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Opinión

Isegoría | Todo se dio en santa paz

Por: Sergio Gómez Montero*

En memoria de mi estimadísimo compa José Agustín

Bien recuerdo las palabras de mi papá y de mi mamá luego de una festiva reunión familiar: “Todo se dio en santa paz”, si nada (un fallo en la comida, en el local, en la festividad misma) fuera de lo normal se hubiese presentado. Así fue el pasado viernes, en un Acapulco que se recupera, la festividad que representó la pasarela del Ejecutivo y los aspirantes a la Presidencia de la República ante los banqueros. En verdad, todo se dio en santa paz.

Pero, ¿qué significa esa santa paz?

Quizá lo más relevante al respecto sea el que, en esa reunión del viernes, todos estaban enterados y convencidos de que la próxima titularidad del Poder Ejecutivo en el país iba a recaer en una mujer cuyo nombre es Claudia Sheinbaum y que ellos y ella conocían ya, a plenitud relativa, las cartas de la baraja y la jugada iba a seguir sin grandes cambios. A todos, se pensó en Acapulco, les convenía que la fiesta siguiera en paz. Pero, ¿hasta dónde, todos, íbamos aguantar el ritmo?

En efecto, con AMLO las presiones fueron muchas y diversas (malos augurios, pandemia, sabotaje de masas continuo, durísimas querellas con el Poder Judicial y con el aparato electoral, guerra sucia inacabable e intensa, ataques mediáticos de todo tipo) y se va a salir con aires triunfales y de franca suficiencia (díganlo si no, las ganancias extraordinarias de la Banca), lo que, tanto a banqueros como a gobierno, los tiene muy satisfechos, pues esas ganancias no pueden ser tocadas ni con el pétalo de una rosa, pues fueron obtenidas (afirman los banqueros) en los márgenes legales (o sea la ley operando en su beneficio), pasando por alto que la pobreza de una buena parte de la población del país sigue siendo mayúscula, díganlo si no los jornaleros y las jornaleras agrícolas, y sobre todo sus hijos pequeños que los acompañan (para esa población no hay ley ni reforma fiscal que la proteja).

Más allá del júbilo de los banqueros, ¿no será hora de preguntarse si la fiesta debe de seguir al mismo ritmo, con la misma actuación de los personajes, con los mismos resultados? Desde luego, la pregunta no es en balde, toda vez que la estabilidad social del país así conseguida nadie duda que camina por el filo de la navaja y la más pequeña cortadura hará que el equilibrista caiga al piso, sin olvidar que se camina cruzando el abismo.

Aunque, también, por otro lado, no es lo mismo ver los toros desde la barrera, que estar allí, en el coso, viendo de frente al animal. Pero, como decía mi hermano Raúl (apasionado de la fiesta brava): “Hay que apretar al animal antes de que se desborde”.

Sin duda, que la fiesta siga en paz.

*Profesor jubilado de la UPN/Ensenada

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