México profundo: las claves, en los pueblos indígenas
Los hechos recientes cruzan como rayos y se conectan de inmediato. Por un lado, la visita el domingo pasado a la comunidad indígena purépecha de Zipiajo, en Michoacán, y por el otro las palabras del Presidente de México en la mañanera del 5 de octubre, en respuesta a la pregunta de un reportero de por qué se arrodilló en la ceremonia y ritual realizada en el Zócalo el primer día de su gobierno. Ambos eventos me remiten inexorablemente a la tesis que hemos enarbolado, no suficientemente demostrada, de que en los pueblos indígenas u originarios del mundo se encuentran las claves para salir de la tremeneda crisis ambiental y social de la civilización industrial, una tesis que se antoja completamente viable para el caso de México. La tesis brota de un razonamiento sencillo. Si lo que está en crisis es el mundo moderno, entonces acudamos a su antítesis, el mundo tradicional, en busca de claves, faros, pistas. Esto no significa, por supuesto, un retorno romántico al pasado, pues el mundo tradicional no es una reminiscencia, existe actualmente y ello se debe nada menos a que ha logrado algo inusitado: resistir, remontar y coexistir con el mundo moderno.
Ha hecho prevalecer comunidades de escala local e incluso regiones con conjuntos de comunidades mediante una resistencia silenciosa y sutil o en franca rebeldía confrontadora. Hoy existen en el mundo 7 mil pueblos originarios distinguidos por la lengua, que habitan en 80 países y poseen en conjunto un territorio equivalente a la ¡cuarta parte del planeta!
Ignorados, relegados, denigrados, marginados y/o explotados por la visión moderna, considerados por siglos como “seres sin alma” por la religión, y como sociedades primitivas, arcaicas y atrasadas, por la ciencia eurocéntrica y racista, tuvimos que esperar la llegada de una nueva generación de investigadores (etnólogos, antropólogos, etnohistoriadores, etnobiólogos y etnoecólogos) para ilustrarnos sobre la existencia de un conjunto de valores, principios, conocimientos y prácticas entre los pueblos originarios que resultan admirables y de enorme valor en la perspectiva de un cambio civilizatorio. Obnubilados, casi ciegos, los intelectuales e investigadores ortodoxos jamás se atrevieron a entrar a fondo al mundo de la tradición que, como veremos, agrupa elementos de gran interés en términos de la organización social, la economía, la reproducción cultural, además de lo ambiental lo ético y lo político.
Visitamos Zipiajo para observar, fotografiar y filmar su “alfarería natural”, su manufactura y el proceso de cocimiento. Zipiajo es una comunidad indígena de unos 2 mil 800 habitantes, en la biorregión de la Ciénega de Zacapu y localizada a una hora de Morelia. La comunidad de Zipiajo es especial por varios hechos. El enorme talento de sus artesanas, una práctica exclusiva de las mujeres mayores, maduras y jóvenes, certificada por numerosos premios estatales y nacionales, tanto en textiles como en alfarería. Los hombres, por su parte, se concentran en la producción de alimentos con el cultivo de la milpa (maíz, frijol, calabaza y más) y con la cría de animales, y muchos jóvenes se van a trabajar fuera tanto en el país como en Estados Unidos. Sorprende, además, la majestuosidad de su iglesia, que me parece desproporcional al tamaño del pueblo. Igualmente su plaza central con quiosco y arbolados impecables. También destacan las fachadas bien pintadas de buena parte de las casas y las puertas de metal, los acabados y los materiales de calidad. En las calles abundan autos y camionetas no nuevos, pero si recientes. Coronando lo anterior, 85 por ciento de los habitantes de Zipiajo siguen hablando el purépecha. Destaca escuchar a los niños más pequeños jugando en la calle y hablando su lengua. Esto indica que los padres mantienen su orgullo étnico y trasmiten a sus hijos el purépecha como lengua básica o primigenia antes que el español. Todo indica que estamos en un pueblo tradicional que ha enfrentado la globalización de manera exitosa. Todos los índices de carácter material han mejorado entre 2010 y 2020 (https://rb.gy/feqv4) incluyendo el número de viviendas con refrigerador, lavadora, televisor, automóvil, teléfono celular e Internet.
Termino esta primera parte con un hecho fascinante que nuestros anfitriones narran con emoción. Que antes de recibirnos, terminada la misa de la mañana, los feligreses decidieron sacar de la parroquia a San Pedro, patrono del pueblo, y a San Isidro Labrador, para encabezar una caravana por los cerros y bosques de alrededor para pedir lluvia. Como en el resto del país, la sequía afecta a esta región y es necesario enfrentarla. Son las 3 de la tarde y decenas de familias continúan caminando las montañas, según nos muestra la hija de nana María y tata Daniel en su celular, pues el evento se transmite en tiempor real por Facebook.