El último lector | ¿Qué esperaría de un nuevo Tribunal Russell-Sartre en Palestina?
Entre palabras que sirven de escombros, los muertos parecen agotar la paciencia. Son tantos que, entre los 500 por día —y que se multiplican de un estallido a otro*—, pasamos de la cuantificación a la calificación: ¡Genocidio!
Se trata de crímenes civiles, de bombardeos a una población indefensa: una carnicería deliberada y vil, porque lo mismo asesina a niños, mujeres y ancianos, alegando ofensiva a blancos de la milicia Hamás, que el Estado de Israel ubica en escuelas, hospitales y refugios humanitarios.
Masacre “sistemática”, a la que se le suma el corte se suministros esenciales para la sobrevivencia humana: agua, alimentación, medicinas, combustible, energía eléctrica…
“Sistemática”, porque no se desconoce que las “rebabas” de los bombardeos tienen nula o mínima importancia cuando se trata de enemigos a vencer (así esté prohibido por las Leyes de guerra, esencia del libelo del Derecho Internacional entre Naciones).
Podría decirse que el asedio armado de Israel, a una inerme Palestina civil, se justifica porque nadie toma en cuenta los fundamentos de la legalidad, esa que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) no ha logrado hacer efectiva: parar la matanza, obstaculizar la guerra, detener el genocidio.
¿Qué esperaría, en estos momentos de un nuevo Tribunal Russell-Sartre en Palestina? Lo sé: la legalidad, antes que la pronunciación.
Esto que ya se lee es una pronunciación, un “tribunal de opinión”, ante el horror que prevalece en Palestina.
El Tribunal Internacional sobre Crímenes de Guerra o Tribunal Russell-Sartre, nació en noviembre de 1966 del siglo XX, impulsando por los filósofos Bertrand Russell y Jean-Paul Sartre —y una veintena de miembros más, entre los que se encontraban Simone de Beauvoir, Gunther Anders y el escritor Julio Cortázar— para investigar y evaluar la intervención militar de Estados Unidos en Vietnam, que ya mostraba un descomunal archivo de crímenes lesa humanidad.
En ese sentido, tanto en su concentración internacional como en su operatividad intelectual, el Tribunal Russell-Sartre (1966-1967) siempre fue muy claro en su discurso: “Hemos constituido un tribunal que, aunque como tal no tendrá poder para imponer sanciones, sí tendrá que responder a preguntas como las siguientes”:
• ¿Cometió el Gobierno de los Estados Unidos (y los Gobiernos de Australia, Nueva Zelanda y Corea del Sur) actos de agresión de acuerdo al derecho internacional?
• ¿Usó o experimentó el ejército estadounidense con nuevos tipos de armas o armas prohibidas por el derecho de la guerra?
• ¿Hubo bombardeos a objetivos de carácter exclusivamente civil, como por ejemplo, hospitales, colegios, sanatorios, embalses, etc.? ¿A qué escala ocurrió esto?
• ¿Fueron los prisioneros vietnamitas víctimas de trato inhumano prohibido por el derecho de la guerra? En concreto: ¿sufrieron torturas o mutilaciones? ¿Hubo represalias injustificadas de la población civil como, por ejemplo, la ejecución de rehenes?
• ¿Se crearon campos de trabajo forzado? ¿Hubo deportaciones de la población u otro tipo de acciones con el objetivo de exterminar la población y que desde un punto de vista jurídico se puedan caracterizar de genocidio?
Las respuestas a las interrogantes realizadas por el Tribunal Russell-Sartre fueron, por unanimidad, concluyentes: Estados Unidos resultó culpable, y se vio exhibido —no condenado, desafortunadamente, ante leyes internacionales— por sus crímenes contra la humanidad: matar niños, mujeres y ancianos, de manera deliberada, al utilizar “la agresión y el terrorismo” en forma de bombardeos (donde se incluye el Agente Naranja como parte de un reprobable programa de guerra química) a la población civil.
¿Tendremos un Tribunal Russell-Sartre en Palestina? Hay noticias que lo datan desde 2014. Quiénes los conforman, ¿lograrán hacerlo operativo, viable, comunicable? Si estos pensadores, filósofos, activistas por la paz y escritores llevaron una enconada exigencia ante los medios de comunicación para hacer oír su voz, el eco que llega hasta el presente —junto con otros “Tribunales Russell”: sobre América Latina (1974-1976), el Permanente de los Pueblos (1979-1984) y el de Irak (2003-2005)— recorre ya los últimos 40 años.
Pacifistas de las guerras, la pregunta acuciante sería la siguiente: Ante la inoperatividad de la ONU, ¿sólo se constituiría un Tribunal Internacional de Opinión sobre Crímenes de Guerra que, como el “Tribunal Russell-Sartre”, no tendría ningún poder para imponer sanciones?
Entre palabras que sirven de escombros —cuando la legalidad es la que se espera, antes que su sola pronunciación—, los muertos parecen agotar la paciencia.
raelart@hotmail.com
*Desde el 7 de octubre de 2023, la escalada del conflicto palestino-israelí ha modificado de forma exponencial la contabilidad de sus víctimas mortales.