Rompecabezas | Aranceles recíprocos: impacto directo en México y la apuesta incierta al nearshoring
La política arancelaria recíproca de Donald Trump ha encendido focos rojos en el comercio internacional. A cinco meses de su aplicación, empresas y gobiernos lidian con el mismo dilema: ¿quién paga la factura? La respuesta llegó desde Wall Street, en voz de Adoniro Cestari, directivo de Citigroup: “Todos pagan”. Exportadores, importadores y consumidores absorben, en distinta medida, los costos de un régimen que ya está reconfigurando cadenas de suministro y presionando a economías dependientes de Estados Unidos, como la mexicana.
Aunque algunos tribunales estadounidenses han limitado las facultades presidenciales de Trump y el caso se encuentra bajo revisión de la Corte Suprema estadounidense, los efectos ya se sienten en las cadenas de suministro globales.
“Diría que la primera reacción fue como detenerse”, señaló el experto Cestari, director de soluciones comerciales y de capital circulante de Citigroup, en entrevista con The Wall Street Journal. Según el directivo, las empresas primero aceleraron compras y acumularon inventarios para mitigar riesgos, pero desde entonces han adoptado una postura de espera frente a inversiones de gran escala.
El mercado, añadió, comienza a entender que los aranceles serán “más sostenibles de lo que se temía” y no alcanzarán niveles de tres dígitos, pero el costo ya se refleja en ajustes de producción y financiamiento.
Ante la pregunta: ¿Quién paga la tarifa?, la respuesta de Cestari fue clara: “Todos pagan”. Exportadores, importadores y consumidores comparten la carga, aunque con matices. Muchas compañías han intentado minimizar el impacto en el consumidor final mediante renegociación de contratos con proveedores, socios logísticos y bancos.
El efecto inmediato es un incremento en los costos de producción intermedios: insumos más caros que, en muchos casos, no se trasladan de inmediato al consumidor, sino que se absorben parcialmente en márgenes de ganancia. El problema, según el propio Cestari, es temporal: “Al final, habrá una transferencia de precios”.
México: entre la presión y la oportunidad
México es particularmente vulnerable. De acuerdo con cifras de la Secretaría de Economía, en 2023 el comercio bilateral con Estados Unidos superó los 860 mil millones de dólares, con exportaciones mexicanas por más de 494 mil millones. Sectores como la industria automotriz —que destina cerca del 80 % de su producción al mercado estadounidense— y el agroalimentario son los más expuestos.
En estos sectores, absorber aranceles significa presionar márgenes ya estrechos o perder competitividad frente a productores de Asia y Sudamérica. El Consejo Nacional Agropecuario advirtió recientemente que un aumento arancelario sostenido en productos clave como tomate, aguacate o berries podría traducirse en pérdida de mercado frente a países competidores como Perú o Chile.
Paradójicamente, el mismo régimen que encarece el comercio abre la puerta a oportunidades de nearshoring. Empresas que buscan diversificar su dependencia de China —la llamada estrategia China + Uno— están evaluando establecer plantas en México. “Transformar la microcadena de suministro es un proceso largo y costoso”, reconoció Cestari, pero la tendencia ya es visible: Vietnam, India y México se perfilan como destinos alternativos.
El financiamiento es otro componente central. Una eventual baja en las tasas de interés por parte de la Reserva Federal podría amortiguar parte del impacto. “La bajada de las tasas incentiva a los proveedores a recurrir a financiamiento… y permitirá más actividad comercial”, indicó Cestari. Sin embargo, se trata de un alivio parcial y temporal: los costos estructurales de los aranceles permanecerán mientras las medidas sigan vigentes
Impacto para México
El régimen arancelario de Trump coloca a México en una posición ambivalente pero de gran oportunidad:
1. Riesgo inmediato: pérdida de competitividad en exportaciones clave hacia EE.UU., presión sobre márgenes y riesgo de traslado de costos a consumidores en ambos lados de la frontera.
2. Oportunidad a mediano plazo: atracción de inversiones bajo el paraguas del nearshoring, siempre que México logre ofrecer infraestructura, seguridad y certidumbre regulatoria.
En el corto plazo, el dilema es evidente: sostener la competitividad de los sectores exportadores frente a un socio que utiliza los aranceles como herramienta de política interna. A mediano plazo, el reto será transformar esa presión en oportunidad, consolidando a México como destino estratégico de cadenas globales que buscan diversificación.
Según el entrevistado, en la práctica, los aranceles funcionan como un impuesto silencioso que se reparte entre productores, empresas y familias. El reto para México no es solo contener el golpe inmediato en sectores estratégicos como automotriz o agroalimentario, sino convertir la coyuntura en oportunidad. Si el país logra atraer inversión bajo la ola del nearshoring, podrá capitalizar el reacomodo global; si no, quedará atrapado en la paradoja de pagar una factura que beneficia electoralmente a Trump sin traducirse en desarrollo interno.
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