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Opinión

Musa Verde | El mango de la conservación

Por: Horacio de la Cueva

La conservación de áreas naturales no es únicamente un decreto de uso de suelo o una

transacción de compra privada para proteger un territorio. Son una serie de acciones más complejas, las cuales se entienden mejor si las comparamos con el aroma, el aspecto, el sabor, y la fibra de un mango. Permítanme explicar.

¿Hasta dónde deben llegar los esfuerzos de conservación de tierras? La respuesta fácil es asomarse a un mapa, medir el territorio conservado y declarar la tarea cumplida. Es una respuesta simple y objetiva, pero incompleta y fuera de la realidad.

Pintar en un mapa un área de conservación y montar letreros que anuncien sus límites y reglas de uso jamás serán suficientes para conservar un territorio. Si todos los territorios de conservación fueran islas de acceso difícil ni siquiera habría que esforzarnos por mantener sus ecosistemas y procesos biológicos, su inaccesibilidad haría que nuestra huella fuera mínima; las áreas de conservación son atractivas para su uso, productivo o recreativo y son retos diarios y continuos para la conservación. Forzosamente debemos agregar otros ingredientes para obtener la mejor receta de conservación.

El fin de mantener un territorio bajo cualquier esquema de conservación es asegurar que los procesos naturales —ecológicos o biológicos— sucedan con la menor interferencia humana.

Nos gusta saber que plantas, animales y todos los otros organismos tienen un “lugar seguro” para llevar a cabo su vida, descansar en la migración, alimentarse, reproducirse o pasar el invierno.

El otro fin y reto de mantener un área bajo conservación es dar a conocer que se ha

seleccionado este pequeñísimo pedazo del planeta porque tiene características naturales que lo hacen un buen ejemplo de como han sido y pudieran ser los territorios adyacentes. 

Estas áreas son un testimonio de nuestra capacidad de modificar el planeta en nuestro beneficio sin olvidarnos de nuestros orígenes biológicos y dependencia del planeta.

A las áreas naturales protegidas hay que protegerlas de nosotros. En México, el presupuesto que la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas otorga a sus áreas no es suficiente para contar con policías en los parques; en las áreas naturales privadas no hay presupuesto que alcance para patrullarlas. La conservación no se logra restringiendo y prohibiendo la entrada a las comunidades y otros usuarios a las áreas menos sensibles para que sepan que se protege y porque. Las áreas núcleo si deben estar restringidas a todos los humanos, con excepciones de investigación o monitoreo restringidas. La mejor solución sigue siendo establecer comités de vigilancia participativa donde personal del área natural protegida, las comunidades circundantes y personas y organizaciones interesadas se encarguen de asegurar la integridad del área, no sólo con fines pecuniarios, también porque cuidar los recursos naturales es asegurar el aprovisionamiento de recursos como agua limpia y alimento, la prevención de inundaciones y otros desastres naturales, y trabajo, como pesquerías, acuicultura y el aprovechamiento de “recursos no maderables” como flores, mariposas, plantas medicinales y hasta ajolotes para prevenir la tos.

Quien se encarga del área natural protegida no vive en aislamiento, es parte de una

comunidad. Es con esta comunidad con quien debe establecer alianzas cercanas y a largo plazo para mantener la integridad del área y sus alrededores. Los trabajos comunes deben ir más allá de los confines del área, deben involucrar a la comunidad, deben ayudar a mejorar la calidad de vida y deben mantener o mejorar el ambiente; también deben educar sobre el valor del territorio, sus recursos y sus paisajes, enorgullecerlos de pertenecer a un lugar único e inimitable del planeta.

La conservación es un mango. Atractivo y perfumado por fuera y con una red íntimamente

interconectada y viable como un todo por dentro. El hueso es el territorio. Lo que hacemos, creemos y comunicamos, la pulpa que disfrutamos. La fibra y el sabor del mango es el valor intrínseco y agregado del paisaje, los bienes y recursos que nos ofrece el ecosistema como agua y aire limpios y otros recursos aprovechables. En esa fibra están los valores estéticos que inspiran, la recreación, el respeto, la admiración y la contemplación que logramos al estar allí. 

A la naturaleza le da conectividad de hábitats en un mundo cada vez más fragmentado que sirve tanto a especies migratorias como residentes.

El voto es libre, secreto y determinante. Ejércelo.

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