ROMPECABEZAS | Entre la diplomacia y la presión estratégica, una reunión con dos narrativas
“Dos países, dos versiones y una misma frontera”
El encuentro de la presidenta Claudia Sheinbaum con el secretario de Estado Marco Rubio en Palacio Nacional fue presentado oficialmente como un nuevo capítulo en la cooperación bilateral. La declaración conjunta habló de reciprocidad, respeto a la soberanía e integridad territorial, responsabilidad compartida y confianza mutua, con el objetivo de enfrentar juntos, México y Estados Unidos, al crimen organizado transnacional, frenar el tráfico de drogas y armas, y controlar los flujos migratorios.
La principal novedad fue la creación de un grupo bilateral de alto nivel, encargado de reunirse periódicamente para dar seguimiento a compromisos. Con ello, ambos gobiernos prometieron mayor coordinación operativa contra los cárteles, el tráfico de fentanilo, el contrabando de armas y hasta el robo de combustible.
Sin embargo, los matices internacionales revelan una narrativa menos uniforme.
De inicio, en la mirada del Wall Street Journal, observamos que se contextualizó el acuerdo con un hecho que México evitó enfatizar: el compromiso de respeto a la soberanía se anunció un día después de que el ejército estadounidense hundiera un barco cargado de drogas en el Caribe. El mensaje, según el diario, es que Washington mantiene abierta la opción del uso unilateral de la fuerza.
Para el WSJournal, el barco hundido fue el verdadero símbolo del día: la política antidrogas de Trump no descansa en la diplomacia, sino en la capacidad militar preventiva.
La lectura del New York Times fue que el comunicado conjunto buscó contener los impulsos militaristas de la administración Trump. Citó a Sheinbaum reafirmando que ninguna incursión estadounidense en territorio mexicano será aceptable, mientras subrayó que el texto careció de detalles más allá del anuncio del grupo bilateral.
En la visión del NYTimes, México logró ganar tiempo y margen de maniobra, pero el trasfondo sigue siendo una relación marcada por la desconfianza estructural.
Pero la versión que adoptó el Washington Post fue de un enfoque más sobrio: lo que se había anunciado como un gran “acuerdo de seguridad” terminó siendo, en realidad, una reafirmación de la cooperación ya existente. Las prioridades no cambiaron: frenar el flujo de fentanilo hacia EE.UU., impedir el contrabando de armas desde el norte hacia México y continuar con el control migratorio, que ha disminuido en los últimos meses. ¿Qué fue lo nuevo? Al parecer nada, simplemente la cortesía y cordialidad mantenida durante el encuentro.
Y es que mientras en la Ciudad de México se hablaba de confianza y soberanía, en Pasadena, Texas, la fiscal Jeanine Pirro anunciaba la mayor incautación de precursores químicos provenientes de China y dirigidos al Cártel de Sinaloa. Para Washington, esa operación no fue un detalle menor, sino la demostración de que la cooperación bilateral se inserta en circunstancias más amplias: la confrontación geopolítica entre EEUU y China, donde México juega un papel incómodo como receptor de insumos químicos y a la vez como socio presionado a alinearse con Washington.
En el contexto histórico, recordemos que, desde la Iniciativa Mérida de Felipe Calderón, hasta el Entendimiento Bicentenario, de Andrés Manuel López Obrador, cada administración ha repetido la fórmula: México insiste en la soberanía; Estados Unidos exige resultados. Lo nuevo en la era Trump es la designación de los cárteles como organizaciones terroristas extranjeras, un marco que permite al Pentágono justificar acciones directas. Y el hundimiento del barco en el Caribe es prueba de que no es amenaza hipotética, sino doctrina en acción.
En el balance, para la presidenta Sheinbaum, el encuentro significó un logro diplomático: obtener un documento que, al menos en el papel, obliga a Washington a reconocer la soberanía mexicana y a institucionalizar la cooperación. Para Donald Trump, la narrativa es distinta: mostrar firmeza militar mientras concede espacios de diálogo.
En los hechos, la asimetría persiste. México apuesta a la diplomacia; Estados Unidos mantiene la carta de la fuerza.
Lo cierto es que, de acuerdo a las piezas sueltas en los medios estadounidenses, el encuentro Sheinbaum–Rubio dejó mensajes indistintos:
1. Para el WSJ, la noticia no fue la firma, sino el barco hundido.
2. Para el NYT, lo importante fue que la presidenta Sheinbaum intentó contener a Donald Trump.
3. Para el Washington Post, lo firmado fue más continuidad que novedad, salvo el nuevo grupo de implementación.
monique.duran@outlook.com