Opinión

Transporte| Musa Verde / Horacio de la Cueva

Por: Horacio de la Cueva

La quema de combustibles fósiles es la causa principal del cambio climático global. La liberación de dióxido de carbono (CO2), principal producto de esta quema, intensifica el efecto invernadero de este y otros gases en la atmósfera y el planeta.

Casi todo lo que consumimos en nuestra vida diaria, la tortilla, el arroz, la carne u otra fuente proteica, el agua embotellada que bebemos, la ropa que nos ponemos, la pluma, el lápiz, el papel o la computadora que usamos para trabajar, nuestro transporte público o privado, todos provienen de otro lado, tal vez cercano, tal vez lejano. Para los productos manufacturados o procesados, es posible que, a su vez, muchos de sus componentes o ingredientes provengan de otro lado. 

También nosotros nos desplazamos diariamente en transporte colectivo, auto propio, bicicleta, o a pie. El combustible que usan todos estos vehículos es transportado hasta aquí. En este lugar nos encargamos de incorporar el CO2 y otros gases a la atmósfera para poder cumplir con nuestras responsabilidades, cubrir nuestras necesidades o darnos nuestros gustos.

¿Es inevitable eliminar o disminuir una huella de carbono con tal de reducir el aumento de la temperatura promedio global? Si. Es una responsabilidad personal, cívica, gubernamental y corporativa. Hay dos alternativas: eliminar o reducir significativamente la huella de carbono a corto o mediano plazo,  una perspectiva más realista y alcanzable.

En la primera alternativa logramos un cambio radical a corto plazo en nuestros patrones de consumo, formas y expectativas de vida. Viajamos poco y consumimos sólo productos locales —no sólo alimentos, también ropa, medicina, arte y ciencia. La calidad y expectativa de vida a través de este esquema de consumo bajan y nos quedamos sin la oportunidad de traer las herramientas que nos ayuden a mejorar nuestro ambiente. Para tener una forma de vida de uso sustentable de los recursos es necesario el transporte sustentable de bienes. No entiendo la necesidad de no consumir los medicamentos y nutrimentos que nos mantengan sanos sólo por reducir la huella de carbono. Debemos buscar alternativas económicas y de transporte. No hay ningún deber o necesidad de volvernos ermitaños.

El aislamiento provocado por la pandemia Covid-19 demostró que la presencia en espacios compartidos no es una condición sine qua non dejan de existir compañías y centros de estudio. Es posible trabajar desde casa, cuando menos parte del tiempo, reduciendo la huella de carbono a la necesaria para trabajar en modo virtual. 

¿Qué cambios hay en el transporte urbano? En el transporte urbano personal, la industria automotriz se mueve rápidamente a la producción de carros de baterías con motores eléctricos. Aunque estos vehículos no quemarán combustibles fósiles mientras se desplazan, quedan dos problemas graves asociados a los transportes particulares. Reemplazar los vehículos de motor de combustión interna por un número igual de vehículos eléctricos implica los costos en huella de carbono y uso de recursos no renovables en manufacturar, desechar y sustituir. Estos vehículos no  alivian los problemas de congestión de tránsito que aquejan a las ciudades. 

El transporte urbano debe modernizarse, hacerse seguro, atractivo y accesible a los usuarios actuales y potenciales. Tiene más sentido impulsar transporte público cómodo y seguro sin huella de carbono —o mínima— junto con el uso seguro de bicicletas que el seguir tolerando concesiones de transporte contaminante, inseguro y caro. 

Acompañado a políticas de transporte urbano, deben darse las políticas de planeación de ciudades basadas en el ciudadano y su comunidad antes que el espacio para mover y estacionar automóviles particulares —usados un tiempo mínimo a lo largo del día y su vida útil. Se deben recrear barrios, colonias y comunidades donde sea posible, deseable, seguro y agradable caminar a la escuela, la tienda de alimentos, los locales de servicios médicos o de belleza, los lugares de recreo, etcétera. Nuestras ciudades y pueblos siguen creciendo. Cambiemos la expansión caótica por un desarrollo armónico y sustentable. Ambas proposiciones traen ganancias para los desarrolladores, la segunda también a sus habitantes. 

Quedan los retos de desarrollar y mejorar tecnologías y transportes de personas que nos ayuden a reducir y, eventualmente, eliminar su huella de carbono. Aunque la COP26 en Glasgow no llegó hasta donde debiera nos ayudó a pensar en los retos que debemos tomar para crear nuestro futuro sustentable.

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