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Opinión

Reforma energética: la octava / José Antonio Rojas Nieto

Por: José Antonio Rojas Nieto

Un poco más de los costos del suministro eléctrico. Del agregado de costos de generación, transmisión (alta tensión), distribución (media y baja tensiones), comercialización y suministro final. Nunca olvidar –sin duda– los llamados servicios conexos (reservas operativas y rodantes, regulación de frecuencia y de voltaje, arranque de emergencia, entre otros). Ni el control, responsable del famoso despacho eléctrico. Menos aún los costos de planeación, so riesgo de tener sistemas desadaptados con severos problemas.

A decir de los especialistas en ingeniería económica y de costos, en todos los casos hay que estimar fijos y variables o de operación. Dice mi amigo Perogrullo que se incurre en los primeros independientemente de que se opere o no se opere, y que por ello es muy importante saber cuándo y porqué razones deben retirarse plantas, equipos y materiales. Y que en los segundos sólo se incurre cuando se opera.

Los fijos incluyen costos de capital, construcción, materiales, equipos, terrenos, infraestructura necesaria, trámites y permisos, operación o mantenimiento fijos y costos financieros. Los de operación (de centrales, líneas de transmisión y de distribución, subestaciones, equipos de suministro, medición y control) incluyen costos de combustible, mano de obra y operación y mantenimiento que sí dependen del nivel de operación.

En generación, los combustibles son los más importantes de operación. En principio, las renovables no tiene este costo de combustibles, pero se sustituye por cargos fijos como los pagos por arrendamiento de terrenos para explotar el viento o utilizar la irradiación solar.

A este respecto, por cierto, hay trabajos de especialistas que documentan experiencias tremendas y terribles en México, de usufructo de terrenos ejidales comunales y colectivos. Convendrá verlos en algún momento. Hoy concluyamos solamente con un señalamiento más: hay un tipo de costos que debemos resaltar y subrayar. Al menos desde hace ocho o 10 años la literatura especializada lo hace, son los llamados costos de integración.

Originalmente se plantearon a propósito de la necesidad de abatir emisiones e incorporar renovables y limpias, pero ya se han extendido, incluso a la importante generación distribuida. Pues bien, si las estimaciones de todos los componentes del costo y su diferenciación en fijos y de operación son relevantes, también lo son las estimaciones de estos costos de integración, ya no sólo de renovables, sino de toda fuente de generación y todo equipo del sistema. Hay debate sobre su definición y sus métodos de cálculo, pero ya están ahí. Son costos en los que incurre el sistema en general –no una obra específica– para recibir adecuadamente no sólo a las renovables, sino a los sistemas de generación distribuida, entre otras obras. Garantizan adecuada integración, confiabilidad, seguridad y estabilidad en el suministro, incluso pueden llegar a ser mayores que los costos originales. Y, en los hechos, se cargan a quienes soportan los sistemas.

A este respecto es fundamental evitar que a propósito de la descarbonización se produzcan –como ya sucede en muchos países, México incluido– rentas y excedentes artificiales para las renovables y para la generación distribuida, entre otros. Si, además, pensamos que la alternativa de descarbonización es, por lo pronto, la electrificación creciente, la adecuada estimación de costos de integración y su incorporación a la cadena global de costos resulta obligada. Y debe ser absolutamente transparente.

De veras.

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