México-Centroamérica: viraje histórico
El presidente Andrés Manuel López Obrador arribó ayer a Guatemala, primera parada de una gira de trabajo en la que también visitará Belice, El Salvador, Honduras y Cuba, acompañado por el canciller Marcelo Ebrard y otros integrantes de su gabinete. En su cuenta de Twitter, Ebrard informó que existen diferentes agendas de trabajo importantes con cada país, entre las que se cuentan comercio, inversiones, iniciativas de carácter cultural y para impulsar que jóvenes vengan a estudiar a México, así como el arranque o seguimiento de los programas Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro, ejes de la política mexicana para atender las causas de la migración. Horas antes, durante su conferencia de prensa matutina, el mandatario adelantó su enfoque sobre ese tema central al recordar la contradicción entre la necesidad de mano de obra en Estados Unidos y Canadá y el rechazo a los migrantes que podrían cubrir ese déficit, así como los usos electoreros que la clase política estadunidense da a este fenómeno.
Aunque todos los presidentes mexicanos de las décadas recientes han visitado Centroamérica, durante el periodo neoliberal el principal propósito de los encuentros con sus homólogos fue, además de cumplir con formalismos diplomáticos, procurar la expansión de los grandes capitales mexicanos en esas naciones, con el resultado de que algunas de las mayores corporaciones fincadas en nuestro país se asentaron e incluso se volvieron predominantes en la región, sin que ello redundase en un beneficio para las mayorías sociales de ninguno de las naciones ni en una reducción de las graves carencias que allí se padecen.
En contraste, ésta es la primera vez que México se acerca a sus vecinos con una verdadera agenda social, basada en la política de bienestar que el gobierno de López Obrador promueve en nuestro país. Esta agenda incluye una propuesta de acción multilateral frente a los infortunios que se comparten con Guatemala, Honduras y El Salvador: la desigualdad, la falta de puestos de trabajo, la marginación de amplios sectores de la población y los altos niveles de violencia que, en conjunto, orillan a centenares de miles de personas a abandonar sus lugares de origen y emprender un viaje por demás incierto hacia Estados Unidos, cuando no a unirse a grupos delictivos.
Es deseable que las propuestas mexicanas tengan resonancia en los gobiernos y la sociedad del denominado Triángulo Norte de Centroamérica, que en ningún momento se les perciba como acciones injerencistas, porque está claro que no tienen dicho carácter, y que el compromiso con el bienestar de los pueblos se anteponga a cualquier diferencia ideológica y política. En este sentido, ayer se anunció, entre los acuerdos de la reunión bilateral con Guatemala, el inicio de Sembrando Vida en el departamento (estado) de Chimaltenango. Sin embargo, es evidente que cualquier avance sustantivo en el impulso al desarrollo y la atención de las raíces del fenómeno migratorio en Centroamérica exige que Washington se comprometa a ser parte de la solución de una problemática de la cual no puede sustraerse.