«La letra con sangre NO entra» / Rosa Isabel Medina Parra | Voces de El Colef
Abuso de autoridad docente, violación a los derechos humanos
El conocimiento es fundamental para el desarrollo de los seres humanos y de la sociedad, y se sustenta principalmente en el aprendizaje de cada individuo, al integrar y desarrollar distintos saberes, habilidades, destrezas, conductas, etc. Así, se han desarrollado y establecido esquemas normativos y estructuras robustas de enseñanza, integrando para ello un conjunto de instituciones y organismos, desde los cuales se debe garantizar la educación de todas las personas, a partir de una perspectiva derecho humanista.
En los distintos esquemas educativos, las escuelas tienen un papel muy importante, al ser espacios donde los estudiantes además de recibir instrucción y conocimientos por parte de sus profesoras y profesores, son también lugares de socialización donde los alumnos desarrollan su auto-concepto y auto-afirmación, por lo que es fundamental mantener ambientes positivos entre estudiantes y docentes. Es importante señalar que estos últimos son los encargados guiar a los estudiantes durante su proceso de aprendizaje, además de fungir como mediadores del conocimiento, generando esquemas de respeto, paciencia y tolerancia, proporcionándoles confianza y seguridad en el desempeño de sus actividades.
Dada la relevancia del papel del personal Docente de las distintas instituciones educativas, estos deben caracterizarse por ser profesionales de la enseñanza, que no se limiten a brindar información y mantener esquemas disciplinarios en sus grupos, sino que propicien al interior de sus ambientes educativos una atmósfera que estimule la construcción de conocimiento. Es importante comprender que para lograr la eficacia en la enseñanza, las profesoras y profesores puede ejercer tres tipos de poder sobre sus estudiantes: a) Como experto por tener el conocimiento, b) Como autoridad por tener el derecho a estructurar las actividades de los estudiantes, y c) Como refuerzo del comportamiento de los estudiantes a partir de los estímulos que emplee; de ahí que investigaciones como las de Coll, Casares y Perrin en 2014, y Mantilla y Díaz en 2015, afirmen que las buenas prácticas docentes, generan un mayor aprovechamiento académico de los estudiantes; por el contrario, si los profesores carecieran de recursos o estrategias pedagógicas o andragógicas (de acuerdo al nivel educativo en el que se desempeñen), no solo se deterioraría el nivel de aprovechamiento escolar, sino que los conflictos en ese ámbito se incrementarían.
Considerando lo anterior, y con base a estudios desarrollados en ámbitos internacionales (Whitted & Dupper, 2008; Twemlow, Fonagy, Sacco & Brethour, 2006), se identificó que el 45 % de los docentes entrevistados, aceptaron haber acosado a un estudiante, en tanto que el 88 % de los estos últimos refiere haber sufrido algún tipo de abuso por parte de sus profesoras o profesores. Lo anterior se presenta cuando el personal docente no solo deja de cumplir con su rol como agentes profesionales del conocimiento, sino que llegan a desplegar conductas y actitudes características del abuso y otras formas de maltrato hacia los estudiantes, situaciones que afectan no solamente su desempeño académico, sino el bienestar emocional y psicológico de estos últimos.
La problemática anterior ha sido identificada por autores como Hernández y Prieto (2018), como: Abuso de Autoridad Docente, la cual se reconoce cuando el personal docente presenta principalmente seis tipos de conductas: 1) Degradantes que humillan, denigran y disminuyen la autoestima mediante el bochorno y el desprecio verbal, 2) Discriminantes que perjudican a individuos o grupos basándose en su sexo, raza, nivel económico o habilidades cognitivas, 3) Dominantes que definen parámetros de interacción y control, limitan o reprimen el crecimiento en competencia, confianza o pensamiento crítico, 4) Desestabilizadoras que intimidan o producen ansiedad, miedo o tensión; 5) Distanciantes que indican rechazo, aislamiento y falta de apoyo emocional, crean inseguridad a través de la insensibilidad hacia los sentimientos y la indiferencia hacia las necesidades emocionales, y 6) Diversas que se relacionan con las actitudes del profesor que influyen negativamente en el ambiente de clase.
Así, el Abuso de Autoridad Docente, constituye un desequilibrio de poder en perjuicio de los estudiantes, especialmente porque que tiende a ser repetitivo y con frecuencia se realiza en ámbitos públicos; donde aquellos que la experimentan, con frecuencia padecen confusión, miedo, enfado, desconfianza en sí mismos, y una profunda preocupación por su competencia social y académica, desarrollan un sentimiento de desamparo e inutilidad, e incluso puede culparse a sí mismos por el abuso, también pueden experimentar múltiples y severas afectaciones que incluso pueden llegar a limitar su desarrollo personal.
Desde los estudios previamente señalados, se observa que los docentes que llegan a ejercer estas conductas, pocas veces reciben castigo o sanción alguna, situación en si misma delicada ya que al ejercer cualquier tipo de abuso en contra de personas en formación, constituye además una violación a su dignidad humana y consecuentemente a sus derechos humanos.
Lo anterior es altamente relevante, si se considera que el Sistema Educativo Mexicano está compuesto entre otros elementos, por 265,277 instituciones de educación: Básica, Media superior, Superior y Capacitación para el trabajo, tanto en modalidades escolar, no escolarizada y mixta, en los que se atiende a 36,635,816 estudiantes a través de 2,100,277 docentes, donde tradicionalmente los correctivos escolares llegan a ser incluso físicos, y son aplicados por profesoras y profesores, apoyados en la autorización de madres y padres de familia,
Ciertamente hay un avance importante en torno al tema, pero es urgente eliminar todas aquellas manifestaciones de Abuso de Autoridad Docente contra los estudiantes, y generar esquemas de apoyo a las víctimas, además, no obstante la tradición popular, debemos continuar eliminando premisas poco pedagógicas porque: NO, realmente la letra con sangre, no entra.