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Opinión

Cuando llegaron los decentes

Por: José M. Murià

Fue uno de los primeros lunes de 1995, no muy temprano pues nunca he sido madrugador, al salir de casa rumbo a la chamba, me abordó una habitante de la misma cuadra que había estado atenta a mi salida desde el portón de su enorme casa.

Un problema del vecindario había dado lugar a que rompiéramos el turrón; aparte del saludo, a veces intercambiábamos algún comentario sobre el clima, los servicios municipales y alguna otra banalidad.

Doña Cristina no era precisamente alivianada: nunca prescindía, por caso, de ninguno de sus cuatro apellidos y no intercambiaba palabra con nadie más en la cuadra. Supongo que fue por su miopía que supuso que yo era “gente decente”, a pesar de mi evidente modestia económica, pero creo que se le antojaba “muy distinguido” el hecho de ser doctor en historia.

Su interés esa mañana era hacer gala de su enorme satisfacción por el triunfo del PAN en las elecciones jaliscienses del día anterior.

Recuerdo lo que me dijo, emocionada, casi a la perfección: “ahora sí va a mejorar todo porque ganamos los decentes”, luego agregó, “se va a acabar la corrupción…”

Confieso que me dolió, por dos razones: una, el candidato perdedor, del PRI, era amigo mío y diría yo que honesto también. Otra, porque mis inclinaciones más bien estaban a la izquierda y me resultaba difícil simpatizar con la derecha que representaba el nuevo gobierno y que, dada la naturaleza de Jalisco, era más derechista aún que la de otros estados de la República.

De eso puedo dar fe después de muchos años de trato.

Jalisco ligó 18 años de gobiernos panistas y la vorágine fue mayúscula. Quizá debamos exceptuar al gobernador intermedio, aunque en sus filas hubo también numerosos pillastres de siete suelas. Uno de ellos, por ejemplo, un “honrado empresario” que fue secretario de Educación, se encargó de que se vendieran en todas las escuelas públicas unas abominables sopas sintéticas que él producía…

Luego, el PAN ganó la Presidencia federal dos veces seguidas… Bien podríamos decir, aunque les duela a muchos, que fue precisamente el saqueo de los tres gobiernos del siglo XXI, sin que los de Jalisco cantaran mal las rancheras, quienes robaron a manos llenas y abrieron el cauce para el triunfo de Morena, en virtud de que el hartazgo de la población hizo que se “levantara en urnas”, pero en parte también se levantó en armas…

Alguien decía que la corrupción generalizada en tiempos del PRI, al menos en Jalisco, equivalía a 10 por ciento del monto de la operación, mientras la que la sobrevino después fue un cero a la derecha. Pueden confundirse ambas, pero son muy diferentes.

Debido al avance de su edad, doña Cristina se mudó de casa, con todo y sus cuatro apellidos, y ahora la acompañan al parque por el que yo camino con frecuencia para “bajar la panza”. Al principio le dio gusto verme, pero ahora más bien me saca la vuelta porque le recordé aquello de que, con el triunfo del PAN, se iba a acabar la corrupción, siendo que ésta más bien se incrementó en virtud de que sus partidarios, gracias a sus orígenes, tenían más necesidades sociales que los del PRI de antes.

Una buena muestra de ello fue la corrupción panista en la alcaldía Benito Juárez que, además de causar daños económicos, causó varias muertes (La Jornada, 10 de agosto).

Ahora ya se conjugó la pillería de unos y otros, por eso han podido formar ambos una alianza que en otros tiempos fue impensable.

A Cuauhtémoc y a Porfirio

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