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Opinión

Rescate del lago de Texcoco

Por: Elena Poniatowska / La Jornada

«Me encanta el lugar donde vive. Parte de mi vida la pasé aquí, Elena; mi madre vive acá todavía”, comenta el arquitecto Iñaki Echeverría al entrar a Chimalistac. A mi segundo hijo lo bautizamos en San Sebastián, pero ya estaba tan grande que cuando el cura le acercó el cirio, le sopló pensando que era su cumpleaños y el cura se molestó.

Todo el gobierno actual gira en torno al talento del arquitecto urbanista Iñaki Echeverría, quien entra a mi casa, en Chimalistac, empapado por la lluvia. Como todo en la vida es agua, el urbanista se hace uno con el aguacero. Desde que se responsabilizó de resucitar el lago de Texcoco, no hay sol capaz de secar su esfuerzo empapado.

–Lo primero que me gustaría platicarle, Elena, es que el proyecto del lago de Texcoco es de suma importancia para el futuro del Valle de México. No sólo es algo que tiene que ver con el pasado, sino, sobre todo, con el futuro de los ciudadanos de esta zona.

–¿Es un regreso a Tenochtitlan, arquitecto?

–Sí, pero también tiene muchísimo que ver con nuestro destino. El lago es nuestro origen, pero va mucho más allá de nuestra ciudad que es sólo una pequeña parte, porque, en realidad, la conforman muchas comunidades, no sólo humanas, sino animales y vegetales. Le hablo de toda la ecología del Valle de México, la cuenca hidrológica de México.

Lo primero es entender el contexto de cambio climático en el que la temperatura y el agua van a ser dos de los mayores retos que enfrente la cuenca. Urge rescatar su ecología. Creo que lo más importante de la decisión que tomó el Presidente es mantener viva la oportunidad de dar viabilidad al Valle de México de cara a los próximos 100 años. Uno de los retos, sin duda, es el de espacio habitable.

–¿La enorme cantidad de gente que se asienta en la Ciudad de México nos lleva al naufragio?

–Sí, la del estado de México y ahora va a darse el fenómeno de la sobrepoblación en Hidalgo, por eso hablo de cuenca y no de la ciudad como demarcación política.

–¿Estamos condenados, arquitecto Echeverría?

–Los retos principales van a ser tales en casi todo el planeta porque estamos llegando a límites que hay que empezar a entender y a resolver de forma distinta.

–¿Nuestro planeta se va a ir al diablo?

–No, para nada, aunque puede haber un sufrimiento que tendríamos que saber evitar. Los trabajos de arte, filosofía y de ciencia tienen que oponerse al sufrimiento, a la muerte. Insisto en que no va a acabarse la humanidad, pero sí puede haber un gran sufrimiento que estamos intentando evitar…

–Pero, arquitecto, muchos mexicanos sufren ahora mismo por su propia insistencia en buscar el paraíso en la capital… Tal parece que en cada mexicano hay un migrante.

–Se tienen que resolver temas como la isla de calor que se genera en la capital, las tolvaneras que usted debe recordar muy bien.

Cruz, cruz, cruz que se vaya el diablo y que venga Jesús!, decían los niños a media tolvanera en el campo de aterrizaje del Benito Juárez y los padres de familia traían a sus hijos a ver cómo despegaban aviones a los que nunca subirían…

–Mire, ese es el otro aspecto de nuestro proyecto, el de la justicia ambiental, pero también la justicia social en una zona ignorada y abandonada al menos durante 300 años. En toda la época del México moderno, esta zona creció en términos demográficos por migración hasta constar de casi 12 y medio millones de habitantes; alrededor de 4 millones y medio de forma inmediata. En ella no había un solo hospital. El primero lo está construyendo López Obrador en Atenco. Es un proyecto de salud que no está vinculado con el parque o el área natural, pero es parte de un proceso más amplio que dirigió la maestra María Luisa Albores a petición del Presidente. Son 14 mil 30 hectáreas que se protegieron con un decreto presidencial el 22 de marzo de 2022, y se convirtieron en área natural protegida. Si a alguien se le ocurriera dañar esa área, sentaría un precedente peligroso, porque cualquier excusa sería buena para desprotegerla. Realmente, el de López Obrador fue un acto muy importante para el futuro de la cuenca.

–¿Qué valor tiene este proyecto, arquitecto?

–Somos más de 11 mil 500 personas que trabajamos dentro de este espacio enorme de 14 mil 330 hectáreas; para darle una idea: es 17 veces las cuatro secciones del Bosque de Chapultepec y casi tres veces la isla de Manhattan, Nueva York, y 43 veces el Central Park. Es dos veces y media Oaxaca o una vez Torreón. Ahí habitan unas 100 mil aves residentes; unas 200 mil más emigran de Alaska, Canadá y Estados Unidos hasta Sudamérica todos los años. No sólo se trata del lago de Texcoco, sino de todo el sistema de lagos en la cuenca cuando se unían a través de humedales y conformaban el Lago de Texcoco.

Cambiamos escombros por tierra

“Hay una confusión de que este proyecto detuvo, por ejemplo, el del aeropuerto, y es al revés, ya que los proyectos de restauración de esa zona existen desde hace 150 años. Tenemos proyectos del ingeniero de Garay que datan del siglo XIX; proyectos de Miguel Ángel de Quevedo, incluso. Aquí cerca de su casa, Elena, tiene los Viveros de Coyoacán y Miguel Ángel de Quevedo, que datan de 1936. Ya en 1951 los diarios publicaban notas sobre la recuperación ecológica del lago de Texcoco.

“Nabor Carrillo logró concretar parte de la construcción que protege el lago y ahora lleva su nombre y se logró finalmente crear la zona federal del lago de Texcoco que se resguardó como terrenos federales.

“Toda el área metropolitana era lago. Las tierras aledañas, Ecatepec, Nezahualcóyotl, Chimalhuacán y la zona agrícola ejidal, eran parte de la reserva; en 1953, la Secretaría de Recursos Hidráulicos pretendió inundarlas porque no estaban habitadas. ¡Y vea lo que pasó! Que hubiera este proyecto en la zona federal permitió preservar partes, aunque no están exentas de peligro. Tuvimos que meter a la Guardia Nacional recientemente para desalojar una zona invadida, no con personas, pero sí con material de construcción. Va a ser un reto mantenerla, pero vale la pena.

“Sustituimos el concreto y el acero por tierra, y creamos un hábitat para aves e insectos. Hay tortugas y serpientes. Protegimos recursos naturales y creamos servicios deportivos, culturales y de recreación que antes no existían. Construimos un vivero especializado en una vegetación que tolera la salinidad y alcalinidad de la zona, porque hay carbonato de sodio y de calcio; altísima conductividad eléctrica en la que no muchas plantas pueden sobrevivir y, si lo logran, es porque son especies invasoras que hoy día no están permitidas en una en un área natural protegida.

Hablamos de una parte muy plana en el punto más bajo del valle, que por eso es tan alcalino y salino. Como es una cuenca endorreica, no sale el agua, no hay ríos; haga de cuenta que es una cazuela y toda el agua se va al punto más bajo. Y en ese proceso arrastra y va lavando sales y minerales a los que vuelve fértiles.

–¿Y las tolvaneras?

–La naturaleza es tan sabia que las diluye con el agua que cae y se convierte en una especie de tapa, digámoslo así, que evita que las sales o que las tolvaneras se dispersen, porque son altamente contaminantes. Son partículas tan pequeñitas que se van a los pulmones porque no las frenan los folículos de la nariz y causan enfermedades crónicas respiratorias y hasta enfisemas.

“El agua capturaba ozono; no regulaba temperatura. No es tan casual que a nuestra capital la llamaran ‘la región más transparente’, porque al capturar el ozono, se vuelve más nítida a la vista.”

–La regresó usted al pasado, ingeniero.

–Retomar la tradición de proyectos que vienen de mucho tiempo atrás, recobrar su espíritu, no como una imagen ni como un propósito, ni menos como resultado; intentamos diseñar procesos más que imágenes. Cuando uno deja que la naturaleza funcione solita, los resultados son fantásticos. Hay que dejar que la naturaleza haga lo suyo.

–¿Y los habitantes?, quienes suelen ser acusados de atentar contra la naturaleza.

–Algunos defendieron este espacio; incluso, hasta tuvieron que pasar tiempo en la cárcel, gente del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra; por ejemplo, en tiempos del gobierno de Peña Nieto y de Fox. Seguramente recordará Atenco…

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