Opinión

Rompecabezas | México y la CIA: del espionaje de la Guerra Fría al narco-terrorismo del siglo XXI

Por: Mónica García Durán

“Si ayer México abrió la puerta a la CIA para espiar embajadas, hoy lo hace para cazar narcos: la pregunta no es si colaboramos, sino cuánto soberanía estamos dispuestos a entregar.”

La historia de la relación entre México y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos se parece a una sombra que nunca se disipa: a veces discreta, otras escandalosa, pero siempre presente. Lo que hoy parece una revelación —unidades de élite mexicanas entrenadas y supervisadas por la CIA para cazar narcotraficantes— tiene raíces profundas que se remontan a la Guerra Fría. Documentos desclasificados y nuevas investigaciones muestran que México no solo permitió, sino que alentó esa intervención, con efectos que hoy repercuten directamente en la lucha contra el crimen organizado y en la polémica decisión estadounidense de designar a los cárteles como organizaciones terroristas.

Un informe publicado en mayo de 2025 por el Archivo de Seguridad Nacional y analizado en el Informe de NACLA sobre las Américas revela que la Operación LIENVOY, uno de los programas de espionaje más extensos en la historia de la CIA, fue iniciada en 1958 por el entonces presidente Adolfo López Mateos. Con el visto bueno de Washington, México instaló sistemas de vigilancia para interceptar comunicaciones de las embajadas de Cuba y la Unión Soviética en la Ciudad de México.

Los archivos desclasificados —más de 80,000 páginas originalmente vinculadas al asesinato de John F. Kennedy— muestran que la colaboración entre la CIA y el gobierno mexicano continuó al menos hasta 1994. Es decir, durante más de tres décadas, la inteligencia estadounidense operó desde suelo mexicano con la venia oficial, espiando objetivos comunistas mientras México mantenía hacia afuera un discurso de “no intervención”.

Ese legado no quedó en los archivos: moldeó la cultura de seguridad e inteligencia del país. México se convirtió en pionero en la adopción de tecnologías de vigilancia y, décadas después, fue el primer país en adquirir el polémico software israelí Pegasus, utilizado en repetidas ocasiones contra periodistas, activistas y defensores de derechos humanos.

Reuters: la CIA y la guerra contra los cárteles

La investigación más reciente de Reuters, basada en entrevistas con más de 60 funcionarios y exfuncionarios de seguridad de México y Estados Unidos, confirma que la colaboración encubierta continúa y se ha intensificado. La agencia documenta la existencia de unidades “verificadas por la CIA” dentro del Ejército y la Marina mexicanas: células entrenadas, equipadas y sometidas a estrictos controles de confianza por la inteligencia estadounidense.

Estas unidades han participado en la mayoría de las capturas de capos en los últimos años, incluyendo la de Ovidio Guzmán López en enero de 2023. Antes de la redada, la CIA interceptó comunicaciones, infiltró informantes en el círculo cercano del capo y elaboró un “paquete de identificación” que permitió localizarlo en Jesús María, Sinaloa. La operación, ejecutada con helicópteros artillados y cientos de soldados, dejó 29 muertos —entre ellos 10 militares— y derivó en la extradición de Ovidio a Estados Unidos.

Reuters subraya un dato revelador: dentro de la embajada estadounidense en la Ciudad de México, la CIA ocupa los espacios de mayor jerarquía junto al embajador, mientras agencias como la DEA o el HSI operan desde pisos inferiores. En los hechos, la CIA se ha convertido en la coordinadora principal de las operaciones antidrogas en México, desplazando a la DEA como rostro visible de la cooperación.

La administración de Donald Trump ha dado un paso más allá al designar a varios cárteles mexicanos como organizaciones terroristas extranjeras. Este cambio no es menor: abre la puerta legal a intervenciones militares directas en territorio mexicano, bajo el mismo marco que permitió operaciones en Afganistán, Irak o Siria.

La CIA, con dos décadas de experiencia en la “guerra global contra el terrorismo”, traslada ahora sus métodos a México: vigilancia con drones, inteligencia electrónica, infiltración de redes y el enfoque de “localizar, fijar y neutralizar” objetivos. En otras palabras, lo que en los sesenta era espionaje contra embajadas comunistas hoy es seguimiento directo a capos del narco designados como “terroristas”.

Impactos y paradojas

El impacto de esta colaboración es innegable:

o Éxitos tácticos. Capturas de alto perfil, debilitamiento de líderes y extradiciones que responden a prioridades estadounidenses.

o Fragmentación criminal. Cada arresto desata guerras internas que multiplican la violencia: México registra más de 30,000 homicidios al año, muchos vinculados al narcotráfico.

o Dependencia tecnológica. La seguridad mexicana depende de inteligencia, financiamiento y equipo estadounidense.

o Escalada de riesgos. El enfoque de “narco-terrorismo” puede justificar operaciones militares de alto impacto en territorio nacional.

La presidenta Claudia Sheinbaum ha marcado una línea roja: “No aceptaremos ninguna violación de nuestro territorio”, advirtió. Pero la historia demuestra que México ha abierto la puerta a la CIA desde hace décadas, primero para espiar embajadas y hoy para enfrentar a los cárteles.

México y la CIA mantienen una relación de cooperación incómoda que atraviesa seis décadas. Lo que comenzó como vigilancia durante la Guerra Fría evolucionó hacia operaciones conjuntas contra el narcotráfico, y hoy se extiende al terreno más peligroso: el de considerar a los cárteles como terroristas.

La paradoja es clara: México necesita la colaboración para enfrentar a organizaciones criminales con capacidad militar, pero cada concesión a la CIA erosiona un poco más su autonomía. La pregunta ya no es si la CIA está presente en México —porque lo está y lo ha estado durante medio siglo—, sino hasta qué punto esa presencia marca la agenda de seguridad nacional y redefine los límites de la soberanía.

Y, lo cierto es que convertir a los cárteles en terroristas no solo militariza la relación con Estados Unidos; convierte a México en un campo de operaciones de la CIA con bandera prestada.

monique.duran@outlook.com

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