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Opinión

Isegoría | La memoria acumulada / Sergio Gómez Montero*

Por: Sergio Gómez Montero*

El aire denso, inmóvil,
el terror, la ignominia.
Alrededor las voces; el tránsito, la vida.
y el crimen está allí

J. Sabines: “Tlatelolco, 68”

Pasan los años y la memoria acumula recuerdos de lo que, en particular, fue aquel año. La memoria discrimina las anécdotas y se queda más bien, ahora, con las lecciones que aquellos años nos dejaron (no sólo a mí, claro; a Benito, a Pedro, a Armando, al Chicali, a Arturo, Joel, Pablo, Félix, Marcelino algunos de los que ahora recuerdo), y que, esos recuerdos, tienen que ver, más que nada, con todo lo que cambió a partir de ese año en lo que se refiere a la lucha política. Es decir, digamos, que si bien no fue ese el primer año de lucha política violenta (desde el 63, en Morelia, me tocó vivirla), sí, a partir de entonces, la idea de lucha se mantuvo siempre vigente si queríamos, como quisimos desde entonces, disputarle al Estado priista el control social, por las vías que fuera pertinente. Es decir, no era poco lo que buscábamos (y puede que aún sigamos buscando), pues la idea de construir otro tipo de sociedad desde entonces nos acompaña.

Pero no se trata aquí de medir lo ambicioso de nuestros anhelos, que tienen en el 68 sus orígenes, sino sólo de adquirir conciencia de los cambios profundos que sufrió nuestra conciencia y que, desde entonces, nos hizo ver que los cambios políticos que buscábamos sólo había una forma de conseguirlos: a través de la lucha, nunca a través de las concesiones, porque cuando uno cede en ese sentido, nada se logra. La lección comenzó en los primeros años de universidad, cuando de los comités estudiantiles heredados de la época reformista en Córdova y en la UNAM (la lucha por la autonomía universitaria) se pasó a los primeros, inicialmente, comités de lucha y comités de huelga, de donde surgen las brigadas estudiantiles y sus singulares formas de lucha: desde las pintas, los volantes, las mantas y varias formas de luchar muy singulares (los cachorros con pintas), todo ello como resultado del salto que, con el tiempo, se iba a dar: el asalto a las fábricas y la guerrilla urbana y rural (con Fidel y el Che siempre presentes).

Nada de lo anterior surge de la nada. Para nosotros, en nuestra formación universitaria incluía un lugar destacado el marxismo, así como un estudio de la historia del país en el cual, ya desde entonces, incluía un lugar destacado Morelos y la Constitución de Apatzingán, el conocimiento a fondo de los intelectuales del liberalismo y su resistencia a los conservadores y la intervención extranjera, el conocimiento amplio también del anarcosindicalismo (Posadas, y a fondo los hermanos Flores Magón –Jesús, Ricardo, Enrique–) y lo que de él existió en la revolución del 17 (Zapata, sobre todo), que luego, con Cárdenas y Múgica, se mantuvo de él como herencia posrevolucionaria. Con nosotros, a nuestro lado, estaban muy presente las luchas de maestros y ferrocarrileros de la década anterior (cuyos líderes estaban aún en la cárcel) y que formaban parte entrañable de nuestras reivindicaciones o marchaban junto con nosotros (Revueltas).

Por eso, a partir de allí, nuestro deseo, desde entonces, de construir el país que poco a poco, también desde entonces, queremos construir.

¡Hasta la victoria siempre! Con la V de la victoria.

*Maestro jubilado de la UPN/ Ensenada
gomeboka@yahoo.com.mx

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