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Opinión

Musa Verde | Saber y (no) hacer (I)

Por: Horacio de la Cueva

Para muchas de las crisis ambientales (políticas o de salud, aunque estrictamente no correspondan a esta columna) que hemos vivido, vivimos o vamos a vivir, existe la información que no sólo predice la crisis, sino también la forma de prevenirla o solucionarla. Lo que presento aquí no es una lista cronológica o de mis prioridades de preocupación y acción; tampoco es una lista exhaustiva. Siempre tendremos el reto de otras crisis y la oportunidad de evitarlas o superarlas. Es, sí, un llamado para determinar cuál fue, cuál es y cuál puede ser nuestro papel personal, civil e institucional en cuidar y mejorar nuestro medio ambiente y evitar crisis desde la familia, pasando por el hogar, nuestro lugar de trabajo y el entorno en que vivimos, los entornos remotos también deben quedar en la lista.

En 1977 se lanzó un boicot contra la compañía suiza Nestlé, primero en los Estados Unidos y después en Europa, la compañía de alimentos más grande del mundo. La razón del boicot era la respuesta a una campaña muy agresiva en África, América Latina y otros países del tercer mundo para vender leche en polvo, conocida como fórmula infantil, como sustituto de la leche materna. La finalidad del boicot sigue siendo presionar a Nestlé que abandone esas prácticas agresivas y dañinas a la economía familiar y la salud de los recién nacidos.

Sabemos que la fórmula infantil de Nestlé no sustituye a la leche materna. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que durante los primeros seis meses se alimente con leche materna a los bebés. Sabemos que la leche materna ayuda a desarrollar el sistema inmune y promover el desarrollo de hormonas, además de reforzar el vínculo entre madre y criatura. Sabemos que una mujer que deja de amamantar pierde la capacidad de producir leche, obligando al uso de la fórmula infantil.

Sabemos que la fórmula infantil requiere de agua limpia para su preparación y que el agua potable no existe en muchos lugares, por lo que no es difícil que los bebés que son alimentados con esta fórmula pueden enfermarse y morir. Sabemos que el fin principal de Nestlé es brindar ganancias a sus dueños, así que la fórmula infantil ni es caridad ni es barata y que pocas personas en el tercer mundo —hoy economías emergentes— pueden pagar esos precios. Nestlé regalaba la fórmula infantil en los hospitales, pero había que pagarla fuera de ellos. El boicot continúa y puedes apoyarlo. Es más efectivo si haces saber a Nestlé que los estás boicoteando y por qué.

Sabemos que el cambio global es un fenómeno climático que afecta a los ecosistemas y afecta la forma de vivir de muchas especies y ahora de las poblaciones humanas. Sabemos que la causa principal del cambio climático actual es antropogénica, la quema masiva de combustibles fósiles que inicia con la Revolución Industrial al final del siglo XIX. Sabemos que es la liberación de CO2, uno de los gases de efecto invernadero (GEI) la que atrapa el calor generado por la incidencia de los rayos solares en los suelos del planeta.

Sabemos que el CO2 y otros GEI han permitido la presencia de la vida en la tierra, pues mantienen una temperatura estable, sin contrastes como los de la Luna (120 a -130 grados Celsius) o Marte (20 a -153 grados). Sabemos que la temperatura de la Tierra ha cambiado, debido a eventos naturales. Sabemos que sabían las compañías petroleras que el aumento de GEI cambiaría el clima de la tierra. Sabemos que aunque nos podamos autolimitar a un aumento de 1.5 grados en la temperatura global, seguirán las catástrofes climáticas como los incendios más grandes y frecuentes, los huracanes, ciclones y tifones de mayor intensidad y duración, las sequías, los desplazamiento de los vórtices polares.

Sabemos que debemos debemos de abandonar el uso de combustibles fósiles. Sabemos que las formas de energía alternativa sustentable, aunque con riesgos ambientales, es ahora más barata y sus efectos son menores que la energía generada por combustibles fósiles —o la energía nuclear. Sabemos que el transporte público (con motor de combustión interna o eléctrico) tiene un menor impacto ambiental que los transportes privados en los que raramente viaja más de una persona. Sabemos que tenemos la capacidad, pero no el deseo, de mejorar el transporte público.

Sabemos que debemos abandonar nuestra dependencia de los combustibles fósiles, no sólo por los daños ambientales y sociales, también porque se van a encarecer y acabar.

Sabemos que sabemos resolver crisis pero no lo hacemos. Continuaré.

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