Opinión

Rompecabezas | Claudia y su doble: el poder del reflejo

Por: Mónica García Durán

El diario The New York Times eligió mirar hacia México y encontró una historia digna del realismo político latinoamericano: una presidenta con altos niveles de popularidad y una actriz que se le parece tanto que el público las confunde.

Claudia Sheinbaum, a un año de llegar al poder, y Tamara Henaine, su doble no oficial, protagonizan el retrato que el influyente diario neoyorquino tituló como “el perfil global” de la mandataria mexicana.

El texto, más allá de la anécdota, es una radiografía de cómo el liderazgo político se ha convertido en un fenómeno de imagen, marketing y narrativa visual, donde el reflejo vale casi tanto como el original.

El espejo del poder

El reportaje del NYTimes narra escenas donde la frontera entre realidad y espectáculo se diluye: ciudadanos que se acercan a pedir ayuda, bendiciones o selfies sin notar que la “presidenta” es en realidad una actriz.

Tamara Henaine, de 33 años, se ha vuelto célebre por su parecido con Sheinbaum; comparte su estatura, color de cabello, sonrisa y hasta el tono de voz. No es parodia ni sátira: es una réplica cuidadosamente interpretada que vive del magnetismo que la presidenta ha despertado entre la gente.

Pero lo importante no es la semejanza, sino lo que esa semejanza representa: una mandataria con tal nivel de identificación popular que produce reflejos culturales. Cuando el público confunde la copia con el original, la política ha logrado volverse símbolo.

El Times aprovecha el fenómeno Henaine para destacar el momento político de Sheinbaum. Según una encuesta de Enkoll para El País, la presidenta mexicana registra 79 por ciento de aprobación y apenas 18 por ciento de desaprobación, cifras poco comunes en América Latina.

Otra medición de El Financiero confirma la tendencia: 74 por ciento de aprobación en su primer informe de gobierno, con variaciones mínimas en los últimos meses.

Incluso la serie de seguimiento de la encuestadora Mitofsky le otorga 70.1 puntos porcentuales en su noveno mes de gestión, mientras la “Encuesta de Encuestas” de Polls MX marca solo una baja marginal de tres por ciento en el último trimestre.

En términos históricos, Sheinbaum supera las cifras que tuvo Andrés Manuel López Obrador durante el mismo periodo de su mandato. Y lo hace en un contexto más complejo: sin luna de miel electoral, con oposición reacomodándose y con la presión mediática de un país que la observa como símbolo de continuidad, pero también como prueba de renovación.

En la lectura estadounidense, destacan de Sheinbaum la diplomacia y el temple. Así lo traza el diario, con un paralelismo entre Sheinbaum y su adversario implícito al norte del Río Bravo: Donald Trump.

La mexicana, dice el diario, “ha manejado delicadamente las amenazas del presidente Trump y las crisis internas”, y su “destino ha sido bueno”. La frase encierra algo más que diplomacia: Estados Unidos percibe a Sheinbaum como un contrapeso sereno frente al trumpismo en ascenso.

Mientras en México la presidenta consolida popularidad, Trump enfrenta una cuesta empinada en su segundo mandato: el promedio de encuestas del Silver Bulletin coloca su aprobación en 43.4 por ciento, con 52.6 por ciento de desaprobación.

Otra medición de AP-NORC/PBS al liderazgo del presidente estadounidense reduce su respaldo al 39 por ciento, mientras Gallup reporta un desplome entre votantes independientes, su principal flanco electoral. En materia económica, Reuters/Ipsos advierte un deterioro: solo 37 por ciento de los estadounidenses aprueban su manejo de la economía.

La comparación es inevitable: mientras Sheinbaum gobierna con viento a favor, Trump intenta recuperar el terreno perdido en su propio país.

Dos liderazgos, dos narrativas

El fenómeno Sheinbaum no puede explicarse solo por la herencia política de Morena ni por la disciplina del aparato gubernamental.

La presidenta ha construido una identidad narrativa sólida: mujer científica, racional, ambientalista y firme ante la presión internacional. A diferencia de su predecesor, no necesita el conflicto para sostener su presencia; su autoridad se basa en la serenidad y en la imagen de estabilidad.

Trump, en cambio, ha agotado su capital simbólico. Su discurso de confrontación y victimismo político ya no produce adhesión, sino desgaste. La diferencia entre ambos no es solo ideológica, sino estética: Sheinbaum proyecta control; Trump, exceso.

El éxito de Tamara Henaine como “doble” subraya esa diferencia. Mientras en Estados Unidos las imitaciones de Trump sobreviven en la sátira y el sarcasmo, como lo muestran constantemente en los programas televisivos de Jimmy Fallon, Jimmy Kimmel o en Saturday Night Live, en México la figura de Sheinbaum se replica con admiración… Eso dice mucho sobre el ánimo colectivo de cada sociedad: los mexicanos buscan estabilidad; los estadounidenses, catarsis.

Sheinbaum cumple su primer año de gobierno con niveles de aprobación inéditos en décadas y una imagen internacional fortalecida. Pero detrás del brillo hay preguntas que el Times evita formular: ¿podrá mantener ese respaldo cuando la economía desacelere, cuando las disputas internas de Morena emerjan o cuando la sombra de López Obrador deje de protegerla?

Por ahora, Claudia Sheinbaum gobierna con el poder del reflejo: una presidenta que inspira imitaciones y proyecta serenidad en medio del caos regional. En el norte, Trump sigue enfrentando su propio espejo: un país dividido, un liderazgo erosionado y una imagen que ya no convence.

En esa contraposición se dibuja la política del continente: una mandataria que todavía genera entusiasmo frente a un expresidente que solo provoca cansancio. La diferencia no está en los números, sino en la narrativa. Y en política, como en el teatro, quien domina el relato domina la escena.

monique.duran@outlook.com 

Related Posts