El último lector | Tiempos perros
A cien años de su nacimiento, Charles Schulz —quien dio vida a nuestro temprano sueño canino con Snoopy, Charlie Brown y compañía— es agasajado por la tinta de más de 75 caricaturistas en diversos medios de comunicación norteamericanos e internacionales.
Un sábado 26 de noviembre, de hace un siglo, Schulz (1922-2000) abrió los ojos al mundo y con ello —después de emborronar las paredes de la casa familiar— se consagró probablemente como “el mejor caricaturista del mundo”.
Se trata de un tributo, a recuadro abierto, en tiras cómicas, para que artistas invitados —de diverso trazo y calado— interpreten la filosofía y profundidad emocional de Schulz en un coro de imágenes sin precedente.
Patrick McDonnell, miembro de la junta directiva de “Charles M. Schulz Museum and Research Center” y generador de la idea de redibujar el espíritu de esta época por demás creativa, precisó el agradecimiento a los caricaturistas invitados: “Pienso que la gente convocada disfrutó el reto de crear algo para expresar amor y admiración por Schulz”.
Mi generación (nacida en los sesenta) ha gozado del existencialismo feliz de Snoopy, ese perrillo de raza Beagle que, a través de una pandilla —en formato de tira cómica: “Peanuts”* (iniciada en 1950)—, se arma de una ética al servicio de los sueños prácticos, consecuente a la de Lassie, significó la tozudez estilizada del pensamiento de la posguerra en su más vaporoso estilo americano: campo, cielo, angustias, lagunas, truchas, béisbol, embutidos…
Charles Schulz, dibujante sin remedio, aventurero nato de las páginas del periodismo internacional, supo observar los designios de una época que solicitaba espejos donde atemperar el apocalipsis nuclear que pendía entre el encono temerario de dos naciones caprichosas…
En este momento, acabada la polarización de la Guerra Fría, después de leer esta noticia maravillosa en los medios —cosa rara, hablando de tiempos perros —, doy un repaso a la obra del escritor Jonathan Franzen y me encuentro con una edición que, en sus momento y de forma periódica, fue emitida en entregas y sólo hace algunos años se editó en formato de libro. Se trata de “Zona templada” (2005), un recuento de infancia, un retrato de familia con perro incluido.
¿Cómo no recordar la más emblemática de las tiras de Schulz? Aquella donde se evocan los dos ponis y que, en un ejercicio de memoria atrayente, Franzen recrea en estas palabras: «Charlie Brown pasa por delante de la pequeña pelirroja, objeto de sus ansias eternas e infructuosas. Se sienta con Snoopy y dice: “Ojalá tuviera dos ponis”. Se imagina que le regala uno de ellos a la pequeña pelirroja, que a lomos de sendos ponis recorren juntos el campo y que se sienta con ella al pie de un árbol. De repente, empieza a regañar a Snoopy y le pregunta: “¿Por qué no eres dos ponis?”».
En mayo de 1970, Franzen cuenta con apenas diez años y, de un día para otro, “comprende que el pequeño mundo doméstico en que vive no es un lugar idílico, sino el reflejo dolorosamente frágil de unos tiempos turbulentos”. Entonces se da a la tarea consoladora de leer de manera furtiva las tiras cómicas de Charles Schulz: «Yo quería vivir en un mundo de “Peanuts” donde la cólera era divertida y la inseguridad digna de amarse…».
Sí, tiempos perros, soy yo quien ahora hace de lo furtivo una delicia, pues este ir y venir de hojas trae a mi presente el reinado de Charlie Brown y compañía, definidos a través de la sencillez emocional que transparentan sus rostros, en una de las plumas más apreciadas de la literatura contemporánea… Y, en verdad, Franzen se juega la camiseta de la infancia en esas descripciones que hieren con su feliz nostalgia y que nos hacen recuperar la pelota de la época: blanca, con sus costuras rojas, acompañada de un guante, una gorra y un juego de béisbol llanero, donde la filosofía de la vida es, precisamente, encontrarse ahí.
Los clásicos problemas domésticos, que se agitan y se relajan, bailan al ritmo de la música del carrusel de las estaciones, permiten entrever la velocidad de un paisaje cultural que estalla sus luces en el árbol de diciembre —¿¡quién no recuerda “Una Navidad de Carlitos”?!—, cuando el papel de regalo envolvía libros, enciclopedias, colecciones de las obras de Schulz… ¡y que todo el mundo amaba!
«Los astronautas del Apolo X, en su ensayo general para el primer alunizaje —enfatiza Jonathan Franzen—, habían bautizado como “Charlie Brown” y “Snoopy” a la nave con que entraron en órbita y alunizaron. Los periódicos que publicaban “Peanuts” alcanzaron más de 150 millones de lectores, las colecciones de “Peanuts” figuraban en todas las listas de los superventas y (…) apenas había en Estados Unidos un dormitorio de niño sin una papelera “Peanuts”, una sábana “Peanuts” o un libro de regalo “Peanuts”».
En esa época, Schulz, por un margen fabuloso, era el artista y el activista vivo más famoso del planeta.
raelart@hotmail.com
*“Peanuts” significa “cacahuete”; en sentido figurado, designa algo insignificante, mísero, como en la expresión de trabajar por “cacahuetes”, cobrar sólo piedritas…