Rompecabezas | De la ONU a X: el bloqueo a Cuba desata un nuevo choque entre México y EU
El debate sobre Cuba volvió a encender la plaza pública, pero no en las Naciones Unidas, sino en X, la red social donde la política exterior se mide en caracteres y egos.
A nombre de la Cancillería mexicana, el embajador Héctor Vasconcelos reiteró la solidaridad con Cuba y la urgencia de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos.
Lo que en la diplomacia fue un discurso medido, en las redes sociales derivó en un intercambio frontal entre México, Estados Unidos y Cuba, con viejos argumentos reempaquetados en tono personal.
México: defensa histórica
En la sede de la ONU, el embajador Vasconcelos retomó una de las constantes de la política exterior mexicana: la defensa de la soberanía y el principio de no intervención. “México abogará siempre por la solución pacífica de las controversias y rechaza las sanciones y bloqueos que dañan el bienestar de los pueblos”, declaró el embajador, evocando la Doctrina Estrada y las posturas históricas de apoyo a la isla caribeña.
El mensaje fue sobrio, institucional y alineado con una tradición que, desde Lázaro Cárdenas hasta López Obrador, ha apostado por mantener la relación con Cuba bajo una lógica de solidaridad política y humanitaria. En un momento donde Washington endurece su discurso global, México busca conservar el perfil de mediador regional y aliado del multilateralismo.
Pero el tono cambió en cuanto el mensaje llegó a X (antes Twitter). Allí, la diplomacia formal cedió el paso a la diplomacia reactiva.
Fue el exembajador estadounidense en México y actual subsecretario de Estado, Christopher Landau, quien respondió y con dureza: “Como amigo de México, me entristece leer este posteo, que es una mentira de principio a fin… No existe ningún bloqueo comercial a Cuba.”
Landau desarrolló un extenso hilo en el que negó la existencia de un bloqueo, defendió el derecho soberano de Estados Unidos a imponer su propio marco de sanciones y acusó a Cuba de usar la narrativa del embargo como cortina de humo para ocultar su ineficiencia y autoritarismo.
El tono fue más cercano al de un editorial partidista que al de un funcionario diplomático. Landau recordó que el embargo estadounidense —vigente desde 1963— prohíbe transacciones comerciales de empresas y ciudadanos norteamericanos con el régimen cubano, pero no impide que otros países comercien con la isla.
Bajo esa lógica, dijo, Cuba no está bloqueada, sino sancionada, y México, al repetir la versión contraria, “apoya a una sangrienta dictadura caudillista”.
Más allá del fondo jurídico, el mensaje dejó ver algo más profundo:
la reconfiguración del lenguaje diplomático bajo la lógica de las redes, donde los matices se pierden y los reclamos suenan a acusaciones personales.
La respuesta no tardó. El funcionario cubano Damián Delgado Vázquez, del Ministerio de Relaciones Exteriores, respondió con sarcasmo: “¿Landau, Waltz y Mike Hammer están clonados o son la misma persona? En fin, el matoncismo trumpista rumiando su impotencia.”
El tono de Delgado fue el de una diplomacia de trinchera, acostumbrada a responder con ironía y desdén a los mensajes provenientes de Washington. No hubo argumentación, solo burla.
Pero en el ecosistema de X, eso basta para viralizar una postura y reafirmar alianzas ideológicas.
Landau remató el intercambio con un comentario que sonó tanto a reflexión histórica como a provocación:
“Muy interesante perfil psicológico: sabían que su retórica comunista era pura mentira y además sabían que todo el mundo lo sabía.”
En cuestión de horas, el debate se había desplazado del derecho internacional al terreno de las percepciones, el sarcasmo y la ideología.
Tres visiones, tres tiempos
El choque diplomático expuso tres maneras de entender el siglo XXI:
1. México mantiene una política exterior clásica, sustentada en principios de soberanía, diálogo y rechazo a sanciones unilaterales.
2. Estados Unidos, bajo un discurso de legalismo soberano, defiende sus sanciones como un derecho interno, mientras convierte el embargo en símbolo ideológico de su política hemisférica.
3. Cuba, atrapada entre ambos, se aferra al relato del “bloqueo” como justificación estructural de su crisis, mientras responde con retórica y desdén a cualquier crítica.
En el fondo, el intercambio revela la pérdida de espacios institucionales de diálogo: lo que antes se discutía en foros diplomáticos ahora se ventila en redes sociales, donde los argumentos se simplifican, las etiquetas sustituyen la reflexión y los funcionarios se comportan como influencers.
El episodio México–EE.UU.–Cuba muestra cómo la diplomacia del siglo XXI ya no se libra en las cancillerías, sino en los timelines: Cada país defendió su narrativa: México apelando al derecho internacional; Estados Unidos al derecho soberano; y Cuba a la épica de resistencia.
Pero entre discursos cruzados y sarcasmos digitales, el debate dejó un vacío: la región carece de una conversación seria sobre derechos humanos, apertura económica y respeto mutuo.
La retórica sigue siendo de Guerra Fría, aunque los medios sean de alta velocidad. Y si algo quedó claro en este round digital, es que los diplomáticos ya no se baten en conferencias, sino en hilos virales.




