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Canelo, campeón indiscutible de los supermedianos

Por: La Jornada

Riad, 4 de mayo. La primera noche árabe de Saúl Canelo Álvarez no fue una historia seductora, de esas que encantan a los espectadores como una ensoñación. Si bien ganó por decisión unánime ante el cubano William Scull, que exhibió dotes de atleta o escapista, el tapatío no parecía cómodo con el estilo del oponente. 

Como sea, ganó y sobre todo se anunció el verdadero pleito que espera ante uno de los mejores peleadores del momento, Terence Crawford, quien subió al cuadrilátero para anunciar el pleito en septiembre en Las Vegas y hacer el primer cara a cara de esa esperada cita.

Canelo recuperó ante Scull el cinturón que le faltaba, el de la FIB, para sumarlo a sus otras fajas, la del CMB, OMB y AMB y volver a ser campeón indiscutible de la división de los supermedianos.

El verdadero clímax fue cuando Turki Al-Sheikh, el ministro y responsable de llevar el deporte a Arabia Saudita, le entregó al Canelo un cinturón de oro y confirmó la pelea para el 12 de septiembre ante Crawford.

“Estaremos ante dos de las principales figuras del boxeo de nuestra era”, dijo Al-Sheikh.

Scull era un desconocido hasta que Canelo fue despojado por no aceptar la pelea obligatoria de la FIB para defender el cinturón de peso supermedio y el cubano se convirtió así en el campeón de ese organismo.

Ahora Canelo quería recuperar esa faja para volver a tener todos los títulos de la categoría. Un buen inicio para su etapa en Arabia, la primera de las cuatro presentaciones que acordó con los sauditas.

Aún así, Scull quiso apelar al prestigio que tiene la armada cubana de boxeo. Atlético, musculoso y ágil, pero sin trazas de representar un riesgo para el mexicano.

Mucha lona recorrida

Canelo, en contraste, ya tiene mucha lona recorrida y sabe administrar el riesgo. Aunque acumula ya varios combates sin lograr un nocaut, gana a partir de su experiencia y la técnica ensayada que se ha vuelto su forma natural de moverse. Avanzaba despacio, corpulento, como un toro que acorrala moviendo su colosal cornamenta en movimientos de péndulo.

Álvarez, lo ha reconocido, tarda en despegar en sus combates, empieza calculador y analítico y esta vez ocurrió lo mismo, aunque nunca pudo llegar al punto que ansiaba. Los primeros episodios avanzaba para cortarle las salidas a un Scull muy movido por los costados, pero con esa volatilidad que tienen las presas y no los depredadores.

El mexicano parecía impaciente porque aquello se convirtiera pronto en una pelea y menos en un juego táctico donde eventualmente hay golpes. El cubano logró levantarle la cara al pelirrojo con un uppercut en el quinto asalto, pero el mexicano sabe encajar golpes sin demasiados estragos. Canelo atacaba principalmente al cuerpo del rival, una estrategia tradicional que reza: pegar abajo para que la cabeza caiga sola. Pero conforme avanzó el tiempo, lució un poco ansioso por no doblegar al adversario.

No dejes que se crezca el cabrón, hay que ganar round a round. Déjalo que hagas sus mamadas, ese cabrón nunca se va a parar, así que no lo dejes”, le aconsejaba Eddy Reynoso, su entrenador que lo ha acompañado a lo largo de toda su carrera.

Scull bailaba de puntillas, como un diablo travieso que le aparece a los crédulos y los asusta con sus juegos de apariciones: aquí estoy, ahora estoy acá. Un trabajo de escapismo que no permitía que Canelo lo cerrara para que se luciera con el poder de su pegada.

El tapatío empezó a dar muestras de hartazgo. En su esquina no parecía a gusto y Reynoso le decía que caminara, que no se plantara y, sobre todo, que no descuidara la guardia.

Ese escapista cubano, sin embargo, exhibió unas piernas asombrosas, resorteaban de izquierda a derecha rítmicas y ágiles, como si hubiera trabajado sesiones interminables de atletismo o de salsa en una pista de baile. Y esa danza nunca llegó al esperado combate que adquiere tintes de guerra que todos quieren ver en Canelo. Será para otra ocasión.

Estela tricolor en Arabia

La estela de éxito global del Canelo tiene tanta fuerza que también sirvió para remolcar a otros peleadores mexicanos para presentarse en la nueva vitrina del deporte de élite mundial. La industria en este sector empieza a asentarse en Arabia Saudita, un reino que ha invertido cantidades extraordinarias de dinero para atraer los principales espectáculos y figuras que pueblan el imaginario.

No se trata de simple inversión estratégica en el sentido financiero, sino de poner la fortuna que proviene de las reservas de petróleo de ese país para cambiar su identidad global, señalados por las violaciones a los derechos humanos en el reino.

Uno de los mexicanos que viajaron en la estela cósmica del Canelo es Marco Verde, subcampeón olímpico en París 2024 que devolvió a México a los podios del boxeo, y debutó como profesional pero a lo grande, en el mayor escaparate que puede existir en este momento y como respaldo de la máxima figura deportiva de nuestro país.

Había nervios como nunca. Quizás era eso o el ansia de quedar que llevaron a Verde a vencer a su rival, el regiomontano Michel Galván Polina, en apenas 44 segundos que no permitieron ni hacerse una idea de lo que es este joven ya como profesional, pero que como amateur paralizó a México durante los Juegos Olímpicos del año pasado.

Por su parte, otro mexicano en Riad fue Jaime Munguía, quien tuvo su revancha y venció por decisión unánime al francés Bruno Surace –el mismo que le propinó su primer nocaut en su carrera el año pasado–. El tijuanense lo tuvo en mente para no volver a cometer aquel descuido que en un instante desesperado le costó una derrota demoledora en 2024.

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