Rompecabezas | Del show al riesgo: el discurso de Trump en la ONU
El discurso de Donald J. Trump de este martes ante la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) dejó una estela de perplejidad, enojo y desconcierto en foros diplomáticos de todo el mundo. Lo que se esperaba fuera una intervención con visión estratégica se convirtió en un monólogo divagante de 56 minutos, cargado de quejas personales, insultos gratuitos y frases propias de un espectáculo de variedades más que de un jefe de Estado.
La pregunta clave es: ¿qué significa esta actuación para la política internacional y, en particular, para México, su vecino más cercano y, a la vez, su blanco recurrente en materia de migración y seguridad?
El presidente de los Estados Unidos convirtió el podio de la ONU en un espejo. En lugar de proyectar una ventana hacia el futuro o un diagnóstico global, dedicó su tiempo a un listado de agravios personales: desde una escalera mecánica defectuosa en la sede de la ONU hasta contratos inmobiliarios que no consiguió décadas atrás.
Su frase “¿Cuál es el propósito de las Naciones Unidas?” no fue retórica, sino un cuestionamiento existencial al sistema multilateral que, con todos sus defectos, ha dado a países medianos como México un espacio de interlocución frente a potencias. Trump se colocó por encima de ese marco, reduciendo la ONU a un estorbo más que a un foro legítimo. Para México, cuyo peso diplomático se multiplica precisamente en escenarios multilaterales, este desdén es una amenaza directa.
Inmigración: México en la línea de fuego
Entre las quejas, el tema migratorio ocupó un lugar central. Trump volvió a presentar la movilidad humana como catástrofe y a los países receptores como naciones al borde de la ruina. El mensaje implícito no es nuevo: México es un vecino incómodo, al que responsabiliza por la presión migratoria en su frontera sur y por el “descontrol” que alimenta su retórica electoral.
Su insistencia en la migración como símbolo de debilidad no solo polariza en casa, sino que endurece el margen de negociación para México en seguridad fronteriza y cooperación regional. Cada palabra contra los migrantes se traduce en exigencias más duras hacia nuestro país, sea en contención de caravanas o en operativos conjuntos, bajo la lógica de que “si no lo hacen, nosotros lo haremos”.
Trump dedicó cerca de una cuarta parte de su intervención a desestimar el cambio climático. Lo calificó de “estafa”, se burló del consenso científico y hasta ironizó con que los ambientalistas “quieren matar a todas las vacas”.
Más allá del absurdo de la frase, el fondo es peligroso: al rechazar el Acuerdo de París y glorificar el “carbón limpio y hermoso”, Trump manda el mensaje de que su eventual reelección consolidaría un retroceso ambiental con repercusiones directas en México. No se trata solo de emisiones globales, sino de presiones comerciales: un Estados Unidos indiferente al clima rompe con la agenda energética de Norteamérica, que bajo el T-MEC incluye cláusulas de sustentabilidad.
Además, al ridiculizar las energías limpias y “los molinos de viento”, Trump dinamita uno de los campos donde México tiene potencial estratégico —la energía renovable en el Bajío y en el Istmo—, debilitando un terreno que podría ser palanca de desarrollo bilateral.
Lo más alarmante del discurso no es solo el contenido, sino la forma. El político republicano alternó acusaciones sin pruebas con chistes personales, proclamándose “muy bueno en esto” mientras decía a los países: “sus países se están yendo al infierno”.
La frivolidad no oculta la amenaza. En materia de narcotráfico, lanzó una advertencia: el ejército estadounidense seguirá actuando como “juez, jurado y verdugo” contra presuntos traficantes en aguas internacionales. La frase, dirigida a operadores venezolanos, abre un peligroso precedente: que bajo ese criterio, México también pueda ser considerado territorio válido para operaciones extraterritoriales. No es un escenario hipotético: el debate sobre intervenciones militares en México ya ha sido agitado por congresistas republicanos y retomado en campañas electorales.
Impacto bilateral: más presión, menos diálogo
El discurso revela un patrón claro: Trump no concibe la cooperación, solo la imposición. Con México esto significa que, de volver al poder o reforzar su influencia política en Washington, el margen de negociación se reduciría al mínimo.
• Migración: mayor exigencia de contención, incluso con amenazas de aranceles o sanciones.
• Seguridad: legitimación de operaciones unilaterales contra cárteles, debilitando la soberanía mexicana.
• Comercio: riesgo de usar la agenda climática como arma, bloqueando exportaciones mexicanas bajo pretexto de estándares energéticos, mientras en casa celebra el carbón y el petróleo.
Trump no solo lanza discursos, sino que los convierte en plataformas de campaña. Y para su electorado, México sigue siendo un blanco fácil.
El mandatario estadounidense utilizó la ONU como un escenario para alimentar su personaje: el outsider que desprecia instituciones, que ridiculiza causas globales y que convierte la política exterior en un stand-upególatra.
Pero lo que para él fue entretenimiento y combustible electoral, para México es una alerta roja. Cada burla sobre migración, cada insulto a los ambientalistas, cada frase contra el multilateralismo se traduce en menos margen de maniobra para la relación bilateral.
El riesgo no es que Donald Trump sea incoherente, sino que es coherente en su desprecio por las reglas del juego. Y México, como vecino inmediato, es siempre la carta más fácil de jugar.
monique.duran@outlook.com