Opinión

Mar de historias | Cristina Pacheco

Por: Cristina Pacheco.

El salón Margot es amplio, suficiente para las diez mujeres que asisten al curso de manualidades, nivel cuatro. En la primera mesa, Anabel, Mercedes y Carmina arman las flores de papel que adornarán la ofrenda del Día de Muertos, este año a cargo de las alumnas más avanzadas en la academia Arte y Decoración.

Mercedes: –¿Ustedes ponen altar en su casa? Carmina: –Antes, sí. Ahora ya no, porque me falta tiempo y tengo menos espacio. Saben que mi hermana Rosenda lleva casi un mes viviendo con nosotros. Por mí está bien, así mi madre –que no ha salido desde que empezó la pandemia– está menos deprimida.

Mercedes: –Hace tiempo que tu hermana no viene a clases. ¿Cómo está?

Carmina: –Con lo que le sucedió, ya te imaginarás… Dice que tal vez no le dolería tanto la separación de David si él la hubiera dejado por otra mujer.

Anabel: –No entiendo. ¿Por quién la dejó?

Mercedes: –Cuéntale, cuéntale para que sepa cómo está ahorita la situación entre las parejas.

Carmina: –Nada, pues que David se fue a vivir con Álvaro.

Anabel: –¿Algún pariente suyo?

Carmina: –No, un muchacho que hace poco llegó a trabajar a la empresa de mi cuñado y ahora viven juntos. Y mi pobre hermana que se imaginaba…

Anabel: –Ahí viene la maestra Rebeca. Si nos encuentra platicando dirá que por eso vamos tan atrasadas. Rápido, pónganse a armar una flor.

II

En el salón “Margot” sólo permanecen Anabel, Carmina y Mercedes.

Anabel: –Ya se fue la maestra. Cuéntanos qué ibas a decirnos de tu hermana.

Carmina: –La muy tonta creyó que Álvaro había empezado a ir todos los domingos a su casa para verla a ella. El día que me lo hizo saber me preguntó si creía necesario advertírselo a David. Le dije que no, ¿para qué? A menos que Álvaro estuviera enamorándola. Me contestó que cómo se me ocurría algo así, pero se puso toda colorada y le brillaron los ojos. Pienso que ese muchacho te gusta, le dije. Rosenda me salió con que no precisamente, pero que sí le hacía mucha ilusión verlo. De todos modos, le aconsejé que no fuera a meterseen un lío.

Anabel: –¿Conoces a Álvaro?

Carmina: –Lo vi hace poco, un domingo que mi hermana me invitó a comer. Es joven, alto, flaco, nada guapo, pero sí muy atractivo. A mi hermana ha de parecerle muy simpático, porque ese domingo se la pasó muerta de risa por todo lo que él decía y hasta tuve la impresión de que le coqueteaba. Cuando nos fuimos a la cocina a preparar el café le pedí que se controlara un poco. Se hizo la loca, no sabía de qué le hablaba y regresó al comedor con un caminadito que nunca le había visto.

Mercedes: –Dijiste que Álvaro es joven, y tu hermana andará por los cuarenta y pico, ¿no?

Carmina: –Es dos años menor que yo, pero desde que apareció Álvaro se veía cada vez más joven.

Anabel: –Es que tener una ilusión siempre nos quita añitos de encima… ¿Qué pasa? ¿Por qué me ven así? Juro que no les oculto nada. Hace años que no me cae ni un catarro.

Mercedes: –Otro día hablamos del asunto. Voy a la máquina por un jugo. ¿Les traigo?

III

Carmina y Mercedes empiezan a guardar sus herramientas de trabajo mientras Anabel ordena las flores terminadas.

Anabel: –Oye, ¿Rosenda le dijo a tu mamá por qué se fue a vivir con ustedes?

Carmina: –Claro que no, pero a mi madre le parece muy raro que David no esté con nosotras. Y aunque Rosenda le diga que él anda de viaje, ella –que no es ninguna tonta– sospecha que mi cuñado tiene una amante. Si no fuera así, ¿por qué mi hermana llora a cada rato?

Mercedes: –¿Cuántos años llevaban de casados Rosenda y David?

Carmina: –Catorce; parecía que iban muy bien, pero cada vez la encontraba a ella más decaída. Al fin le pregunté si tenía problemas con David. Me dijo que sólo estaba preocupada porque él se había vuelto indiferente, más callado y poco cariñoso con ella. Esta vez no iba a mover un dedo para arreglar el desastre, ahora le tocaba a su marido esforzarse tantito. En medio de esa situación apareció Álvaro y, bueno, la atrajo, creo que más que por su físico por lo atento y dulce que era con ella.

Anabel: –O sea que a tu hermana empezó por gustarle el tipo y terminó enamorándose de él.

Carmina: –Sí, me lo dijo. También me confesó que, al verse cada vez más atraída por Álvaro, sentía que estaba engañando a su marido y por eso la culpa no la dejaba dormir. Para escapar de ese infierno pensó en proponerle a David una separación temporal, quizá con un poco de distancia mejorarían las cosas entre ellos.

Mercedes: –¿Y se lo dijo?

Carmina: –Sí, pero a medias. La noche que iba a sugerirle lo de la separación David le pidió que hablaran porque había descubierto algo muy importante y necesitaba decírselo. Mi hermana pensó que su esposo había notado su interés por Álvaro y le preguntó si por causa suya iba a dejarla. David le dijo que sí, que llevaba algún tiempo esperando la oportunidad de hacerlo, pero lo había postergado por no encontrar la forma de decírselo sin lastimarla. Y, puesto que ella había abordado el tema, era el momento de hablar con la verdad: quería irse a vivir con Álvaro.

Mercedes: –Ustedes diránlo que quieran, pero de que el hombre es valiente, ¡eso queni qué!

Anabel: –Ahora sí ya entendí bien por qué Rosenda te dijo que tal vez le dolería menos la separación de David si él la hubiera dejado por otra mujer.

Related Posts