quienes lo siguen desde hace décadas, también permitió a una nueva generación -a esos jóvenes a quienes les tocó escuchar sobre el Fobaproa y el desafuero mientras los llevaban a la escuela, para quienes el fraude electoral del 2006 no es más que una memoria de infancia-, construir una relación parasocial con el mandatario, una que pocos personajes en la política mexicana han sabido cultivar, conservar y crecer.
En este caso sería difícil darle todo el crédito al ex jefe de Gobierno de la Ciudad de México por esta victoria electrónica. Fue también la juventud que lo ha rodeado a través de los años la que ha empujado su imagen. Son aquellos que compartieron en sus páginas personales imágenes como la frase «un verdadero hombre no habla mal de López Obrador» acompañado de un esqueleto, o alguno de sus comentarios célebres acompañado de una canción popular los que han hecho de AMLO una figura indeleble en el mundo digital.
Anotaciones finales
Tras el recuento de logros y datos estadísticos, el Presidente se dispone a retirarse, pero su vocero Jesús Ramirez Cuevas lo detiene y le presenta un video musical armado con una canción inédita. El video combina discursos y mensajes de Andrés Manuel con la música que incluye la voz de su esposa Beatriz Gutiérrez Müller con diversos artistas, como Eugenia León.
Al final del video musical, de 6:22 minutos de duración, el tabasqueño se despide con la frase «ahora sí, a La Chingada», en alusión al nombre de su finca en Chiapas, donde ha anunciado que se retirará. El todavía mandatario observa el video-homenaje evidentemente conmovido.
En el convivio final López Obrador comparte por unos minutos la mesa con los periodistas que se amontonan para tener la imagen del presidente disfrutando de sus tamales de chipilín, una insignia de su administración y su forma de comunicar su muy personal estilo de gobernar.
Algunos reporteros durante la comida aseguran que le hizo falta algo a la mañanera, algún cierre con una frase como las muchas que acuñó durante sus 30 años de carrera política, pero cabe resaltar que durante las casi dos horas que duró la conferencia, varías de sus frases clásicas (y adversarios cotidianos) hicieron una aparición, entre las que destacan los antes mencionados España, sus adversarios y el Fobaproa, entre otros.
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Una vez terminado el convivo y antes de pasar a su último evento oficial, una comida con algunos líderes mundiales que se han dado cita en la capital del país para ver la transición, López Obrador presenta su retrato presidencial, que ahora decora una pared de Palacio Nacional.
Los otros retratos presidenciales los muestran pensativos, solos, separados de su contexto histórico, pero en su retrato Andrés Manuel está en el palco de Palacio Nacional, con la gente en el Zócalo, el lugar desde el cual le habló a México en cientos de ocasiones, y desde donde este primero de octubre Claudia Sheinbaum se dirigirá por primera vez al país como Presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.
Quizás Andrés Manuel López Obrador nunca soñó con el final de su presidencia, pero su retrato presenta la imagen con la cual desea ser recordado, frente a la gente.