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Opinión

Poesía mexicana en París

Por: Vilma Fuentes

Acaba de llegar a librerías de París un volumen de poesía, en edición bilingüe, con el título Morder la sombra / Mordre l’ombre, inspirado en el primer verso del poema «Ayotzinapa», de David Huerta. Sobre la sugestiva fotografía de Chris Lee (Oaxaca, 2017) puede leerse: “Dix poètes mexicains contemporains: María Baranda, Coral Bracho, Hernán Bravo Valera, Elisa Díaz Castelo, Rosario Castellanos, David Huerta, Luis Felipe Fabre, Jeannette L. Clariond, Fabio Morábito, Christian Peña”, así como los nombres de las profesoras en la Sorbona que llevaron a cabo la coordinación de esta obra.

El libro fue presentado durante junio, mes dedicado a México en la Universidad de la Sorbona, con el propósito de dar a conocer, con mayor profundidad, nuestra cultura en Francia y celebrar las relaciones entre dicha institución académica y la Universidad Nacional Autónoma de México.

Si bien los lazos entre ambas son antiguos, se reforzaron entre 2017 y 2020 con la creación de la cátedra financiada por la Fundación Miguel Alemán en el seno de París-Sorbona. Germinó, entonces, la idea de un Mes de México, con el fin de conmemorar tres grandes fechas de nuestra Historia: siete siglos de la cosmogonía de la cultura mexicana a partir de la fundación mítica de Tenochtitlan; cinco siglos de la toma de Tenochtitlan por Hernán Cortés, en 1521, la cual, más allá de la caída del imperio azteca, da nacimiento a una nueva cultura forjada en el mestizaje, y dos siglos de independencia reconocida en 1821.

Las múltiples actividades, científicas, literarias, cinematográficas, pictóricas y otras, se repartieron entre el monumental edificio de estilo barroco de la Sorbona y algunos anexos de la universidad francesa en París. La presentación de Morder la sombra se realizó en la biblioteca Marcel Bataillon de la Sorbona, situada en la calle de Gay-Lussac. Ante la presencia de algunos privilegiados, pues el cupo era limitado a causa de las medidas sanitarias, y con la participación por videoconferencia de los nueve poetas mexicanos, las profesoras Laurence Breysse-Chanet e Ina Salazar explicaron que el libro, elaborado durante el confinamiento, comenzó con la selección de autores hecha por ellas, la lectura de sus textos por los estudiantes, quienes, después de familiarizarse con las voces de los poetas, procedieron a su traducción al francés. Cada poema fue leído por su autor en videoconferencia desde México y las traducciones fueron leídas por los estudiantes, presentes en la biblioteca, que las realizaron.

Me dio gusto escuchar las voces de Coral Bracho («Las piezas del rompecabezas / se pierden, pero no la mirada / que lo sabe suyo») y Luis Felipe Fabre («Un zapato rojo de tacón alto / que es, en sí mismo, el fantasma de su par ausente»), con quienes platiqué hace algunos años durante el Marché de la Poésie.

Con nostalgia escuché leer los versos, himno a la soledad, a la locura, de Rosario Castellanos («Alguien me hincó sobre este suelo duro. / Alguien dijo: Bebamos su sangre / y hagamos un festín sobre sus huesos»).

Jeannette L. Clariond me despertó añoranzas (con «su callada resurrección entre sombra, / la vida, / recordarás la vida»). Por su parte, David Huerta, después de aludir a la traducción de «Bataillon», realizada por Antonio Alatorre, dijo en francés, en introducción a su lectura: “Je veux lire simplement un poème / C’est un poème qui peut s’appeler aujourd’hui d’une autre manière / Je veux dire, pas simplement, / Ayotzinapa / mais / Allende / Estación Olivos / Reynosa / ou plus simplement, / Mexique…

Ante toda recopilación, me pregunto qué es la poesía para cada uno. Recuerdo a una compañera de secundaria que se exaltaba hasta las lágrimas al recitar «Nocturno a Rosario». Veo a Salvador Elizondo ponerse de pie para hablar de Gorostiza o Mallarmé. La poesía será siempre enigmática. Enigma y revelación para el verdadero lector cuando descubre, en un deslumbramiento, la quintaesencia del poema que hace suyo, poseído por sus palabras.

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