Del “fue sin querer queriendo”, del Chavo del 8, al “aquí estoy” con fuero, de Cuauhtémoc Blanco
Gandalla, violento, avienta la piedra y esconde la mano mientras exalta una mediocridad disfrazada de ingenuidad, así es El Chavo del 8, niño interpretado por un adulto que habitaba la vivienda 8 de una vecindad, quien prefería refugiarse en un barril con tal de evitar el baño –lo que veía como castigo– y quien fue incapaz de reconocer, nunca, una falta, error, ofrecer disculpas o sentir remordimiento. Buscó –y logró– quedar impune al culpar a otros de actos que podían ir desde el insulto o el robo, hasta la violencia física, para que fueran ellos, quienes rodeaban a El Chavo, los castigados por algo que no cometieron.
Millones, en México y otros países, vieron durante años los capítulos que diario transmitían el acontecer de la vecindad de El Chavo del 8 en la que el personaje siempre se salió con la suya. Robaba tortas o pasteles, golpeaba a sus amigos, incluyendo a una niña, La Chilindrina, a quien quiso ahogar en una fuente. Faltó el respeto a los adultos, se burló de sus pares y de las figuras de autoridad, desatendió las clases en la escuela al tiempo en que retó a un profesor que por más que se esforzó en enseñar, no pudo con la lucha de los alumnos por permanecer en una ignorancia normalizada a través de la broma siempre detonada por El Chavo, niño incapaz de entender la lección para terminar huyendo al barril en el que se aislaba de la sociedad y con ello de las normas y de su vivienda.
Igual que El Chavo del 8 se aisló en su barril, demasiados fueron los niños que se aislaron en el programa que protagonizó y que (mal) educó a generaciones. El primer episodio se transmitió el 20 de junio de 1971 por el canal 8, 10 días después del halconazo en que –a tres años de la masacre de Tlatelolco– jóvenes estudiantes fueron, de nuevo, golpeados y asesinados por un gobierno represor que lo último que quería era ciudadanos preparados.
En 1973, El Chavo del 8 migró al canal 2 de televisión en México y comenzó a difundirse en América Latina, lo que le trajo una audiencia de decenas de millones de personas, niños la mayoría. En la misma época, mujeres en México y Latinoamérica ampliaron su participación en el mundo laboral y se integraron como nunca a empresas, despachos, hospitales, centros de investigación. Una madre trabajadora dejó de ser singularidad para convertirse en normalidad. ¿Quién cuidaba a los niños mientras los padres trabajaban? E
n hogares, abuelos asumieron el papel de cuidadores de niños mientras los padres de los nietos trabajaban. En otros fueron los hermanos mayores quienes se encargaron de los pequeños. En clases sociales altas, las nanas y choferes asumieron el cuidado de los pequeños. Pero sin importar país, región, o nivel socioeconómico, la verdadera nana de muchos de esos niños fue la televisión, y la influencia en ellos la ejerció El chavo del ocho.
Millones de niños construyeron una visión de su realidad basada en El chavo del ocho, no tanto en los otros personajes, pues, ¿quién en su sano juicio querría ser sujeto de burla o abuso de El Chavo?, nadie. Los pequeños prefirieron iden ti ficarse con quien se salía con la suya, el que se comía el pastel robado, el único que evadía el castigo a pesar de haberlo provocado, más si estas situaciones se daban en un contexto cómico siempre condescen diente con la expresión “fue sin querer queriendo” como justificación a la violación de toda norma.
El chavo del ocho se transmitió en más de 20 países, fue doblado a 50 idiomas, alcanzó un rating mayor a 50 puntos y a más de 114 millones de espectadores a escala mundial. ¿Qué ejemplo dejó a los niños de varias generaciones?, la impunidad, la mentira, la falta de valor civil, la ignorancia. ¿Le suena familiar?
Hay que ver al ex gobernador de Morelos, hoy diputado federal Cuauhtémoc Blanco, como claro egresado de las enseñanzas de El chavo del ocho. Tal como el personaje se portaba en la vecindad, Blanco se ha conducido, primero en la chancha de futbol y luego en sus encargos políticos, con esa impunidad y ausencia de valor civil. Decir que da la cara bajo el amparo del fuero es algo que, sin duda, habría hecho El Chavo.
¿Cómo llegó a sus cargos? Se entiende el alto nivel de conocimiento que existe sobre Cuauhtémoc, pero, y justo debido a que se sabe quién y cómo es, ¿por qué votaron por él? Tal vez la respuesta sea la que sugiere el principio de parsimonia, la más simple. Se votó por El chavo del ocho, el de la tele, y el que llevan dentro los millones que, como Blanco, asumieron los valores de un personaje que podemos calificar, al menos, de sociópata.