publicidad
Opinión

El último lector | Ryszard Kapuscinski: “Los cínicos no sirven para este oficio”

Por: Rael Salvador

Para sorpresa nuestra, tras el deceso del periodista Ryszard Kapuscinski (1932-2007) no se obtuvieron noticias confiables del “más allá”. No sabemos, a ciencia cierta, si en verdad se encuentra un ángel degollado en el lado prohibido de la Luna, si Caronte —el hippioso barquero de Hades en el inframundo—, tras el arribo del “Libre Mercado” y los viajes interestelares, continúa siendo justo en sus cuotas de traslado, o si en realidad el Edén de Alá colinda “esquina con Paraíso”.

Sobre todo, aquí mismo, no podríamos asegurar si el periodismo metido a la Literatura (con mayúscula), como lo fue la eminente faena terrestre de Kapuscinski, continúa ocupando el mismo rango, el magistral oficio de los cinco sentidos: estar, ver, oír, compartir y pensar.

Lo que sí podemos constatar es que, al abandonar su cuerpo —para elevarse sobre los vivos—, el trágico Kapuscinski nos ha legado su periodismo como conocimiento y la circulación de sus libros como divulgación de la Historia. En la instructiva belleza de “Viajes con Heródoto”, el categórico maestro del apunte comenta: “El individuo es prácticamente el único depositario de la memoria. De manera que para llegar a aquello que ha sido recordado hay que ir hacia él; y si vive lejos de nuestra morada, tenemos que ir a buscarlo, emprender el viaje, y cuando ya lo encontremos, sentarnos junto a él y escuchar lo que nos quiera decir. Escuchar, recordar y tal vez apuntar. Así es como, a partir de una situación como ésta, nace el reportaje”.

Modelo de hombre convincente, así como legítimo instructor del reportaje y el relato, Ryszard Kapuscinski, el “Enviado de Dios” —como lo solía llamar “el espía que surgió del frío”, el también ya fallecido John Le Carré (1931-2020)—, hizo de la paciencia de ver, del refinamiento de escuchar y de la habilidad de contar una “escuela” atípica. Reuniendo lo excelso del periodismo con el refinamiento detallista de la Literatura, el autor de “Los cínicos nos sirven para este oficio” logró la maestría y la depuración narrativa que lo ubicaron como un “faro de buena luz” entre los catastróficos y humillantes golpes de las costumbres. Sí, Kapuscinski elevó el reportaje a la categoría de obra de arte.

Ryszard Kapuscinski representa, tanto para el periodismo como para la Literatura, la nítida imagen del compromiso. Antes de adjudicarse la regalía y la retribución y la salvedad de ser un “Periodista ejecutivo”, prefirió contar la pobreza, el hambre, la ternura y la desesperación en la guerra del hombre. Investigador de la verdad, no aceptó los condicionamientos del poder. Los hoteles de “cinco estrellas”, el “desayuno como intercambio”, los vuelos privados —que privan de hacer las preguntas al vuelo— y las “guías” del ministerio no eran para él. Sabía que la estación de estos “placeres animales” no eran buenos consejeros para la ética.

Los que aceptaros acompañantes, escoltas y blindajes, sobres de remuneración y ascensos “justificados”, de “esos” que escribieron bajo la comodidad de la deslealtad y el despilfarro, que recibieron el vulgar boleto de la salvedad, de ellos nada tengo que contar, pues no recuerdo lo que ellos contaron, si es que algo contaron…

“Mis mejores reportajes —recuerdo la voz de Kapuscinski— los he escrito cuando no los he tenido por encargo de mi jefe, cuando mi oficina central no sabía dónde andaba”. Siempre felizmente preocupado por la Cultura (también con mayúscula), sabía que no podía rechazar a esa amante universal, porque ella le ayudaría a penetrar la mentalidad de todas las razas humanas. Solía decir: “una gota de agua concentra la esencia de todo un océano”.

Treinta años cubriendo la deshumanizada torpeza de las guerras, develando los intereses ocultos, casi siempre territoriales o económicos, que se encuentran en estas carnicerías modernas, ya sea de Oriente próximo, de Medio Oriente, de Latinoamérica o del otrora “Mundo del Este”, Ryszard Kapuscinski se convertiría en el testigo privilegiado de los cambios políticos de los países del Primer y Tercer Mundo, y de gran parte de la “descolonización” africana, así como de la sofocación del gobierno democrático del doctor Allende, el enfrentamiento de El Salvador y Honduras (“La guerra del fútbol”), y la revolución que destronaría a Mohammed Reza Pahlevi, el último monarca de Irán (El Sha o la desmesura del poder).

En idas y venidas a “dictaduras” y “democracias”, Kapuscinski observó el cruento desarrollo de 27 revoluciones, vivió entre cadáveres y almas desesperadas en doce frentes de guerra y, no sin conmoción existencial, sobrevivió a cuatro condenas a ser fusilado, obteniendo el conocimiento “directo, físico, emotivo” y el derecho de explicar: “No existe peor mezcla que la del arma, la estupidez y el miedo. De ella no se puede esperar sino lo peor”.

Ryszard Kapuscinski nació el 4 de marzo de 1932, en Pinsk, Bielorrusia, y fallece en Varsovia, Polonia, el 23 de enero de 2007. Licenciado en Historia por la Universidad de Varsovia y amante de la lectura del griego Heródoto (padre de la Historia en el mundo moderno), John Berger o Ernest Hemingway, de quien aprendió inglés en la India, leyendo “Por quién doblan las campanas” bajo las interminables lluvias del monzón; a los 17 años se encontraba ya ejerciendo el periodismo en las revistas “Hoy y mañana” y “Estandarte de la Juventud”; posteriormente, a lo largo de 30 años, entre1958 y1981, trabajó como Corresponsal Extranjero para la Agencia de Noticias Polaca (PAP), así como en la revista “Kultura”; gracias a su profesionalismo, siempre cálido e ilustrado, y a su inabarcable calidad humana, será considerado con la justicia de ser el “Periodista más grande del siglo XX”.

Distinguido con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2003, pilar de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano —junto a Gabriel García Márquez (1927-2014)—, nos ha dejado el reflejo neurálgico de la Condición Humana en las siguientes obras maestras: “El Emperador” (1978); “El Sha o la desmesura del poder” (1987); “Lapidarium”: I, II, III, IV y V (Collage o poética del fragmento, de 1990 a 2002); “La guerra del fútbol y otros personajes” (1992); “El Imperio” (1993); “Ébano” (1998); “Los cínicos no sirven para este oficio / Sobre el buen periodismo” (2000); “Un día más de vida” (2000); “Desde África” (2001); “El mundo de hoy” (2004); “Los cinco sentidos del periodista” (2006); “Viajes con Heródoto” (2006), entre otras traducidas al español.

En 2010, la editorial Galaxia Gutenberg publicó la biografía “Kapuscinski. Non-Fiction”, escrita y documentada por Artur Domoslawksi, de la cual, Zygmunt Bauman alcanzó a decir: “En las librerías abundan los pequeños libros acerca de los grandes personajes. También hay un buen número de grandes libros de personajes insignificantes. Quizá lo que más haya sean libros insignificantes sobre personajes no menos insignificantes. Para contar los grandes libros sobre los grandes personajes nos bastan los dedos de las manos, y este libro [“Kapuscinski. Non-Fiction”] es uno de ellos”.

raelart@hotmail.com

Related Posts