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Opinión

Musa Verde | Los sonidos de la biodiversidad

Por: Horacio de la Cueva

El concepto de biodiversidad, desarrollado por Edward Osborne Wilson, abarca a la vida y su entorno, la biodiversidad da contexto a la vida en el planeta. La biodiversidad abarca desde las moléculas de la herencia —dna y rna—, pasando por organismos, poblaciones y ecosistemas llegando hasta los paisajes, los biomas y el planeta. Hablar de paisajes, evolución y genes lleva implícita la interacción entre diferentes componentes vivos y físicos que dan forma a la biodiversidad.

Queda pendiente la pregunta ¿es la biodiversidad real? o es una definición funcional que nos ayuda en nuestro esfuerzo por comprender la vida que nos rodea y sus interacciones con el medio físico.

¿Cuál es el papel de los sonidos naturales en la biodiversidad? Los sonidos son ondas de presión que viajan a través de un medio sólido (como el suelo o los huesos) o un fluido (aire o agua) con amplitud, frecuencia, velocidad e intensidad definidos; la frecuencia y la intensidad son los dos parámetros más importantes para poder percibir un sonido. 

En el medio físico en que los seres vivos se desarrollan y usan, están los sonidos naturales, a los que deben adaptarse para sobrevivir y reproducirse. Algunos sonidos naturales son producidos por el medio físico, el resto por seres vivos. Un ejemplo de los sonidos creados en el medio físico que utilizan los seres vivos son los sonidos del viento en las cadenas montañosas que orienta a las aves durante sus vuelos migratorios.

La vida produce sonidos incidentales, como el creado por el aleteo de un ave volando o la estampida de una manada, y otros con intención —entiéndase característica adaptativa—que mejora las posibilidades de supervivencia o reproducción del individuo, la adecuación. Emitir sonidos cuesta energía, gastada a cambio de un beneficio como encontrar pareja o alimento, advertir de la presencia de un depredador o defender un territorio.

Cuando pensamos en sonidos biológicos vienen a nuestra memoria el croar de las ranas, los cantos de los grillos (conocidos como estridulaciones) o los llamados y cantos generados por las aves, con los que podemos identificar a muchas especies. También existen los sonidos de ballenas, elevados al  nivel de casi sagrados por quien busca defenderlas por razones místicas, razones que no deben ser las únicas.

No hemos prestado suficiente atención a los sonidos de la vida, aunque la bioacústica, donde interactúan la física, la biología, los avances en electrónica y la “inteligencia artificial” para estudiar las causas y las interacciones de los sonidos emitidos por animales, crece, ayudándonos a entender mejor cómo los sonidos forman parte de la biología y adecuación de los seres vivos.

Para que un sonido sea útil al organismo y adaptativo, el organismo lo debe de percibir e interpretar para actuar en consecuencia, también debe aumentar su capacidad de supervivencia y descendencia. Para que esto suceda una serie de eventos evolutivos debieron haber seleccionado por un sistema auditivo y otro de interpretación que permitiera que los sonidos que el organismo percibe sean informativos. El organismo con estas capacidades crea un entorno del cual extrae la información y la interpreta para aumentar su adecuación.

Hasta ahora los ejemplos que he utilizado han sido de aquellos sonidos que están dentro de nuestro rango de percepción. Pero no oímos todos los sonidos que se generan en la naturaleza. Hay sonidos que no aumentan nuestra capacidad de supervivencia. Nos interesan aquí algunos de los sonidos que son originados por seres vivos pero que nosotros somos incapaces de oír.

Como lo mencioné anteriormente parte de la biodiversidad del sonido es la generación del mismo y esta generación aumenta la adecuación. Muchas veces hablamos de sonidos super e infrasónicos, porque está fuera del alcance de nuestro rango de percepción. Algunas ballenas emiten sonidos “infrasónicos”, de siete ciclos por segundo, que les permiten comunicarse a distancias oceánicas. Los cetáceos que generan sonidos lo hacen a través de órganos especializados que les permiten, al recibir los ecos,  percibir lo que para nosotros es un entorno oscuro, aunque para ellos posiblemente no exista el concepto de oscuridad. Los murciélagos emiten sonidos “supersónicos” que pueden llegar a los 200 mil ciclos por segundo, permitiéndoles encontrar, perseguir y cazar insectos al vuelo, otro grupo de organismos que también ha podido adecuarse y persistir en un ambiente oscuro para nosotros. 

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