Isegoría | ¿Todo camina en orden?
En memoria del compañero Mario Menéndez, de contradictorio recuerdo
Todo camina como era de esperarse. Con los empresarios –jubilosos ellos– se habló de una Prosperidad Compartida (tan anunciada y proclamada, con iguales o similares palabras, por el Banco Mundial, que es mucho decir) que, obvio, no anuncia para nada una reforma fiscal y sólo aumentos salariales paulatinos que no disparen la inflación. Seguir, pues, con la misma fórmula actual de cambios suaves, sedosos, acordados, que no modifiquen para nada las actuales, injustas relaciones entre capital y trabajo.
Si la fórmula ha servido, pues hay que seguirla recetando, mientras el cuerpo aguante. Así funciona la transición por un lado. Por el otro, con una oposición amaestrada que no hace daño, pues de antemano se conocen sus acciones y con facilidad se contrarrestan. El jugar así, tan balanceado, es lo que ha permitido a las transiciones suaves en América Latina salir adelante, siempre con el riesgo de verse desplazadas, “oportunamente”, por regímenes de extrema derecha como en Argentina, en donde Alberto Fernández no supo llevar a buen puerto la transición sedosa.
Hasta ahora, en México, se navega por aguas tranquilas y cuando hay visos de tormenta (el incremento de la guerra sucia, por ejemplo) se ha tenido habilidad para navegar en esos mares levemente turbulentos. Por parte del trabajo no ha habido sino presiones escasas (como las de hoy, de la CNTE; otras, por lo de Ayotzinapa) y relativamente leves, lo que implica que tanto capital como trabajo han logrado navegar al ritmo que impone el capitán del barco: el gobierno (por más dividido que esté hoy, por las intemperancias del Poder Judicial). Habría que entender pues, así, que lo que se juega el próximo dos de junio son dos cosas centrales: virtualmente un nuevo gobierno, por la cantidad de puestos de elección popular que estarán en disputa, incluyendo la Presidencia de la República, y quizá lo que sea lo más importante: continuar o no con la transición sedosa que hoy predomina con la 4T, y que mal que bien tiene conformes a los dos factores centrales de la economía: el capital y el trabajo.
¿Hasta cuándo se podrá navegar bajo ese esquema? Muchos son los factores que allí intervienen y sería casi imposible enumerarlos. Así, a nivel internacional lo más inmediato y significativo siguen siendo las relaciones entre México y Estados Unidos (¿por qué la aberración, burrada, del INE con la cancelación de sufragios para mexicanos en el exterior?) que son determinantes para la marcha de la economía nacional. Un segundo factor sería hoy el comportamiento político de América Latina, que debe tender más hacia la izquierda que hacia la derecha. Y finalmente, en esta apretadísima síntesis, el comportamiento del panorama internacional: tenso, brutal, injusto, siempre al borde de conflictos armados mayores a los actuales, los que harían arder a una buena parte del mundo.
A nivel interno, también hay un cúmulo de factores a tomar en cuenta, y habrá oportunidad de analizarlos en otra ocasión.
Vivir en tal alambre del equilibrista no es fácil. Pero por tal alambre se tiene que caminar si se quiere gobernar este país.