La agonía
Tuvimos en México un grupo variopinto, político e intelectual, sostenido estructuralmente por grandes fuerzas económicas, que decidieron erradicar el Estado corporativo mexicano administrado por el PRI, y lo lograron, en alguna medida. El impulso surgió de la corriente neoliberal del propio PRI, que llevaba unos tres lustros conformándose en las entrañas del Estado corporativo. El último escalón para dar acceso a la corriente neoliberal lo dispuso Miguel de la Madrid, entre convulsiones económicas provocadas por una feroz crisis de deuda externa. Trepó entonces al poder del Estado, en diciembre de 1988, mediante un fraude electoral, Carlos Salinas, que encarnaba la idea neoliberal, por entonces predominante en el mundo, impulsada por Estados Unidos.
El cambio para desplazar al Estado corporativo trajo consigo, entre otras decisiones, el casorio del PRI y el PAN, y la rápida creación de una nueva élite intelectual orgánica que a la corta destacó a Enrique Krauze y a Héctor Aguilar Camín como sus más visibles cabezas, operación que involucró a casi todos los medios de prensa y los audiovisuales, mediante contratos y ríos de dinero corrupto.
Algunas bases del Estado corporativo, como los “sectores” del PRI (CTM/Congreso del Trabajo, CNC, CNOP) y sus dirigentes, fueron preservados y vueltos operadores del PRIANRD, para la implantación del proyecto neoliberal. La determinación política incluía el traspaso del mercado al centro de las decisiones, la privatización corrupta de las empresas del Estado, la creación cultural a matacaballo del individuo neoliberal, la organización de la llamada “transición democrática”. El novísimo Estado neoliberal respondería a los intereses del PRI y del PAN, y los “sectores” del PRI acercarían, con sus artes corruptas, la legitimación electoral. PRI y PAN, alternadamente (a semejanza caricatural de demócratas y republicanos en EU), tutelarían la implantación del proyecto neoliberal que, se creía, pondría fin a la historia. Fueron creados organismos “autónomos” ad hoc para el proyecto, coherentes con la nueva luz que iluminaba el mundo. Tutti contenti, salvo que los “tutti” excluían al pueblo de México.
A partir de 2008/2009 el proyecto neoliberal viró su ruta, mostró su límite perentorio y comenzó a caer en picada. En todo el mundo. EU se volvió antiglobalista y sus partidos políticos neoliberales andan sin pistas sobre cómo gestionar el futuro. La Unión Europea avanza por vía libre a la desunión. En México, la falta de legitimidad real del proyecto, sus endebles bases asentadas en partidos vacíos de pueblo, la corrupción rampante, y la exclusión bárbara montada sobre la exclusión histórica, produjeron a la postre la agonía del proyecto y del Estado neoliberal.
Los artífices, promotores e ideólogos de las instituciones del proyecto neoliberal viven ahora en el limbo. A estas alturas no saben qué ocurrió. Les pasó por encima una aplanadora, pero sus almas en pena se piensan inmortales frente a las aplanadoras. El proyecto neoliberal está derrotado, pero los neoliberales se convirtieron en infecundos defensores de esta o aquella institución neoliberal, según la inserción de cada cual en la política. No se resignan a la muerte en curso del proyecto y de sus instituciones, lo que, en muchos casos, aún está en vías de ocurrir, como la Suprema Corte, aún dedicada a defender intereses privados corruptos, como el caso de Salinas Pliego.
Ahora tenemos intereses económicos y políticos sin representación política. El PRI y el PAN ya no les sirven, pero continúan hablando en lenguaje neoliberal y reclamando prebendas corruptas: predican en el desierto por su vuelta al proyecto neoliberal. Prédica estéril. Lo que el viento del pueblo –y los votos de Morena– se llevó, se fue para no volver. Los intelectuales orgánicos del proyecto denuncian los “actos de barbarie y de destrucción perpetrados por el gobierno de Morena”, haciendo caso omiso de los millones de votos que respaldan las decisiones que el actual gobierno convierte en hechos institucionales. No les gusta la democracia del presente, producto de las reglas hechas por el PRIAN.
El poder incontrovertible del PRIAN, que imponía sus decisiones sin miramientos, se secó. No existe más. La dominación de esa coalición política se vació de toda legitimidad, si es que alguna tuvo un día. Un vendaval de votos la derrumbó. PRI y PAN tienen una existencia en gran medida fantasmal. Ergo, la tiene su aparato intelectual orgánico y sus personeros que creen en las instituciones del proyecto agónico.
En tales condiciones se vuelve remoto que pueda haber un acuerdo de fondo respecto de los programas de gobierno, entre Morena y los partidos de oposición y sus intelectuales orgánicos. La más clara expresión de esa imposibilidad reside en un discurso político como el de Marko Cortés reclamando que se le entreguen direcciones generales, universidades, notarías, como contraprestación por sus servicios políticos. Y, al parecer, la corrupción de Alito supera la de Marko.