La lucha cultural
Los tres mosqueteros corruptos no pueden sino reconocer su sustancia inherente. “Todos para uno, uno para todos” –lema de Alejandro Dumas–, contra la 4T. Su asociación política en las elecciones va de la mano de un discurso diminuto pero estridente, por la negativa, atacando las decisiones del gobierno de AMLO. PAN-PRI-PRD no proponen, apenas reprueban al gobierno; lo hacen tanto los valedores de los tres partidos, como su amplísimo respaldo mediático. Como en los novelones de Dumas, más tarde se sumó a los tres un novato, D’Artagnan: Movimiento Ciudadano, con idéntica vocación, aunque haciéndose el desentendido. Ahora, todos a una, en una mueca patética, como era lo esperable, a la defensa de García Cabeza de Vaca.
Es claro por qué no tienen una visión de país, ni una propuesta programática que oponer al gobierno actual. Eran los dueños del pasado neoliberal reciente, quieren regresar a su paraíso perdido, y creen en su restauración. Pero no pueden proponerlo, porque su desprestigio ideológico es total. El neoliberalismo está derrotado por su fracaso íntegro como forma de organización de lo político, como principio de gobierno para todos. Sólo sirvió para el enriquecimiento obsceno de unos cuantos y hace mucho tiempo que mostró su ineficacia absoluta en lo único que se esperaba del capitalismo: el desarrollo de las fuerzas productivas. Desde 2008, al menos, el crecimiento repta.
No obstante, las fuerzas detrás del neoliberalismo están muy lejos de haber pasado a la historia. Siguen siendo un poder temible. Consiste en la supremacía de los grandes capitales que tienen de su lado a la inmensa mayor parte de los medios impresos y digitales. Y continúa vivo su discurso sobre la “libertad” individual, vuelto sentido común en el mundo durante ya más de medio siglo. El “tú eres el arquitecto de tu propio destino”, negación absoluta de la sociedad y de la realidad pura y dura de la explotación capitalista, continúa dominando el criterio de los más.
Quienes optemos por que las mayorías continúen recibiendo un mínimo de justicia social y bienestar tenemos que empujar en todo lo que nos sea dable para que esas mayorías continúen votando por Morena. Nadie puede exagerar la importancia de ganar con amplitud suficiente el Congreso. Es indispensable continuar metiendo en el corral más reducido posible a los cuatro mosqueteros.
Está a la vista: la 4T tiene tareas titánicas en su presente y en su futuro. No tiene un partido estructurado y el movimiento que produjo la ola electoral de 2018 se volvió movimiento quieto. Como si su única tarea hubiera sido llevar a AMLO a palacio. No hay futuro para los más si esas realidades congeladas no reviven. Objetivos claros y luchas organizadas y constantes son indispensables, pero deben ir precedidas de intensas luchas culturales. Esas fueron las luchas más vehementes y apasionadas que libró Antonio Gramsci.
La deplorable situación histórica de la sociedad y de los trabajadores está en relación directa con el predominio del discurso de la dominación. Es indispensable que las mayorías tengan una idea de la política como ética de lo colectivo que no se contrapone a la libertad individual. Una sociedad no es una forma de identidad, sino un lazo político que mantiene unidos a los más por el acuerdo y el consenso en un conjunto de principios por la vida, por el bienestar, la educación, la salud humana y la de la naturaleza, por la igualdad entre las mujeres y los hombres. Esos principios deben dotar de contenido a la democracia y a las políticas públicas; sólo así de veras la mayoría puede pesar en la estructuración del Estado.
Las clases subalternas sólo pueden emanciparse del dominio del “sentido común” pantalla de los hechos que las avasallan, si las izquierdas ganan espacios crecientes en la lucha de las ideas, coadyuvando a gestar en los más aquellos principios de vida. Los excluidos no deben olvidar quiénes son sus enemigos, qué dicen, cuál es su discurso falso sobre la realidad del mundo. Aclarar es la tarea. Lo exige la lucha por la emancipación, sabiendo que se trata de una lucha extraordinariamente difícil porque los enchufados en el sistema de exclusión y explotación son dueños de los medios impresos y digitales, pero también de las escuelas, de las iglesias, de los espacios donde se forman las ideas de quienes van llegando al mundo de la política.
Ahora mismo los mosqueteros enemigos de las mayorías apenas farfullan porque el discurso neoliberal está derrotado. Pero en las casamatas del capitalismo, por el mundo, ya vienen preparándose nuevos discursos para reciclar una vez más al capitalismo, si fuera posible bajo sus mismas reglas de polarización social y exclusión, y concentración sin freno de la riqueza, justificado todo con un nuevo rollo impostor.
Morena es hoy una abigarrada multitud más unida por el interés personal de los cargos y los sueldos, que por una unión con propósito de emancipación. Ahí dentro está la primera gran lucha por las ideas y las posturas.La lucha cultural