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Opinión

El emigrante

Por: José Blanco

Vance fue a Europa y asestó a los dirigentes políticos de ese continente una filípica sin contemplaciones por no pronunciarse con vehemencia y decisión suficientes contra los inmigrantes; los actuales y los futuros. Lo dijo en la Conferencia de Seguridad de Múnich, en Alemania, cuando los europeos esperaban un plan de la OTAN para poner fin a la guerra de Rusia con Ucrania. Vance avisó también de dicho plan, pero fue parte secundaria de su regañina. Los europeos fueron sorprendidos con un discurso rabioso contra los migrantes. Vance quiere para Europa el mismo trato que EU endereza contra los locos, asesinos y violadores, Trump dixit, que llegan a su impoluto país. Habría que haber visto al vice: como quien parado en su pedestal de emperador suelta una reprimenda a los súbditos de sus colonias por no seguir puntualmente sus órdenes ejecutivas. Trump llamó a la reprimenda de Vance “una lección”. Cualquiera diría que tanta invectiva contra los europeos fue por mera estulticia (como dijo de Milei, certeramente, el editorial dominical de nuestro periódico). Y no hubo simetría: nadie se pronunció con vehemencia suficiente contra el “emperador”. 

Hubo posteriormente voces ofendidas, como las de Scholz y Macron (un tanto sotto voce), y voces muy obsecuentes como las de Meloni y Orban.

Como cualquiera otra familia gringa, la de Vance es de inmigrantes. Originaria de Escocia. Claro, para una gran parte de los blancos gringos la europea, esa sí que fue una emigración grandiosa. Vance y Trump, como tantos gringos blancos, están en contra de los inmigrantes tercermundistas (así nos llamábamos antes), negros o de variados tonos de color café. Los negros africanos esclavizados y comercializados durante siglos –del XV al XIX–, después de manumitidos fueron incorporados en un segundo plano debajo de los blancos; ellos tienen permiso de quedarse ahí donde están. Pero, por favor, no más negros llegados de fuera.

Negros y morenos huelen mal, son sucios, no se bañan, no hablan inglés. Hablan español o, peor aún, creole, como los haitianos.

Como ocurrió en 2017, literalmente en los primeros momentos de su segundo mandato Trump tomó la ridícula postura de eliminar el español de la página web del gobierno gringo. Aunque EU sea el segundo mayor país donde se habla español, sólo después de México.

Ah, pero para los Trump y los Vance el racismo tiene sabor a gloria. Contra los migrantes, siempre que fueren negros o morenos, como manda el manual del buen racista.

Otro factor más explica la postura actual de los Trump y de los Vance. EU, junto con el resto del sistema capitalista occidental, está en una grave situación de estancamiento económico. Hace largo tiempo. No hay crecimiento y hay escaso empleo. Después de la caída económica originada por el covid, EU tuvo unos años de expansión del empleo propiciada por el gobierno de Biden, con un programa sin precedentes de gasto público deficitario que empujó el empleo; también la inflación. Ese momento ya es historia, y dejó el mayor endeudamiento público de que se tenga memoria. No hay más fuerzas internas en la economía que impulsen el empleo. Por tanto, repudio a los inmigrantes “que nos roban los puestos de trabajo”.

Trump ha dicho que reduciendo el impuesto sobre la renta a las empresas del 21 al 15 por ciento, y con su plan de reducir su déficit en cuenta corriente mediante los aranceles, atraerá a “miles de empresas que crearán millones de empleos en EU”. El enorme globo de ilusiones envueltas en esas creencias se desinflará con un poco de tiempo. En tanto, la postura antinmigrante estará ahí obcecadamente, acompañada del juego de los abalorios trumpiano.

Hay una emigración humana nacida del impulso primigenio africano de poblar todo el planeta.

Hay una emigración nacida del impulso avaricioso europeo de expandir el dominio, el territorio, el sometimiento de comunidades convertidas en colonias. Hay una emigración humana sistémica: nacida de la operación brutalmente concentradora del capitalismo, que deja sin aliento, sin medios, sin alimento, sin educación, sin trabajo productivo, a los pobladores del capitalismo periférico. Ese mismo capitalismo crea, además, violencia y guerras intestinas, inseguridad pública, que crea sus migraciones particulares. Ni Trump ni Vance –que se benefician del capitalismo concentrador y dominante del centro del sistema, que desde la ignorancia se han beneficiado de la mano de obra emigrante–, ni las enteras capas de la población blanca dominante en el centro del sistema, entenderán nunca el origen de las migraciones capitalistas.

En medio de la campaña política gringa del año pasado, Kamala Harris viajó a Guatemala. Quería hacerse oír por Giammattei, por los guatemaltecos, por los centroamericanos en general. Su tono de ruego y de “comprensión” de los pobres pedía: sé que están necesitados, pero no vayan a EU porque no podemos recibirlos.

Haremos todo por ayudarlos. Qué buena persona, qué buena, tan inmensamente lejos de la realidad imperialista.

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