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Opinión

El ejercicio de gobernar: asambleas de trabajo o monólogos publicitarios

Por: José Zavala Álvarez*

Hace ya mucho tiempo, en los años ochenta, existían los plenos agrarios, fue un modelo de encuentro entre gobernantes y gobernados, reuniones multitudinarias de trabajo, demanda y respuesta entre quienes ocupaban cargos de gobierno y grupos sociales del campo, productores campesinos fundamentalmente, pero también pobladores en general, del medio rural. Eran asambleas de trabajo extenuantes pero fructíferas, una larga lista de expositores y demandantes eran escuchados y un buen número de peticiones eran resueltas ahí mismo, en otras se comprometían acciones y respuestas posteriores.

También se acostumbraba que los gobernantes hicieran giras de verdadero trabajo, reuniones en diferentes localidades, rurales y urbanas, con grupos sociales y personas en general donde el acercamiento implicaba sentarse a escuchar peticiones y demandas y a entregar ahí mismo las respuestas de solución que eran posibles y hacer compromisos precisos para resolver posteriormente las que requirieran un proceso mayor.

Quienes gobernaban eran acompañados por los responsables de las diversas áreas del gobierno propio, era costumbre que también se incluyeran delegados de variados ámbitos del gobierno federal y de los gobiernos locales, se conformaba un paquete completo de directivos gubernamentales de los tres órdenes que en conjunto acudían a atender y dar respuestas a la demanda social.

En el sector de los trabajadores los sindicatos organizaban plenos donde, con la misma lógica que en el sector agrario, se construía una dinámica de demanda y respuesta entre trabajadores y gobierno, aún más, con todos los conflictos que existían/existen, el institucional Congreso del Trabajo reunía a buen número de sindicatos, a través de esta figura, que aún existe, sostenían con gobernantes una relación de entendimiento y acuerdo en la búsqueda de soluciones a reivindicaciones laborales.

En el caso de los segmentos empresariales, históricamente han tenido una atención gubernamental especial, un sólido reconocimiento a sus representaciones formales de las cámaras y consejos, sus reuniones y eventos han tenido/tienen la asistencia y la escucha comedida de quienes sucesivamente han ocupado las sillas gubernamentales. Esta dinámica político-gubernamental descrita era la esencia de un modelo de gestión que tenía comprensión profunda del ejercicio de gobernar, un entendimiento de la responsabilidad del servicio público y un método cercano, directo, para identificar la demanda social y resolver problemas públicos. Por supuesto no era infalible ni suficiente para darle solución a toda la problemática social.

Otro elemento crucial de aquel modelo de gobernanza fue la legitimidad social de la clase política, la mayoría de quienes ocupaban espacios en las cámaras legislativas y en los ayuntamientos contaban con auténticos liderazgos sociales, eran destacados dirigentes de sindicatos, líderes de organizaciones campesinas, cabezas de grupos y movimiento populares, directivos de agrupaciones de comerciantes, de empresarios.

Hacia el final de los años ochenta, ese modelo de gestión político-gubernamental y sus estructuras políticas fueron desmontándose para dar paso a generaciones de políticos y gobernantes ayunos de representatividad, la elección de quienes fueron ocupando los cargos de gobierno respondía más al hartazgo y animadversión contra los excesos y la corrupción pública que al mérito social, la clase política emergente tenía escasas conexiones sociales, tampoco las necesitaba. La asincronía entre la visión social de gobernantes con las aspiraciones y demandas populares se hizo norma.

Hoy por hoy los mecanismos de conexión social de los miembros de la clase política son prácticamente nulos, los actos públicos se limitan a monólogos, resultan meros actos de publicidad y culto a la personalidad, la caridad pública es la herramienta utilizada para el tráfico publicitario con la necesidad humana, el “glamour” y la “socialité” dominan la actitud de los nuevos gobernantes y legisladores, la mercadotecnia virtual inunda y sustituye a la interacción social presencial, las asambleas populares y reuniones de trabajo con gobernantes simplemente no existen, las actividades y posicionamientos políticos de representantes legislativos, que generalmente provienen de burocracias gubernamentales, solo están en función de su vínculo con integrantes del grupo de poder al que pertenecen, no es importante para ellos que sus decisiones vayan en contra del interés general. Los mecanismos institucionalizados de participación social en los asuntos públicos para definición y seguimiento de la agenda pública como los comités de planeación son solo instancias burocráticas de representación gubernamental avasallante.

El ejercicio de gobernar es diametralmente distinto a la lógica de las campañas políticas, la comprensión y el entendimiento profundo de la interacción social y las estrategias de acción de gobierno para resolver problemas sociales y potenciar desarrollo son cualidades que se han perdido en las nuevas generaciones políticas.

Profesor investigador
El Colegio de la Frontera Norte, Unidad Mexicali
jza61@colef.mx

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