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Opinión

Musa Verde | Allende la Parroquia

Por: Horacio de la Cueva

La apertura y distancia a nuestros horizontes visuales, auditivos, olfativos, táctiles, de gusto e imaginación nos dicen sino quienes somos, si nos indica hasta donde nos atrevemos a llegar para entender y mejorar nuestro mundo.

Hasta los siglos xix y xx la mayoría de las personas no viajaba. Muchas pasaban toda su vida en una región, tal vez su villa, su valle o su ciudad. Con la llegada del transporte de masas, primero el ferrocarril, después los automóviles producidos en serie y caminos de autotransporte, y finalmente los aviones de pasajeros comerciales, una porción significativa, pero no mayoritaria de la humanidad puede y viaja a cualquier parte del mundo por negocio, necesidad o placer, sus horizontes en kilómetros viajados son amplios. Quienes migran por razones políticas o económicas entran a otros horizontes que tal vez nunca desearon, pero era otro horizonte o una muerte casi segura.

Pocas personas salían de su parroquia, el mundo exterior llegaba a sus oídos por los forasteros y sus realidades, mitos y fantasías eran conformados a través del párroco —parte importante del gobierno local—con narrativas a favor del dogma eclesiástico y el status quo. Lo lejos era extraño, intrigante, desconocido y hasta peligroso. Las tierras desconocidas de los mapas antiguos llevaban la leyenda Ibi dracones, aquí hay dragones.

El entorno social ha cambiado, suponemos ubicuos no sólo los medios de transporte masivo, también los medios de comunicación masivos, los medios, excluyendo cualquier otro vehículo de transporte de bienes, personas o ideas. Los medios van desde los menos populares: libros, revistas, periódicos y televisión por cable hasta los más populares: cine, radio, televisión abierta, internet y redes sociales. Por mucho que queramos y a pesar de los precios accesibles de los “smartphones”, el acceso a ellos y a los medios no es universal. ¿Puede y debe ser universal? La discusión de acceso universal puede quedar para otra ocasión.

Ampliar nuestros horizontes en el siglo xxi es más fácil. Decidir ampliarlos o limitarlos es una decisión personal, a menos que se viva en un régimen totalitario. Los medios de transporte nos traen comidas, bebidas y otras muestras culturales del resto del mundo. No necesitamos viajar para expandir nuestros horizontes gustativos y olfativos. La música disponible en la radio y en el internet puede satisfacer el gusto, la curiosidad y el oído de cualquiera. El acceso a los medios visuales amplían nuestro horizonte visual.

Todos los medios pueden abrir nuestros horizontes, pero también hay una gran probabilidad de que los usemos para cerrar nuestro horizonte. Los ejemplos. No aventurarse o atreverse a comidas o bebidas nuevas limita varios de nuestros sentidos y horizontes culturales. Lo mismo podemos decir de la música, el cine, la radio, la televisión o nuestras lecturas —si tenemos esa costumbre.

No todos siempre estamos dispuestos a expandir nuestros horizontes. El temor a lo nuevo, la evasión de lo desconocido, es un carácter adaptativo surgido en la evolución que mantuvo vivos a nuestros ancestros. Por el miedo a lo desconocido de unos y el arrojo de otros estamos aquí.

No todos ni siempre es bueno buscar formas de expandir nuestros horizontes y experiencias. No es aconsejable acariciar zorrillos, jugar sin protección con serpientes de cascabel, apostar todos tus bienes, correr con tijeras o manosear armas de fuego cargadas.

En este siglo los medios influyentes nos aíslan de otras geografías  visiones y opiniones, con buena razón se califican de silos. Tal vez sólo trata de noticias locales y nacionales, ignorando que pasa en el resto del mundo, tal vez tiene un punto de vista excluyente y no admite siquiera la existencia de otras formas de ver el mundo y resolver problemas. 

En esta época mesiánica (de confianza motivada o desmedida en un agente bienhechor que se espera, dice la RAE), estamos llenos de falsos profetas que nos ofrecen un punto de vista confortable pero intolerante, seguro pero cerrado y fácil pero intransigente. Es fácil caer en mesianismos que no promueven la igualdad de oportunidades y la aceptación de la diferencia como parte del crecimiento mutuo. 

Deambular por nuevos horizontes nos debe dar una perspectiva más profunda y completa de la vida, pero jamás será una experiencia total e incuestionable. Buscar nuevos horizontes y aprender de ellos es el reto diario que nos dará un mundo mejor.

El voto es libre, secreto y determinante. Ejércelo.

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