Se desmoronan las finanzas del Vaticano
El papa Francisco hizo pública la crisis financiera del Vaticano. Tiene un déficit operativo en 2023 de 83 millones de euros. Este monto representa un incremento de 5 millones respecto del ejercicio 2022. El Papa llama con urgencia solicitar el apoyo de los miembros del colegio cardenalicio para implementar iniciativas que eviten un quebranto mayor.
Una primera explicación es que el déficit se debe a la disminución de las donaciones de los fieles y el aumento de los gastos operativos. En su exhorto a los cardenales, el Papa destacó la necesidad de gestionar los recursos económicos de manera más rigurosa y eficiente.
El Vaticano depende principalmente de las contribuciones de las iglesias más pudientes, como la alemana, la estadunidense, la española, la italiana. México es una de las iglesias que aportan mayores recursos en América Latina. Además, figuran las donaciones de los fieles de todo el mundo a través del Óbolo de San Pedro. En 2023, los ingresos ascendieron a 48.4 millones de euros, una leve mejora en comparación con los 43.5 millones recaudados en 2022. Sin embargo, estos fondos no son suficientes para cubrir los gastos de la Curia Romana, que el Papa estima en 90 millones de euros anuales.
El tema no es nuevo, desde hace más de 10 años los déficits son recurrentes. En este espacio desde 2017 hemos advertido el crecimiento de la crisis financiera, tampoco, hemos observado acciones o estrategias que reviertan las frágiles finanzas de la Santa Sede. Desde hace lustros esta carga se viene arrastrando sin encontrar una solución definitiva. Hay que reconocer que tampoco el tamaño del déficit es tan temible para un pequeño Estado-nación que cuenta en Roma cientos de inmuebles de una muy alta plusvalía. El problema es más de fondo. Basta ver la deuda de una empresa como Televisa que alcanza 59 mil 276.4 millones de pesos, una pérdida neta de 78 millones en el segundo trimestre de 2024. O el Grupo Salinas, cuya deuda solo con el SAT alcanza 63 mil millones, algo así como 3 mil 500 millones de dólares.
La Santa Sede pasa por apuros financieros que remolca de tiempo atrás. El Vaticano no escapa a la crisis económica provocada por la pandemia mundial. A diferencia de los otros estados, sólo puede mantenerse con las donaciones de los fieles, de actividades comerciales y turísticas, y con inversiones fijas. A diferencia de los otros estados, tiene muy pocas opciones para operar en caso de una recesión económica.
Hay que remontarse a los años 80, con el asesinato del financiero Roberto Calvi, dueño del banco Ambrosiano, al banquero de Dios, monseñor Paul Marcinkus, ambos mafiosos que invirtieron fondos en paraísos fiscales, en industrias de armamento, en preservativos y editoriales pornográficas alemanas. También hay que evocar la crisis del Vatileaks, documentos filtrados que destaparon corrupción y manejos deshonestos de los recursos por altos miembros de la curia. Todo el escándalo salió a la luz a finales de enero de 2012, durante la emisión de un programa de televisión en Italia llamado Gli intoccabili (Los intocables). En el otoño de 2019, se publicó el libro, del mismo periodista de la Tv Gianlugi Nuzz, titulado Giudizio universale (Juicio universal), un texto minucioso sobre la economía del Vaticano. Reúne 3 mil páginas de documentos confidenciales en temas financieros y económicos de la Santa Sede, que afirmó haber recopilado desde 2013.
El libro establece que, debido a la crisis de abusos sexuales y escándalos de poder, las donaciones enviadas al Vaticano se fueron reduciendo en 2018 a 51 millones de euros (56.9 millones de dólares), en comparación con 101 millones de euros (112.7 millones de dólares) en 2006. La principal advertencia de Nuzzi, lanzada antes de la pandemia, es que las finanzas del Vaticano han sido inadecuadas; de seguir así, estarían en quiebra financiera absoluta para 2023. Dicho pronóstico resultó parcialmente cierto. Ahora Bergoglio está en vilo, sin ideas claras para equilibrar las finanzas vaticanas.
Más allá de la crisis económica que ha padecido Europa. La actual crisis financiera vaticana es consecuencia de una crisis mayor de la Iglesia católica. La debacle del Vaticano pasa por tres factores claros. Primero, la pandemia de covid-19 golpeó severamente los donativos ya que las Iglesias estaban cerradas o vacías. Segundo, el decremento de los donativos o limosnas fueron reduciéndose por los trágicos escándalos de abusos sexuales a menores y el pésimo tratamiento que la institución ha dado a las víctimas. Tercero, figuran las luchas palaciegas y los otros escándalos de corrupción financiera y mal manejo de los recursos de altos miembros de la curia romana. El último caso, entre muchos, es la condena inédita por cinco años de prisión al cardenal Angelo Becciu, ex asesor del papa Francisco, por delitos financieros inmobiliarios.
Seamos francos. La crisis económica del Vaticano no es sólo financiera, es el reflejo de la crisis de la propia Iglesia. Pese a los esfuerzos del papa Francisco, el déficit financiero, refleja una relación tóxica entre la Iglesia frente a la cultura de la modernidad contemporánea.