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Opinión

El último lector | Quien es amigo de Whitman es mi amigo

Por: Rael Salvador

Es la poesía una conquista personal. Llegar a ella, como a un lugar extraño, intensifica los sentidos.

La poesía agita su corazón y la nieve cae desde la infancia como una ligera luz de oro y cerezas sobre las espigas y las sorpresas.

La poesía no es visible: se siente como delicia de silencio, como se siente ceder el cuerpo… o hundir los pasos en la arena

Me gusta decir, después de leer a Baudelaire que, a través de la poesía, se aprende a soñar cosas bellas para realizar cosas buenas, como las “Flores del mal”.

Decía Rimbaud, joven dilecto del viejo Walt: ¡Maravilloso sería que cada día fuese Navidad! (cito de memoria).

De niños no necesitamos escribir poesía, porque nuestros juegos de humildad –templados por la caricia de la imaginación– son la misma personificación de la poesía.

Pero es Walt Whitman, en sus “Hojas de hierba” –en su “Song of Myself” (Canto a mí mismo)–, quien nos ofrece con más oportuna transparencia y claridad esta lección de vida: “Yo me celebro y me canto,/ Y todo cuanto es mío también es tuyo,/ Porque no hay un átomo de mi cuerpo que no te pertenezca”.

La traducción anterior es de Borges, quien lo comprendió muy bien y, a partir de eso, nos legó un mapa literario, similar al de Whitman, para que nuestras correrías existenciales no se enconen en las diferencias, siempre artificiales: “Las cosas que le ocurren a un hombre le ocurren a todos”.

Quien ha bebido sabiduría en la constelación de las letras, lo sabe. Cuando un hombre lee un libro, lo único que hace es leerse en otro hombre; es decir, cuando alguien lee un libro lo único que logra es leerse a uno mismo.

Entender la poesía –la de Rimbaud o Whitman, o la de todos aquellos que eligen viajar en este vagón sideral–, percibir y paladear sus radiantes frutos, tiene que ver con la comprensión de lo que hasta ahora salva a la necia humanidad.

Porque al igual que la poesía, el que incondicionalmente reconoce en los misteriosos frutos del saber –apreciando la verdad, o lo que sabemos de ella–, no sólo está dispuesto a darlo todo, sino que está dispuesto a darse, a elevarse y aventurase de cabeza ahí donde los ángeles temen asomar sus alas…

Intercambiado los panes –pan, en griego, es un sustantivo que significa “todo”, así como “compañero” quiere decir “el que comparte el pan” en la mesa o en el camino, y también como un acto de solidaridad en la desgracia–, en este cielo estrellado en la mesa de la primavera, es alimentar de ideas sensibles el legado de Baudelaire, Rimbaud, Whitman, Borges y de toda manifestación poética.

¿Cuánta poesía llena una mirada de flores? ¿Cuánta poesía nos regala la propia idea de poesía? ¿Cuánta poesía aporta el que ahora parte a otra parte? 

Quien es amigo de Whitman siempre será mi amigo.

raelart@hotmail.com

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